
CASTILLO, UN PROBLEMA ÉTICO Y MORAL
Como ya lo hemos señalado en artículos anteriores, la ética se refiere a los actos que los seres humanos realizan voluntariamente y con libertad absoluta; la ética, nos ayuda a deliberar acerca de por qué ciertas conductas deben ser consideradas buenas o malas, justas o injustas, correctas o incorrectas; y es a través de ella que podemos guiar nuestros actos, para que nos hagan más íntegros y virtuosos.
En el mismo ámbito, la moral, constituye un conjunto de principios y valores que establecen el orden de lo justo y lo correcto en la conducta de todo ser humano; desde este punto de vista, la moral gobierna y guía las conductas humanas sin importar su finalidad, estableciendo las normas que, en un momento determinado, una comunidad considera como modelos de un comportamiento regido por la integridad.
Numerosas voces se han levantado en estas últimas semanas para cuestionar la decisión de la administración actual de nombrar al Dr. Luis Castillo como Subsecretario de Redes Asistenciales, demandándole al presidente Piñera que lo remueva de este cargo. La razón para este requerimiento es la participación que el Dr. Castillo habría tenido en los esfuerzos por encubrir el asesinato del presidente Eduardo Frei Montalva y/o entorpecer y dilatar la investigación destinada a esclarecer estos hechos.
El gobierno y la coalición que lo apoya se han defendido rápidamente, argumentando que el Dr. Castillo no tiene impedimento legal para ejercer el cargo en el que fue nominado, ya que no ha sido sometido a juicio ni ha sido condenado por delito alguno.
Lo anterior, nos retrotrae a una reflexión acerca de la importancia de la ética y la moral mas allá de la legalidad, reflexión que no ha estado ausente de la historia y quehacer político del actual mandatario.
Hoy vemos a diario como acciones claramente reñidas con la ética son defendidas por quienes han incurrido en ellas y sus entornos, con el argumento de haber supuestamente cumplido con la ley: evasiones de impuestos, colusiones, mal uso de recursos públicos, la influencia del dinero en las decisiones de políticos y legisladores, son todas situaciones defendidas vehementemente con el argumento de no haber violado ley alguna, sino que sólo haber aprovechado los vacíos y oportunidades que la ley ofrecía.
La defensa que el gobierno hace del subsecretario Castillo no difiere de la argumentación antes mencionada, salvo por el hecho, no menor por cierto, de que en este caso no estamos hablando de situaciones de orden económico, sino que del asesinato de un presidente de la república.
En todos los ejemplos anteriores, y más aún en el que hoy nos ocupa, el asesinato del presidente Frei Montalva, la defensa planteada se contrapone con lo que es razonable esperar de un gobierno, sus líderes y personeros de confianza.
Un gobierno (el de hoy y los anteriores) debiera exhibir siempre y en todos los ámbitos un comportamiento regido por la ética, integridad y honestidad; demostrando en todo momento un compromiso democrático y una profunda convicción cívica; siendo confiable y capaz de responder responsable y seriamente por las acciones y errores propios y de quienes conforman su entorno.
Es en este contexto, que la exigencia para con quienes aspiran a asumir responsabilidades políticas es simple y compleja a la vez. No sólo se les pide que actúen con apariencia de rectitud, sino que les exige, que en su actuar y en el de aquéllos que los rodean, observen los más altos estándares éticos y cumplan cabalmente con rigurosos códigos morales. No se les exige la perfección, pero sí se les reclama que en su actuar tiendan siempre hacia ella. Nada más ni nada menos. Quien no esté dispuesto a actuar de esta forma, debiera abandonar ya el ámbito de la política.
Dicho lo anterior, al gobierno del presidente Piñera se le requiere la inmediata remoción del subsecretario Castillo, no por la responsabilidad legal que a este le pudiera corresponder en el encubrimiento del asesinato del presidente Frei Montalva, sino que por la responsabilidad moral y ética que le corresponde en los intentos por ocultar información y entrabar los avances de la investigación que los tribunales de justicia llevan adelante.
Y frente a esto, la respuesta de la actual administración debiera haber sido unánime e inmediata. El Dr. Castillo no puede ni debe ser parte de este gobierno. Es un simple acto de coherencia ética, moral y política.
Como señalara Ricardo Hormazabal en un comentario recientemente publicado en El Mostrador, es de esperar que el presidente Piñera reflexione sobre este tema y cambie su actual posición. La decisión que se le requiere, la salida del subsecretario Castillo, no disminuye su autoridad como primer mandatario, sino que, por el contrario, la aumentaría, al demostrar a través de ella una estatura moral por sobre las rencillas políticas, las luchas pequeñas y mezquinas y los cuoteos de poder.
Desde el certero comentario de Maroto sobre los procederes del señor Castillo y del señor Piñera y compañía en el sentido de que siempre se debe actuar con ética por sobre lo que digan las leyes, es muy difícil esperar un cambio de rumbo desde las llamadas ‘altas esferas’. Las actuaciones del gobierno, de las autoridades y de los servicios del estado están, en general, bastante alejadas de la ética y de favorecer el bien común y a las mayorías, tanto en este gobierno como en los anteriores inmediatos.
Por ventura, las organizaciones ciudadanas a lo largo de Chile están exigiendo, cada día con mayor valentía, argumentos e insistencia que actúen con ética y responsabilidad. Poco a poco están asomando resultados positivos.