
Dilemas filo-políticos.
Rodrigo Pulgar Castro
Se ha repetido durante años que los grandes dilemas humanos, los grandes conflictos de intereses, se resolverán el día que tengamos cierta y meridiana idea común respecto del significado del vivir humano; ahí quizá la puerta para dar con aquello que, e independiente de intereses individuales como colectivos, sea la nota de plena manifestación de la dignidad humana.
Pero, sucede que, y aun reconociendo el valor de cada propuesta constitucional que habla en su núcleo de dignidad -la Declaración Universal de los Derechos Humanos la tiene su núcleo y de forma transversal en todos sus artículos-, no se logra alcanzar una comprensión plena de su significado por algunas razones; entre estas, una acusada limitación en conocer su alcance, pues algo siempre se escapa al interés por saber más de ella ya por temor, ya por desconocimiento consciente (no hay preocupación por saber), ya por marcas doctrinales.
Reconocida la limitación en el aprendizaje del concepto, entonces nos obligamos a buscar alguna explicación que justifique la imposibilidad de dar con la llave adecuada, y para ello recurrimos a la sentencia de siempre, a saber: la dinámica misma de la vida humana en su desarrollo atrapa todo aquello que caiga en la categoría de ser humano. Con esto a la mano, consideramos otra clave de interpretación que consiste en el hecho que la dinámica de la vida, la vida misma, no depende exclusivamente de sí misma, sino de factores que se van construyendo según dinámicamente avanza el habitar humano. Además, adicional o pegado a este habitar, la temporalidad como variable existencial del ser que habita humanamente según ocurre el pasar del tiempo cronológico.
El resultado es que, al conjunto de variables que provienen de la percepción subjetiva sobre el espacio y sobre la temporalidad, pero además del tiempo físico-cronológico que se entiende objetivable, se ofrecen distintas orientaciones de sentido que se comportan como modelos o arquetipos culturales, y en donde cada modelo tiene sus propios códigos de interpretación, por tanto, sus propios lenguajes que facilitan aprendizajes y comunicaciones al interior de organizaciones humanas sostenidas en variables supuestamente originales. Este fenómeno, lleva al olvido que cada modelo o forma de ser cultural, deviene de otro(s) modos culturales, y que los sujetos por causa de supervivencia, acomodo existencial, entre otras razones, los adoptan para construir mecanismos que le permitan comprenderse a sí mismos insertos en territorios determinados.
En concreto: los modelos son útiles para responder por el habitar común, pues se comportan en vínculo directo con interpretaciones que buscan ser originales. Ahí, se canalizan percepciones y se construyen, eventualmente, argumentos filosóficos con pretensiones de ser reconocidos como referencias teóricas y normativas. Pero esto genera dinámica social, a causa de que las diversas fundamentaciones -teológicas, doctrinales, ideológicas- se disputan en el mercado cultural-global, la propiedad exclusiva del modo de entender la realidad humana. El tema no es trivial, pues toda referencia a algo que se observa a manera de postulado de sentido, se convierte en una suerte de prejuicio conceptual puesto en acción por un sujeto y aplicable en los inicios y en el desarrollo progresivo del ejercicio de calificación de cualquier hecho identificado en relación a lo humano que, por cierto, podría dejar –como efectivamente sucede- de considerar situaciones que no coincidan con los prejuicios planteados en el proceso descriptivo e interpretativo de la realidad humana desde una sola perspectiva, vale decir: quitar o restar valor a algo descubierto en el proceso mismo si no se ajusta al marco teórico. Su significado como efecto: intolerancia, eliminación del pluralismo clave en la democracia y su desarrollo. Con este cuadro, con la presencia activa de los prejuicios y salvando lo que entendemos sobre el significado de la realidad humana armada desde la idea de dignidad, nos topamos con que hay clara dificultad para entender a cabalidad lo que aplica en la descripción de la vida humana como, por ejemplo, hecho histórico. De ahí tanta discusión sobre verdades oficiales o no oficiales, y hoy necesariamente sobre el sentido de la memoria. Ante esto, ¿cómo salvar la idea de la vida en común sin caer preso del prejuicio? Lo cierto es que al no haber certeza de que no ocurra, la dinámica social y política como formas de corrección cultural, realiza ese ejercicio en donde cada propuesta (que tiene como toda propuesta un montaje de prejuicios), es integrada a una pluralidad de sistemas explicativos que, intuimos, no solamente enriquece cualquier respuesta, sería lo menos, sino que la vuelve compleja de conseguir en su total implementación. De suyo, sería fatal que una sola percepción del significado de la vida humana proyectada a la comunidad se implementase sin mediar el debate integrador de otras cosmovisiones. Y, ya estamos avisados: el debate constitucional corre el riesgo de caer simplemente por interés de imponer una sola mirada, si ocurre, otra vez quizá volver a fojas cero para recomenzar el proceso de resignificar la pregunta sobre qué queremos o qué necesitamos en justicia..
Un muy buen artículo digno de seer recomendado para su lectura, análisis y discusión.
Gracias al autor