«El mayor peligro para nuestro planeta es la creencia de que alguien más lo salvará.»

Robert Swan.

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EL BESAR COMO ORIGEN DE TODA OTRA ACCIÓN.

Belén Pulgar Neira

Periodismo U. de Concepción.

(Análisis de Beso – Margarita Sikorskaia)

Las obras de la artista rusa Margarita Sikorskaia -nacida en San Petersburgo (1968), quien estudió en el Departamento de Artes y Gráficos, en la Universidad Pedagógica Herzen, en la misma ciudad- se caracterizan por retratar personas de grandes cuerpos y curvas llenas de color y ternura, viéndose la influencia del pintor Fernando Botero. Ella utiliza las formas redondas y en la obra escogida Beso, hay una notoria escena de pasión entre un hombre y una mujer.

En la obra no hay un simple abrazo entre dos seres, se visualiza un momento detenido en el tiempo en el que se demuestra el total deseo de ambos. El gesto del hombre que acaricia el trasero de la mujer sin indicios de violencia, y ella, con su cuerpo totalmente entregado al otro. En la obra se ve el inicio de la posible fusión de cuerpos o bien de un acto erótico que ya ha sucedido.

Las posibilidades son casi infinitas y están abiertas a la interpretación e imaginación de quien disfrute -frívola o cálidamente- de esta obra, respecto a lo que ha de ocurrir con esta pareja cuya relación ha de ser fortuita, espontánea, de días, años, horas. Han de ser incluso desconocidos y llamar así a una mayor cantidad de gente que pueda sentirse representada -o desean serlo- por el actuar de la libído una vez que deja de reprimirse.

Ahora bien, sobre el beso en sí, mucho hay que decir. Múltiples canciones, libros, películas, esculturas y más han comprendido su génesis en el acto de besar. Mas en la obra puede tomarse como el punto de partida a algo más, y ¿qué es un beso sino el origen de algo?

El beso es el contacto entre los labios faciales de dos personas, o de éstos con algún objeto o partes del cuerpo -propio o ajeno-. La connotación romántica o afectiva data del 1000 a.C. en la India. Con los años, la tradición fue mutando y expandiéndose a distintas partes del mundo. Gracias a ello, en ciertas partes del mundo el beso es considerado no sólo como una demostración de cariño sino también de respeto, un saludo que según los cambios culturales de espacio-tiempo se transforma.

El beso según la biología: el roce, es común en distintas especies a la humana por rituales nupciales como prácticas en las que aves y mamíferos se alimentan entre sí mediante la premasticación de la comida. Debido a las características de la zona bucal y la gran cantidad de terminaciones nerviosas que posee, sirve como método de comunicación y de reconocimiento de superficies. Además, gracias al beso se identifican comportamientos sociales e intersociales que determinan orden y jerarquía en ciertos grupos.

El beso de acuerdo a la fisiología: una de las zonas más erógenas del cuerpo son los labios y la lengua ya que el contacto con otros provoca la liberación de hormonas exitadoras sexuales, relajantes y más. Como si fuera poco, el besar trae beneficios a la salud a nivel cardiovascular y en liberación de estrés ya que actúa como una extraña especie de morfina, probablemente se recomendaría besar a todo el mundo si no hubiesen riesgos de contraer enfermedades como la llamada “enfermedad del beso” o mononucleosis. He ahí la contradicción y una de las razones por las cuales debemos reprimir como seres humanos los impulsos sexuales.

Pero esas cosas, esas definiciones, son sólo una forma de ver un acto que, podría ser el más pasional antes de la pequeña muerte, con total y fría razón. Y del besar no puede hablarse así por su variedad, su efecto, su anhelo. Por sus muchas formas y momentos, hay besos clasificados y otros que no, como los de los que son tantas veces expresados a los largo de una vida y cuyos autores no siempre nos complacen.

O los besos en los libros cuyas narraciones son leídas y re-leídas más que el libro en su totalidad por la viva imaginación de los lectores que sienten esas mariposas en el estómago al imaginarse a sí mismos en aquellos labios. O los besos de película, esos que se ven perfectos y que incontables personas quisieran vivir esos amores falsos. O los besos en el mismo cine, esos que tantas parejas jóvenes creen que el resto no ve, así como los rapiditos “piquitos” en lugares públicos ya que en sí esos cariños vuelven incómodo al que los esté mirando porque, ¿quién sabe qué hacer en ese momento?

También están esos de ensueño que imaginamos con el objeto de deseo, esos que se nos vienen a la mente al dormir, al estar en la ducha, en la micro, al cocinar, incluso cuando estamos con alguien más. Así como están los besos de disco, esos que la mayor parte del tiempo incluyen una cuota de tardío arrepentimiento, porque hay buenos besos y otros malos, y eso si no se cuentan los besos por un amor despechado. Además, existen aquellos en los que los labios no se alcanzan a juntar y sólo sus miradas delatan la intención como un tamborileo en medio de una danza definida por el hambre del momento.

Y ¿qué dirían los científicos? Probablemente lanzarían el libro The Science of Kissing (La Ciencia de Besar – 2011) de la científica norteamericana Sheril Kirshenbaum por sobre nuestras cabezas, quien ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar el acto más sensato y sencillo del ser humano. Y ¿qué dirían los antiguos? Antiguos como Freud que por ejemplo plantea la existencia de la etapa o fase oral en los niños pequeños y con ella, explica el porqué el ser humano tiende a utilizar los labios para sentir texturas ajenas constantemente, ingresar objetos inusuales y tener vicios como el tabaco.

Actualmente pareciera ser que el besar es considerado como un momento que es recordado con mayor interés y detalle que la relación sexual consumada, así como es el primer testimonio real y seguro de cariño por alguien en un ámbito amoroso. Sin embargo, también es visto como un gesto sin mayor importancia que la experimentación y el probable placer que pueda causarle a uno o ambos, y se le ha quita la connotación emocional reemplazandola por lo que es de una manera casi lúgubre, muerta, sin más que un movimiento mecanizado. Esa idea que se crea en los niños pequeños por las películas, los cuentos (de hadas) sobre los “besos de amor verdadero” rápidamente es asesinada y desaparece por su entorno cultural y el constante estímulo de los medios y redes sociales sin censura alguna.

Luego, el besar pasa a ser no sólo un punto de partida, suele ser también el cierre -no necesariamente deseado-. Y quizás son esos los más tristes sobre los cuales se puede pensar, el no poder imaginar ni entender lo que ha de sentir aquel que no tuvo la oportunidad de decir nada y sólo dijo “hasta luego” o “nos vemos”. Ha de ser un fin, un adiós. Como aquellos antes de un viaje, de una muerte o tras las rejas -de esos que cuestan años y un día-. Y quizás son éstos para muchos, los más significativos y recordados, los primeros besos -característicos por su torpeza, nerviosismo y brutal decisión de lo que vendrá después- y los últimos -más recordados por su lentitud y temprana nostalgia-, por ello hay personas que viven bajo la filosofía de “besar como si fuese la primera y última vez”.

Es tal vez lo que la autora quiso o no representar con el beso que comparte la pareja, porque nadie sabe si hay amor o deseo entre ellos, y como dicen los autores, el amor es la elección de una persona por sobre las otras para compartir cuerpo, placeres y sentimientos; y el deseo hacia la cual se orbita y se entrega por completo, ser el objeto de deseo de alguien es el sueño de que lo deseado nos busque y poder alcanzar la pequeña muerte. Mas he ahí la libertad de los artistas quienes fabrican sus sueños y los llevan a su forma física sin decirnos exactamente lo que quisieron representar, y nos dejan a nosotros, simples mortales, con nuestras ideas y pesadillas sobre lo que en verdad ha de verse.

 

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