
EDITORIAL. ¿PODREMOS SALIR ADELANTE?
En general, se respira en nuestro país un desagradable clima de agresividad, de violencia y desesperanza.
Hay hechos incuestionables que sirven de soporte a este ambiente negativo pero también hay personas, sectores y grupos de interés que están interesados en exacerbar todos los factores que alimentan la frustración.
Si hacemos un pequeño esfuerzo para situar las cosas en perspectiva, lograremos darnos cuenta de que partir del inolvidable “estallido social” se hizo patente la fractura que estaba enquistada y guardada bajo la alfombra. Cuando cientos de miles de personas, millones a lo largo del país, se manifiestan para exigir cambios de fondo en las políticas públicas quiere decir simplemente que hay problemas graves no abordados ni resueltos que necesitan ser enfrentados para posibilitar una convivencia interna equilibrada y civilizada.
La casta política ha dado sobradas muestras de su absoluta incapacidad para conectarse efectivamente con los dramas de la población. Solo una media docena de senadores y otros tantos diputados han dado muestras de madurez y responsabilidad, procurando contribuir a la búsqueda de respuestas impostergables.
El Gobierno actual se ha consolidado en un insuficiente treinta y tantos por ciento de adhesión que corresponde, más menos, a la votación químicamente pura obtenida en la primera vuelta presidencial. Sus notorios déficits de gestión y la actuación de la implacable oposición de derecha, han cerrado todos los caminos para alcanzar acuerdos mínimos en beneficio del país.
Por otro lado, el control casi absoluto que los poderes fácticos (especialmente los grupos económicos y los gremios empresariales) tienen sobre los medios formales de comunicación – prensa escrita y grandes canales de televisión abierta – impide que la ciudadanía tenga acceso a una información completa y transparente. Si no fuera por el esforzado trabajo periodístico de medios alternativos muchos grandes y complejos escándalos habrían permanecido en la oscuridad. Un solo dato basta para confirmar lo indicado: semana a semana la “prensa seria” destaca los porcentajes de aprobación del Presidente y su gabinete, pero silencia el hecho de que la oposición registra un juicio desfavorable del 67%.
Lo que cada ciudadano tiene derecho a preguntarse es: ¿Puede un país salir adelante con este nivel de desencuentro y de permanente guerrilla interna?
La oposición de derecha, tanto de los partidos tradicionales como de los grupos que han emergido para sumárseles ya sea por el extremo diestro o por el desgaje disfrazado de centro político, comete un grave error al soñar con el acceso fácil al poder buscando para lograrlo el fracaso del actual mandatario. La demagogia populista que ofrece erradicar la delincuencia al día siguiente, crecimiento económico fuerte, expulsión inmediata de migrantes irregulares, es un cuento que la ciudadanía no lo cree.
Teniendo presente este panorama, lo que el país reclama y exige es un consenso básico sobre temas determinados que comprometa a todos los sectores en la implementación de soluciones indispensables. Se trata en buenas cuentas de concordar un plan de acción efectivo, no ideologizado, que vaya más allá de los acotados períodos presidenciales y que permita avanzar con realismo y eficiencia.
En un mundo que avanza aceleradamente, no nos podemos dar el lujo de seguir empantanados en chimuchinas intrascendentes que tienden a olvidar que los requerimientos de las personas en seguridad, vivienda, salud, educación, previsión, son desafíos que exigen actitudes colaborativas comunitarias.
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