
Editorial: Las cosas en serio
La introducción en la institucionalidad electoral chilena de un sistema voluntario de primarias, ha significado un avance importante en cuanto al saneamiento de nuestra vida política. Si bien la reforma de 1957 que estableció la “cédula única” puede ser considerada como más trascendente por cuanto permitió eliminar la práctica del cohecho con la cual los sectores más conservadores de la sociedad controlaban las elecciones presidenciales y parlamentarias, las primarias legales, sometidas al control de nuestro Servicio Electoral han hecho posible que sean los ciudadanos quienes en definitiva decidan los nombres de muchos de los aspirantes a representarnos.
El SERVEL ha dado, una vez más, un ejemplo de eficacia y seriedad que debiera enorgullecernos. Y el proceso ha demostrado palmariamente que las determinaciones individualistas o de las burocracias partidarias no se corresponden en manera alguna con el querer de los ciudadanos.
Lamentable resulta, sin embargo, que el mundo de la llamada “centro – izquierda” que, con todas las críticas que se le puedan formular, sigue representando a una parte muy importante de la masa ciudadana, no haya tomado parte de este acto cívico. La pretensión de algunos grupos del sector por defender eventuales posiciones de poder impidiendo la concreción de un indispensable programa de gobierno para abordar la crisis y la emergencia, impidió escuchar la voz de sus propios electores. Los costos del sectarismo y de esta sobre-ideologización están por verse.
La consulta dejó en claro que los partícipes claramente rechazaron los extremismos y optaron por precandidatos que, a pesar de sus posiciones, aparecían ante sus ojos como más dialogantes.
Sin embargo, resulta en extremo preocupante constatar que la agenda comunicacional (expresada en los tradicionales diarios – papel y en gran parte de los canales de televisión abierta) insista torpemente en exacerbar todo lo que sean puntos de conflicto buscando incentivar el temor por sobre la racionalidad.
Los próximos meses llevarán al país a transitar por dos vías paralelas: la de la Convención Constituyente y la de la renovación tanto del Poder Ejecutivo como del Congreso Nacional, lo que hace prever una confrontación fuerte pues unos y otros pretenderán ser asignatarios de la soberanía nacional.
Por eso, resulta ineludible que se exprese día a día con vehemencia la voluntad mayoritaria de una nación que ha manifestado hasta el cansancio su decisión de poner fin a un régimen de privilegios y de abusos y de abrir los cauces indispensables para construir, en base al diálogo y la convivencia, una sociedad solidaria.
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