
El arte de dispararse a los pies
La tan usada expresión de “dispararse a los pies” implica una crítica en la medida en que expresa el juicio negativo que las personas se forman acerca de un sujeto que sin motivo alguno se autoinfiere algunas heridas. En buenas cuentas, no se trata de un arte o de una habilidad especial sino de una torpeza injustificada.
El nuevo Gobierno que asumirá en los próximos días, ha tenido hasta ahora notorios vientos favorables.
La campaña que llevó a Sebastián Piñera al poder es una de las más largas que recuerda la historia: empezó el mismo día en que asumió Bachelet con la instalación de un indisimulado comando en Apoquindo 3000 y contó con todos los recursos necesarios para alcanzar el objetivo, entre otros el religioso cobro al Estado de las generosas remuneraciones que la Constitución atribuye a los ex presidentes.
Los medios de comunicación tradicionales se mostraron incondicionales en su favor durante cuatro años y los grandes grupos económicos adquirieron dos de los más importantes canales de televisión. Si a lo anterior se suma la mediocre gestión de la televisión pública, los graves problemas de conducción experimentados tanto por el Gobierno como por las fuerzas políticas en que se sustentaba, se tiene el panorama ideal para que el ex presidente retornara al poder.
Su contundente victoria dejó groggi al oficialismo que hasta hoy se mueve en un ambiente de ofuscación, enfrascado en disputas de menor cuantía y sin que disponga de una dirigencia sensata capaz de analizar fríamente causas y consecuencias de lo que pasó.
Por esas razones, resulta sorprendente que el mandatario que entrará a la cancha (y que dispuso de largos tres meses para configurar su equipo de trabajo) haya incurrido en una serie de errores tan previsibles y, por lo tanto, tan fácilmente evitables.
En la conformación del equipo ministerial, en la línea gruesa no hubo en su momento grandes novedades. Era obvio que el nuevo Presidente iba a marcar una opción por la tecnocracia empresarial, por el “cuoteo” (ahora llamado “equilibrio político”) y por la pesca de personeros procedentes de colegios de elite y de la Pontificia Universidad Católica con todo lo que ello política y socialmente significa. Errores graves: hacer gala de una cierta paridad entre RN y la UDI (que no era tal como denunció la colectividad mayoritaria); nominar en dos secretarías clave (Educación y Relaciones Exteriores) a personeros que, por un lado le generarán conflictos con el mundo social (Gerardo Varela a su falta de experticia en el tema suma su dogmática afirmación en cuanto a que la educación es un bien de consumo, lo que implica comprarse un conflicto gratuito) y, por otra parte, afectarán la conducción de la política internacional increíblemente confiada ahora a un funcionario carente de la formación y de la experiencia requeridas y cuya posición política como “converso” del comunismo no augura una nueva navegación en un planeta muy conflictuado.
Por supuesto que los orígenes de un gabinete conformado por multidirectores de empresas, hacen temer el brote de abundantes conflictos de interés que la mera renuncia al ejercicio de tales cargos no basta para diluir. Habrá que esperar las próximas dos o tres semanas para ver de qué forma, tanto el Presidente como sus secretarios cortarán los vínculos que les afectan y marcarán la gruesa línea roja que debe separar el beneficio privado y las políticas públicas.
La nominación de las autoridades regionales, más allá de las quejas y lamentos de los partidos de ChileVamos que se sintieron perjudicados por el número de designados, trajo un conflicto mayúsculo en una de las zonas más importantes del país. El nuevo Intendente del Bío Bío, Jorge Ulloa Aguillón, asumirá cargando una pesada mochila política. Primero, porque se trata de un derrotado candidato a diputado que recibiría el cargo como premio de consuelo (lo que tanto se criticó a la Concertación y a la Nueva Mayoría) y, segundo, porque se trata de un pinochetista duro, incondicional de la dictadura y que, como ya lo han señalado muchos, se ajustaría más bien a la figura de los “cómplices pasivos” (personas que supieron siempre de los atropellos a los derechos humanos pero que los negaron, o los justificaron o guardaron silencio) que sorprendentemente denunció el propio Presidente Piñera al término de su anterior mandato generando la indignación de la UDI, precisamente el partido de Ulloa. El otro punto que puede desatar una tormenta que afecte a la nueva autoridad, es el llamado caso ASIPES. Aunque es perfectamente posible que, como en otros procesos, los imputados terminen sancionados por delitos tributarios de menor cuantía con multas o algunas penas más bien simbólicas, o que las sanciones caigan sobre las espaldas de “boleteras” o “boleteros” que, de hecho, actuaron “por orden de…”. Leticia Hirane, la asesora del ex diputado y futuro intendente, emitió una media docena de boletas por millonarios montos, a la organización gremial de los industriales pesqueros. La explicación dada en cuanto a que ella no tenía dedicación exclusiva y podía prestar servicios libremente a terceros fuera de la jornada contratada, llama poderosamente la atención. Más aún cuando, luego de un escándalo que explotó hace harto tiempo y en el que está envuelta la propia presidenta de la UDI, senadora van Rysselberghe, la nueva autoridad regional se permita declarar públicamente que jamás ha hablado del tema con su asesora.
Bueno. El que maneja la pistola es el nuevo Presidente y él sabrá por qué razones optó por tan desatinados disparos.
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