EDITORIAL: Se nos viene Marzo.
Resulta preocupante observar como la ciudadanía, tan molesta con los múltiples problemas que le presenta la realidad y más aún con la forma en que el Ejecutivo y el Congreso los abordan, se deja manipular y tolera que ciertos sectores determinen la agenda de sus preocupaciones fundamentales.
Las encuestas de opinión, manejadas por empresas o entidades claramente ligadas a determinados grupos de interés y amplificadas adecuadamente por medios de comunicación cuya intencionalidad resulta demasiado obvia, buscan centrar la atención de la sociedad en determinados personajes y temas que claramente no debieran estar en el centro del interés de la gente. Por otra parte, sus niveles de confiabilidad y su capacidad predictiva en materia política y electoral, resultan bastante dudosos toda vez que eluden definiciones básicas al excluir prácticamente a toda la población rural o de localidades menores del país y al fracasar en la determinación de quienes efectivamente concurrirán a sufragar. Además, al consultar al entrevistado acerca de eventuales candidatos incurren en un grave error al evaluarlos individualmente sin agruparlos por macrotendencias toda vez que debe considerarse que las personas en general tienen una cierta afinidad con determinados sectores (centro derecha o centro izquierda).
En los últimos meses, se ha logrado posicionar en lugar relevante la contienda presidencial y los procedimientos de las coaliciones políticas para designar sus respectivos candidatos pese a que al actual Gobierno le queda más de un año en el ejercicio de sus funciones.
Lo grave de esta realidad es que, poco a poco, se ha encauzado el debate y el análisis del caso, en aspectos secundarios que buscan reflejar la simpatía que despiertan ciertos nombres o el rechazo que suscitan, evadiendo lo que debiera ser lo central en una democracia madura, informada y responsable.
En los meses de verano, en que los capitalinos se van de vacaciones y, por lo tanto, se paraliza el país ciudadano, muy bueno sería que los partidos políticos asumieran el papel que por su propia naturaleza le corresponde en el proceso.
El enorme descontento de la ciudadanía tiene una clara justificación porque la gente aprecia que las castas políticas no están preocupadas de los problemas reales que viven las personas y porque siente que el modelo económico tolera que los grandes y poderosos se coludan con impudicia en su contra.
Obviamente, cambiar el foco desde lo superficial y farandulesco de la política al abordaje con sentido de futuro y de bien común de los requerimientos y desafíos que se nos plantean, no es fácil, pero, no puede seguirse postergando la discusión en campos que afectan a sectores más vulnerables y en torno al tipo de sociedad que se quiere construir.
Un país estable, pero que claramente tiene la posibilidad de caminar hacia el desarrollo, debe tener conciencia de que avanzar no solo significa elevar índices de crecimiento sino que lograr que se progrese en justicia, en equidad y en la edificación de una comunidad más inclusiva, más integrada.
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