
EL CORONA VIRUS Y EL MODELO NEOLIBERAL
La presente versión corregida de este artículo, es deudora de los valiosos comentarios de Mario Cerda, Rodrigo Vera y Samuel Palma.
1. La pandemia COVID-19 tiene una corta pero brutal historia
La pandemia de Coronavirus cuyo acrónimo es COVID-19, consiste en una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2, que se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan en el segundo semestre del año 2019, con un elevado número de contagiados y con un preocupante porcentaje de fallecimientos por neumonía.
Produce síntomas similares a los de la gripe, entre los que se incluyen fiebre, tos, disnea, mialgia y astenia. Se caracteriza por su propensión a producir neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis y choque séptico que pueden provocar la muerte de entre un 3 % y un 4% de los infectados. Hasta el momento, no existe un tratamiento específico para la enfermedad y las principales medidas terapéuticas que se están aplicando, consisten en aliviar los síntomas y mantener las funciones vitales. La vía más frecuente de transmisión entre personas, es la aérea, desde las pequeñas gotas que una persona emite al hablar, estornudar, toser o exhalar cerca de otros y que entran en contacto con las membranas mucosas orales, nasales y oculares, de quien las recibe.
La rápida expansión de la enfermedad, hizo que la Organización Mundial de la Salud declarara que se trata de una pandemia que implica, como tal, una emergencia sanitaria de preocupación internacional, por el impacto que el virus podría tener en países con insuficiencias de infraestructura sanitaria y, por lo tanto, con pocas posibilidades de proteger a las que se supone presentan condiciones de salud más vulnerables
Independientemente de esta preocupación, la pandemia ha golpeado con mucha intensidad a sociedades que se supone aseguran mejores condiciones de vida a sus ciudadanos. En efecto, dentro de los 160 países que han declarado casos de contagio, se cuentan países de gran desarrollo económico y socio – cultural. Por ejemplo, la mortalidad por el coronavirus ha vuelto a crecer en Italia tras dos días de bajada: y ya se contabilizan 6.820 defunciones. La OMS ha alertado que se está viendo una “gran aceleración” en las infecciones por coronavirus en EE UU, lo que puede llegar a convertir al país en el nuevo epicentro de la pandemia. En España se registran más de 2.700 fallecidos y ya se rozan los 40.000 contagiados. En Alemania ya son 2.400 los afectados con cinco víctimas mortales, seguido de Francia (2.269) y Suiza con más de 600, según datos de la OMS. Bosnia y Herzegovina que se había mantenido libre de la pandemia ya registró su primer caso de un paciente procedente de Italia. EnFinlandia las autoridades sanitarias han elevado a 87 el número de casos de coronavirus diagnosticados en el país, donde por ahora no se han registrado víctimas mortales. Grecia y Polonia ya anunciaron las primeras muertes. En Bélgica se han registrado 85 casos recientes de pacientes y se ha elevado el número total de afectados a 399.
El contagio ha evolucionado muy rápidamente y, según el mapa de seguimiento a tiempo real de la Universidad Johns Hopkins, ya se han detectado cerca de 400.000 casos en todo el mundo y ahora el gran foco de infección se centra en Europa y Estados Unidos. Los países con menos contagios han cancelado los vuelos a las zonas más afectadas. Por ejemplo, muchos países europeos han cerrado sus fronteras, mientras que varios países americanos han suspendido la llegada de vuelos desde Europa.
Brasil es el país de Sudamérica con mayor cantidad de casos y fallecidos por el Covid-19. La enfermedad identificada por China y comunicada a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a fines de diciembre del 2019, tiene, hoy, a Europa como su nuevo foco, mientras se expande por América, África y Oceanía. Las autoridades sanitarias de Sudamérica – que tiene una población de 402 millones de habitantes – han reportado más de 4.900 contagiados desde el 25 de febrero pasado, en que se detectó el primer caso en Brasil.En Perú, el poder ejecutivoanunció el 6 de marzo que la pandemia había llegado a ese país, casi tres meses después de detectarse el coronavirus en la localidad de Wuhan.
En lo que se refiere al continente asiático, aparte de China , según datos de la OMS, en Irán ya existen 9.000 registrados, en la República de Corea hay 8.000 casos, en India la pandemia mostraba un enorme balance de personas contagiadas y obligó a su gobierno a decretar cuarentena total (involucra a 1.300 millones de habitantes). En Filipinas, el brote ha dejado un balance de 52 personas contagiadas y cinco víctimas mortales. Por su parte, Japón supera ya los 600 casos. Los países africanos como Argelia han sumado cinco nuevos casos hasta alcanzar la cifra de 25 personas contagiadas por coronavirus. Dos de los afectados son personas llegadas recientemente de Francia. En otros países, como Marruecos, los infectados, hasta este momento, no superan la decena.
Hay que decir que el aislamiento es una estrategia que se aplica desde hace 3.000 años, aunque a veces de forma indiscriminada y no siempre con los resultados esperados. Algunas de las primeras referencias existentes de la necesidad de aislar a los enfermos para evitar contagios se encuentran en el Antiguo Testamento, y, posteriormente, en los escritos de Hipócrates del siglo V A.C. Pero fue en la mortífera plaga de Justiniano (siglo VI D.C., aunque con sucesivas oleadas hasta el siglo VIII en el imperio bizantino y un área comprendida entre de Europa, Asia y África), cuando se adoptaron medidas masivas de aislamiento, mezcladas con la marginación oportunista de colectivos a los que, por motivos étnicos o religiosos, se culpaba de la enfermedad.
En el mundo islámico, el aislamiento de grupos de enfermos, incluidos aquellos con lepra, puede rastrearse en el año 706, cuando el califa omeya, Al-Walid, construyó el primer hospital islámico en Damasco, con secciones separadas para los pacientes con lepra. Durante la Edad Media, la construcción de leproserías se difundió a lo largo de toda Europa, donde llegaron a haber 19.000.
Sin embargo, el uso moderno del término cuarentena entendido como procedimiento formal para el control de una epidemia, se introdujo en el siglo XIV en los años posteriores a la Peste Negra. En 1377, la colonia veneciana de Ragusa (hoy Dubrovnik), entonces un importante puerto, puso en funcionamiento el primer sistema institucionalizado de cuarentena de la historia. La palabra quarantena, en italiano, refería a los cuarenta días de espera impuestos a los barcos y personas como medida de prevención. Este período de aislamiento resultó ser bastante efectivo para verificar el estado de salud de los pasajeros ya que, según estimaciones actuales, la peste tenía un ciclo de menos de 40 días desde la infección hasta la muerte.
A mediados del siglo XIX se avanzó en el estudio de los contagios y se dotó de base científica a la cuarentena. Conceptos como el periodo de incubación hicieron que se avanzara en la eficacia de estas medidas. En adelante, la cuarentena se generalizó como método para frenar la propagación de otras enfermedades infecciosas, aunque no resultó ser efectiva en todos los casos. Uno de estos ejemplos corresponde a unos años antes, al brote de fiebre amarilla de Filadelfia (EE.UU.), en 1793, que cobró la vida de más de 4.000 personas, y ante la cual la cuarentena fue un fracaso porque se desconocía que el agente trasmisor eran los mosquitos.
A lo largo del siglo XX, numerosas conferencias y tratados internacionales resultaron en el aumento de las regulaciones para estandarizar las medidas de aislamiento y evitar los abusos como el de Mary Mallon. Sin embargo, a partir de los años 50, con el desarrollo de los antibióticos y vacunas, el uso de la cuarentena pareció convertirse en una cosa del pasado.
Con todo, el siglo XXI trajo consigo nuevas amenazas epidémicas y, con ello, resurgieron algunos de los viejos métodos, aplicados en algunos casos con importantes desajustes en las sociedades. Cuando la epidemia de la neumonía asiática, el SRAS, se propagó en 2003, Canadá, el segundo país más afectado después de China, desplegó unas medidas que después se consideraron desproporcionadas. Con la expansión del ébola en 2014, en África occidental se hicieron esfuerzos de aislamiento, incluso intentando cerrar barrios o distritos enteros, cancelando vuelos internacionales y cortando el tráfico de movimiento, lo que no sólo ralentizó los esfuerzos de ayuda, sino que también tuvo altos costes sociales y económicos. Hasta ese momento las cuarentenas operaban fundamentalmente como una estrategia de aislamiento y segregación de los enfermos.
Esta estrategia de cuarentena es la que aplicó China aislando a la ciudad de Wuhan, epicentro del brote, junto con otra decena de ciudades. Como lo expresamos más arriba, históricamente, la cuarentena fue utilizada como un método drástico para contener la expansión de enfermedades cuando la medicina no tenía recursos suficientes o no existían remedios ni vacunas eficientes. Sin embargo, en un mundo mucho más interconectado como el actual, esta estrategia no logra impedir la propagación de las enfermedades que, en muchas ocasiones, se transforman en fenómenos globalizados, casi imposibles de contener zonalmente como, desgraciadamente, está sucediendo en el caso de la pandemia COVID-19. Pero, esta vez, la experiencia permitió articular de manera diferente esta estrategia, ya no tanto para aislar a los enfermos, sino para disminuir los contagios a través de apelar a la disciplina social, de manera de lograr una segregación efectiva de los sanos, los contagiados y los enfermos.
El profesor en historia de la medicina Howard Markel repasaba hace unos días en el New York Times los casos donde la cuarentena no fue más que una medida desesperada, desproporcionada e ineficaz, para reflexionar acerca de la crisis sanitaria que enfrenta hoy China. Antes del inicio de la cuarentena en Wuhan, con el coronavirus ya expandido, cerca de cinco millones de personas huyeron de la ciudad. Markel estima que la cuarentena es una medida tardía frente a este escenario. En cambio, sugiere que: “China debería pedirles a sus ciudadanos que mantengan la calma, que se queden en casa si están enfermos, que se laven bien las manos, que mantengan una buena higiene respiratoria y que eviten los lugares concurridos. También debería incrementar las medidas de servicios médicos para atender bien tanto a los enfermos como a los que crean estarlo”.
2. La paradoja de la pandemia
En estos días hemos visto cómo distintos países reaccionaron de diferente manera frente a la pandemia, a partir de lo cual también mostraron diversas consecuencias. Unos, aceptaron la gravedad de la crisis sanitaria y optaron por el aislamiento y, otros, la negaron y sólo la asumieron sólo cuando habían alcanzado un gran número de infectados y muertos (Italia, España y probablemente Brasil). Algunos admitieron que morirían muchas personas, pero había que preservar el capital (USA, Reino Unido). En otros países, de cultura social menos evolucionada, se observó desde gente golpeando a policías o guardias de seguridad hasta, quienes, por ignorancia o arrogancia, se fueron a veranear como si nada pasara, obligando a otros compatriotas a denunciarlos por violar las normas de aislamiento y poner en riesgo a su propia persona y a otros. La negación de la pandemia, la ausencia de una necesaria disciplina social, la falta de solidaridad hacia su prójimo, son síntomas de la inmadurez de estas sociedades. En palabras de un académico argentino, “esta pandemia es un ‘cachetazo’ al capitalismo feroz de este siglo”.
Paradojalmente, a las estrategias de aislamiento promovidas por muchos gobernantes para defender a sus pueblos de la pandemia COVID-19, surgieron, con especial intensidad, los llamados a actuar guiados por los valores de colaboración, de solidaridad, de auto cuidado como forma de cuidar también a los demás y de respeto a las normas y restricciones impuestas por las autoridades responsables del cuidado de la población. En otras palabras, fueron cada vez más frecuentes las apelaciones a la unidad comunitaria y a la responsabilidad compartida por todos en la tarea de “aplanar” la curva de evolución de la epidemia. Desde esta perspectiva, la emergencia de estos valores y el surgimiento del anhelo a reaccionar como Comunidad, más que los efectos de la epidemia, pueden ser el verdadero “cachetazo” del que nos hablaba el mencionado académico.
Hay que decir que, en aquellos países gobernados por personajes cuya mentalidad, arrogancia, ideología o ignorancia (también podría agregarse la estupidez) que los impele a actuar con una notoria ceguera egótica, se reacciona de manera tardía e ineficaz y, entonces, el número de contagiados y fallecidos crece vertiginosamente. Es el caso de los Estados Unidos, Brasil o Nicaragua.
3. El neoliberalismo tiene una larga y compleja historia
El modelo neoliberal abarca una corriente política y económica dentro del capitalismo que defiende con especial énfasis la no participación del Estado en la sociedad, mucho menos en su economía y dejar que sea la “mano invisible” del mercado la que regule la asignación de los recursos sociales. Se dice que el padre del neoliberalismo es Friedrich von Hayek, un economista austriaco que continuó con la tradición liberal iniciada por Adam Smith y abogó por una concepción minimalista del Estado y por la búsqueda de justicia social. Friedrich von Hayek publicó “Camino de servidumbre”, un libro que especifica los pilares ideológicos del neoliberalismo. Desde sus inicios, esta doctrina postuló que el Estado únicamente cumple con algunas funciones imprescindibles para preservar la organización de la sociedad, como encargarse del cumplimiento de las leyes y las normas económicas. Por lo tanto, este enfoque favorece la privatizaciónde las empresas para que la economía se desarrolle con base en el mercado.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, se instaló en el mundo un sistema económico capitalista internacional, del cual fue excluido el campo socialista, a partir de los llamados acuerdos de Bretton Woods (1944). En ellos se establecieron, entre otros predicamentos, que el comercio internacional se haría en moneda dólar americano, país que sólo podría aumentar emisiones de su moneda, si obtenía un mayor respaldo en oro o en otra divisa, lo que efectivamente logró gracias al Plan Marshall, uno de cuyos efectos fue precisamente el gran incremento de las reservas de oro en Fort Knox. En este mismo año se fundaron el Banco Mundial (BM: organización multinacional especializada en financiar y asistir financiera y técnicamente a los países en desarrollo) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), organización financiera internacional orientada a materializar los acuerdos de Bretton Woods, en que se reunieron 730 delegados de 44 países aliados de la Segunda Guerra Mundial, para ayudar en momentos de crisis a países en dificultades.
Todo este entramado pretendía evitar que conflictos sociales llevaran a nuevos países al campo socialista y, después de 1976, el FMI toma un rol preponderante entre los países en desarrollo y frente a las crisis financieras internacionales. Posteriormente, en 1947, se reunieron en la ciudad suiza de Mont Pelerin una serie de empresarios e intelectuales como Friedrich von Hayek, Karl Popper, Ludwig Von Misses, Salvador de Madariaga y Milton Friedman, quienes propusieron un conjunto de ideas que configuraron un modelo de capitalismo más extremo, sobre las cuales se creó una internacional del empresariado que funciona hasta el día de hoy.
Se puede afirmar que esta reunión fue la cuna del neoliberalismo moderno y, durante muchos años, estas ideas sólo se discutían en algunas universidades, entre las que destacaba la Universidad de Chicago, hasta que, en los años 70’s, la crisis global del capitalismo abrió las puertas de la acción pública a los enfoques neoliberales. Esa severa crisis económica fue causada, en primer lugar, por el aumento de dólares en el mundo, generado por emisiones inorgánico destinadas a financiar la guerra de Vietnam y los mayores precios del petróleo; en segundo lugar, por la presión política desde el tercer mundo, tendiente a evitar la continuación del saqueo del imperio); y, en tercer lugar, la fuerte caída en la tasa de ganancia de las transnacionales, requería de nuevos mercados donde colocar sus productos o adquirir materias primas más baratas. Esta situación favoreció el que diversos economistas declararan agotado el paradigma keynesiano y se concentraran en la Escuela de Chicago, bajo la inspiración de Milton Friedman y recuperaran las antiguas ideas económicas de von Hayek, que promovían el protagonismo del mercado en la asignación de los recursos y limitaban el rol del Estado a la mantención el orden público y la libre competencia. También proponían abandonar el objetivo del pleno empleo, al considerar que es natural y positiva para el mercado cierta tasa de desempleo. En Estados Unidos y Gran Bretaña, países líderes del liberalismo económico, el triunfo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher le dieron un impulso decisivo a la implantación del modelo neoliberal en todo el mundo durante la década del ochenta, para lo cual, ya se contaba con la institucionalidad necesaria para acompañar y alinear el proceso globalizador: (FMI y BM). Sólo faltaba estructurar los acuerdos necesarios para imponer condiciones a los países y economías del mundo. Éstos se lograron el año 1989, en lo que se denominó el Consenso de Washington.
4. El pensamiento neoliberal
La forma de pensar que inspira las políticas y acciones del neoliberalismo se puede resumir de la siguiente manera, teniendo claro, para empezar, que no posee un capítulo ético en su concepción:
- Una fuerte crítica al socialismo y a las ideas de consideración colectiva o comunitaria por ser contrarias al individualismo. Más aún, se acepta y normaliza que la “natural” desigualdad puede ser un factor potenciador del desarrollo personal y económico.
- La sociedad está compuesta por individuos cuya diferenciación en las características, nivel y sofisticación de sus necesidades le da sentido a su rol como consumidores y le da sustento a los diversos mercados. Esta definición economicista se distancia de todas las disciplinas que ponen a la persona como unidad básica de la sociedad, entendiendo que junto a sus necesidades existen sus derechos.
- Por eso, en su concepción social y sus prácticas concretas no se reconocen como derechos la educación, la salud, o la vivienda; se definen como necesidades individuales, sometidas a las leyes del mercado y, por tanto, sujetas al lucro. Sólo existe el derecho a elegir como satisfacer estas necesidades, derecho que sólo pueden ejercer adecuadamente los que disponen de dinero.
- El mercado debe ser el factor único, exclusivo y excluyente en la asignación de recursos, sin limitación alguna.”. Se trata entonces de que el mercado se desarrolle libremente sin trabas de ninguna especie; como podrían ser la fijación de precios, la definición de salarios mínimos, el establecimiento de condiciones de trabajo y de jornadas laborales, la protección y regulación de sindicatos, centros estudiantiles o asociaciones gremiales. El mercado, además, “no debe tener piedad”; los débiles y los ineficientes deben ser marginados o expulsados del mismo. Para ello, el Estado debe reducirse a su mínima expresión sólo conservando funciones de seguridad nacional y policía interna y debe estar expresamente excluido de toda actividad económica.
- La libertad económica sería la madre de todas las libertades y se encontraría incluso por sobre la libertad política. Por lo mismo, las economías neoliberales no requieren vivir en democracia y pueden funcionar perfectamente bajo regímenes autoritarios o dictatoriales, justificando que lo primordial es salvar la libertad económica y la libertad de las empresas.
- Se asume que la existencia de grandes grupos económicos favorece la estabilidad. En consecuencia, la concentración de la riqueza y la desigualdad no son desviaciones del modelo neoliberal, sino que son aspectos constitutivos del mismo. Por ejemplo, un reciente informe de la CEPAL señalaba que el 1% de los más ricos de Chile concentran poco menos del 30% del Ingreso nacional. Asimismo, un 82% de los jubilados tienen una pensión inferior al ingreso mínimo y en más de un 40% de ellos su pensión es inferior a la línea de la pobreza.
- Los trabajadores se consideran un recurso fungible del proceso productivo, al igual que lo son los insumos, el capital de trabajo o las herramientas, bajo el supuesto de que esencialmente aportan su energía humana. Por ello, los representantes de esta corriente de pensamiento consideran éticamente razonable que reciban sólo una parte de los frutos del crecimiento de la economía por la vía del «chorreo» y, para los más marginados, que pudieran transformarse en “factores de inestabilidad social” se les asignen políticas «focalizadas» de asistencia social.
Una conclusión de este breve recuento señala que el modelo neoliberal es antagónico a la construcción de sociedades en las que:
i) El crecimiento económico y la justicia social marchen a la par;
ii) El respeto a los derechos de las personas y la valoración de su dignidad sean aspectos centrales del sentido común;
iii) La equidad sea el criterio fundamental del tratamiento de las diferencias que naturalmente existen en toda comunidad;
iv) En aquellos aspectos en que la igualdad debe ser la norma, lo sea efectivamente sin excepciones;
v) Sean la colaboración, la solidaridad y el respeto, los factores dinamizadores de la convivencia y no la competencia.
En consecuencia, los valores que la epidemia del Coronavirus está trayendo a la mente de los pueblos, como son el cuidado[1], la solidaridad, la colaboración, la empatía y el sentido de comunidad, apuntan en un sentido exactamente contrario a lo que promueve el neoliberalismo. Ahora bien, depende de todos hacer que esto se constituya en una pedagogía social que ayude a construir mejores países. La mejor prueba de la potencialidad de estos valores, es el reiterado uso que hacen de ellos las autoridades de ideología neoliberal (caso chileno) , en su discursiva oportunista, si se tiene en cuenta que son perfectamente contradictorios con los postulados del modelo al que adhieren y cuya consolidación en Chile era la misión de su actual gobierno.
Teniendo a Chile como ejemplo de lo que comentamos, podemos afirmar que estamos frente a dos tipos de lógica y de dinámicas socio – políticas:
- Por un lado, Piñera y su gobierno están aplicando una lógica instrumental, que se pregunta cuán convenientes, son sus decisiones y sus actos, desde su propósito fundamental de preservar, en última instancia, el modelo neoliberal al que adhieren;
- por otro lado, la oposición progresista funciona bajo una lógica convivencial queobviamente se interrogapor el sentido que tienen sus decisiones y sus actos, desde la perspectiva de construir el “otro Chile posible”
Simultáneamente, se confrontan dos dinámicas socio-políticas muy diferentes según cómo visualizan los posibles efectos finales del proceso de contención de la pandemia:
- Por una parte, un presidente y un gobierno con bajísima aprobación y escasa legitimidad previas a este proceso, parecen estar ansiosamente dedicados a intentar una recuperación de su imagen y su decaída autoridad y, posiblemente, de su proyecto político. Por eso, operan separando radicalmente este proceso de contención del que se abrió con el “estallido social” de octubre 2019, que dejó en evidencia su ineptitud y falta de conducción. Me parece que podrían lograrlo parcialmente.
- Por otra parte, unas fuerzas progresistas[2] algo desconcertadas y sin un claro liderazgo visionario ni una suficiente capacidad de convocatoria cultural, intentan participar en las iniciativas de salida de la crisis, articulando algunas propuestas de relativa influencia, muchas veces enredadas con críticas inconducentes y débiles, sin asumir con convicción y mirada larga, el enorme impacto cultural que produjo la crisis. Tampoco fueron capaces de definir un proyecto país que integre las demandas sociales de octubre con las de contención del coronavirus.
[1] En el libro “Patrimonio Humano…Ni Recurso, Ni Capital”, explicábamos que la diferencia sugerida en el título está en que el Patrimonio se cuida mientras que el Recurso y el Capital se usan
[2] No utilizamos las típicas categorías políticas de “derechas” e “izquierdas” porque consideramos que son cada vez menos pertinentes en el siglo XXI. Sin profundizar en el tema, diremos que el pensamiento progresista apunta a propiciar sociedades más justas, más igualitarias y más democráticas, desterrando las desigualdades y los abusos que lesionan la dignidad de las personas
Déjanos tu comentario: