«La injusticia en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes».                                        

Martin Luther King

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Booksmart, una de las mejores películas del año

Las chicas sólo quieren divertirse. Eso dicen. Cyndi Lauper hasta lo cantó. Cuando el día está trabajado, eso es lo que quieren. O estudiado, en el caso de Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever), las protagonistas de Booksmart (2019). Son estudiantes de secundaria, han sido aceptadas en renombradas universidades, y no han salido de parranda nunca, jamás, ni una sola vez en toda su adolescencia. Molly es la más sobresaliente de la escuela, y su desdén hacia sus compañeros es tan corrosivo que no conoce a ninguno de ellos en profundidad; el rechazo es mutuo. Comparte sus prejuicios con Amy, pero ella es más conciliadora: salió del clóset hace dos años y quizá no muestre tanta hostilidad hacia el resto pues sabe más o menos cómo se siente.

Molly irá a Yale. Sin embargo, su indignación llega a su punto más álgido cuando se entera de que la mayoría de esos a los que consideraba unos idiotas, también han ingresado a universidades buenas, incluso más prestigiosas que la de ella. (Un dolly zoom a su cara, tan dramático como el de Vértigo o Tiburón, es crucial en comunicar cómo hierve en cólera.) Entonces las amigas deciden acudir esa misma noche a una fiesta en casa de uno de sus compañeros, la última antes de la ceremonia de graduación a la mañana siguiente, a demostrar que pueden carretear y ser excelentes en lo académico al igual que ellos. Es la oportunidad de sus vidas de reivindicarse y pertenecer al grupo.

Al igual que American Graffiti (1973) y Superbad (2007), la historia toma lugar durante una noche definitoria para estos estudiantes. Y aun cuando la película está ambientada en la actualidad, me fue imposible no pensar en las grandes cintas de adolescentes de los 80, a menudo a cargo de John Hughes, como El club de los cinco, Pretty in Pink y Un experto en diversión. Booksmart es tan especial como aquéllas. Pese a que el filme evoque a los clásicos, en absoluto comporta una narración regresiva. Estas chicas son nerdas, mas pueden ser insolentes, vulgares y más irreverentes de lo que crees. Y son feministas, encarnando, sin querer queriendo, los versos de Lauper.

Así, Booksmart es verosímil acerca del crecimiento. Éste es un auspicioso debut en la dirección para la actriz Olivia Wilde, quien observa cómo nosotros, desde muy jóvenes, asumimos clichés como guías de conducta, para evitar que el resto nos imponga otros clichés. Dever y Feldstein generan una química deslumbrante como este par, y son beneficiadas por el guion inteligente de Emily Halpern, Sarah Haskins, Susanna Fogel y Katie Silberman; ellas saben poner las fórmulas de cabeza, ya que en otras manos estos personajes habrían sido un dúo cómico fútil, estereotipos fomes de los cuales tendríamos que intentar reírnos por poco más de hora y media.

Su relación conlleva varias capas, y entendemos lo que implica cada decisión que toman, involucrándonos en su evolución. Las guionistas les proveen necesidades humanas de aceptación y estabilidad, un deseo urgente de cambiar el mundo aunque sea un poco. Les permiten, simplemente, ser ellas mismas: el corazón del filme estriba en la poderosa manera en que ambas se deshacen de sus remilgos y expresan su identidad. Y las jóvenes actrices están más que aptas para el desafío.

La historia está diseñada para que atraviesen por una serie de elaborados gags, a veces tan surrealistas como sus compañeros de clase, estrafalarios e inolvidables, y que poseen la misma dignidad y agencia que las protagonistas. La dirección de Wilde es afectuosa y no desiste en develar la humanidad de los personajes. Es bella la progresión de las tensiones superficiales de la escuela a la fraternidad de la que todos participan.

Además, Wilde, nunca reacia a probar estilos nuevos, incursiona en la animación stop motion en una escena desternillante. Los pasajes más creativos se ajustan al todo con mucha fluidez, gracias al montaje económico, pragmático, de Jamie Gross, quien diseña algunos cortes para que marquen el ritmo de las canciones del soundtrack variopinto (ni siquiera sabía que <<You Oughta Know>> de Alanis Morissette sigue considerándose un himno adolescente). Las escenas, y varias transiciones que parecen extraídas de videoclips de hip hop con sus planos en cámara lenta, nos deleitan con su expresividad.

Esto es muy efectivo durante una escena en que Amy se sumerge en una piscina junto a Ryan, la chica que le gusta y a quien teme manifestar sus sentimientos. La repercusión emocional aumenta debido a la canción utilizada, la dulce <<Slip Away>> de Perfume Genius, y a que estar en la piscina significa un número de cosas diferentes para Amy: correr un riesgo romántico grande; dejarse disfrutar de la compañía de extraños; formar parte de ellos y al mismo tiempo no, y, en esa distancia, aceptarse y celebrarse a sí misma. El director de fotografía Jason McCormick llena el cuadro con el cerúleo saturado del agua y sugiere una imagen celestial. Es un momento íntimo y de los más hermosos, me elevó.

Billie Lourd es hilarante como Gigi, una de las estudiantes ricas y con impronta de ociosa, y que se les aparece a Molly y Amy adondequiera que van para, insospechadamente, ayudarlas en el camino. La gestualidad de Lourd es caricaturesca y su voz es reminiscente a la de su madre Carrie Fisher. Y Skyler Gisondo impresiona como el nerdo Jared, su mejor amigo, tanto o más rico que ella, quien insiste en granjearse la aprobación de los demás con tácticas torpes, pero entrañables.

Progresista sin ser panfletaria, divertida y conmovedora, Booksmart está destinada a convertirse en un clásico. Es tan refrescante como que te den con un globo de agua en plena cara.

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