
EDITORIAL. Chile, entre la pasión y la razón.
Las comunidades humanas viven en una perpetua secuencia de problemas, ya que la complejidad de la convivencia genera siempre desencuentros que pueden traer consecuencias impensadas que afecten y dañen la vida social y comunitaria.
Generalmente, tendemos a pensar que a nivel de las naciones desarrolladas no existen cuestiones a resolver o estas son de tan mínima envergadura que casi no tienen importancia. Cuando los sucesos que acaecen en los Estados Unidos, Canadá, países de Europa Occidental, nos asombran y desorientan, fijamos la mirada en las comunidades nórdicas a las cuales vemos como ejemplos a imitar y seguir.
Los problemas referidos pueden ser propios de las carencias y desequilibrios existentes en países pobres o, paradojalmente, pueden originarse en la realidad de las sociedades satisfechas.
En nuestro Chile, aunque muchos no quieran reconocerlo, coexisten dos países muy distantes entre sí. Por una parte, múltiples comunidades urbanas y rurales caracterizadas por sus déficits en trabajo, vivienda, educación, salud, y por otro lado, las comunas del priovilegio en que predominan las mansiones de uno, dos, tres o más millones de dólares, los distritos del lujo y la abundancia desenfrenada.
Los cientistas políticos han coincidido en señalar que la esencia un país está marcada por el compartir un pasado, una historia común (factor que en el mundo contemporáneo se ha idido diluyendo paulatinamente), pero fundamentalmente por un sueño o ideal de un futuro común.
Cabe preguntarse: ¿Puede Chile aspirar a construir una comunidad sólida, con perspectivas de futuro, si el presente lo estamos sembrando a diario de elementos negativos que contribuyen a aumentar la fractura social?
El país tiene problemas patentes indiscutibles, y sería majadero persistir en individualizarlos.
Sin embargo, su abordaje puede trabajarse por dos vías diversas y en la práctica, antagónicas.
U optamos por la senda de la pasión, dejándonos arrastrar por el egoísmo, la defensa de las ventajas adquiridas, la construcción de barrios de apartheid social, para que nada de lo nuestro pueda ser afectado, o somos capaces de pensar racionalmente nuestro futuro entendiendo que un futuro solidario requiere nuestro sacrificio.
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