
Editorial. Los ejes de mi carreta.
Conforme a lo dispuesto en el artículo 24 de la Constitución vigente, el 1 de junio el Presidente de la República debió concurrir ante el Congreso Pleno (e invitados) a rendir cuenta del estado político y administrativo del país.
En verdad, no se trataba en este caso de una cuenta propiamente tal dado el corto tiempo transcurrido desde la asunción del mando por Gabriel Boric, sino –como de hecho ocurrió – de una presentación programática ante la ciudadanía, de las tareas que el nuevo Gobierno se compromete a cumplir en los cuarenta y cinco meses que tiene por delante.
Desde el punto de vista formal la exposición fue considerada impecable y no recibió mayores críticas de la oposición, habiéndose destacado por todos los observadores que el discurso presidencial estuvo más cerca del Boric de la segunda vuelta que del candidato polémico y combativo de noviembre de 2021.
En buenas cuentas, el joven mandatario demostró con creces que ha tomado debida conciencia de sus responsabilidades y de las evidentes dificultades políticas, sociales y financieras que deberá enfrentar.
La “cuenta” en sí misma implicó un aterrizaje concreto del programa presentado durante la campaña electoral y dejó entrever los problemas y las limitantes que condicionan su factibilidad.
El Presidente, probablemente con fines de pedagogía política, encuadró el complejo entramado de ejecución y cumplimiento de sus compromisos, en cinco ejes fundamentales: Derechos Sociales, Mejor Democracia, Justicia y Seguridad, Crecimiento Inclusivo y Medio Ambiente.
Cada uno de estos puntos amerita, por supuesto, un análisis detallado que ya habrá oportunidad de hacerlo, pero anticipadamente debe tenerse presente que hay factores condicionantes que, si no se abordan con la urgencia requerida, pueden transformarse en obstáculos insalvables.
El factor condicionante que necesita ser relevado al más alto nivel posible, es el relativo a la Seguridad y el Orden Público. La inmensa mayoría de la población, de todos los sectores y en todos los lugares, exige con vehemencia un clima indispensable de paz social. Es inaceptable que cada familia chilena, la dueña de casa, el trabajador, los niños y adolescentes que concurren a su escuela, vivan sometidos a la amenaza cobarde de la delincuencia.
Por otra parte, en una puesta en escena que muestra al Estado como el ente llamado a abordar cada uno de los problemas del país, si no se logra un radical cambio en la gestión pública, en el mejoramiento sustantivo de su eficacia y de su eficiencia, no cabe duda que no se alcanzarán las metas. Los casos del puente Chacao, de la construcción y reparación de establecimientos educacionales y de salud a través de todo el territorio, del puente Chacabuco entre Concepción y San Pedro, son solo algunos ejemplos ilustrativos en que la irresponsabilidad excede vergonzosamente plazos y presupuestos.
Chile vive una etapa crítica. A la fractura social que es notoria y visible, es necesario sumar la escalada de violencia que, bajo la apariencia de una lucha por determinadas demandas concretas y específicas, muestra una irracionalidad brutal, que está destruyendo nuestra convivencia. La demanda de los pueblos originarios por el reconocimiento de sus derechos y la restitución de bienes que les fueron fraudulentamente usurpados, se ha visto contaminada por el narcotráfico, el abigeato, el robo de madera, el terrorismo y otras manifestaciones de delincuencia común. En otro plano, seudo estudiantes que reclaman mejoramiento en materia de infraestructura en sus planteles, causan al mismo tiempo daños cuantiosos en edificaciones, equipamiento, etc. Es emblemático el caso del Instituto Nacional de Derechos Humanos, cuya sede permaneció tomada por más de cien días dejando sus ocupantes daños materiales avaluados en ciento diez millones de pesos, consecuencias de las cuales ninguno de estos jóvenes aprendices de revolucionarios se hace cargo.
Los cinco ejes presidenciales anunciados, no pueden ser discutidos pues implican un anuncio de respuestas a problemas concretos que vive la población. Sin embargo, estas propuestas calificadas como progresistas deben conjugarse con la realidad en sus tiempos y en sus recursos. Además, el Presidente debe invitar a los habitantes a compartir un sexto eje haciéndoles ver que el futuro de nuestra patria es responsabilidad de todos y que, por lo tanto, necesitamos un compromiso colectivo de trabajo y esfuerzo. Nada se logrará sin sacrificios compartidos. Y eso, Presidente, hay que decirlo.
Comparto el grueso de las opiniones vertidas en este editorial. Sin embargo, el discurso del presidente Boric avaló una proyecto falaz que se arrastra desde el gobierno Piñera II: el del Hidrógeno Verde. Por otra parte, políticos y empresarios siguen hablando de crecimiento «a secas», y eso es otra gran falacia. Y el discurso presidencial no fue muy preciso ni conciso cuando empleó la resbalosa palabra.