
El kiosco y una época que se resiste a morir
En otros momentos hemos señalado que el neoliberalismo, ya sea como sistema económico o modelo cultural ha intervenido, atomizado y desarticulado varios de los tradicionales espacios de sociabilidad que existían. Los cines han desaparecido o más bien han sido centralizados en los Mall, las plazas y plazoleta sobreviven como pueden, de las galerías casi nadie se acuerda. El Mall, ese templo del consumo, ha terminado por asestar un duro golpe a todos estos espacios de encuentro, recreo y ocio. Sin embargo, aún quedan algunas expresiones de esa cultura del encuentro y el diálogo, en el cual el celular o tablet no es lo principal o las redes sociales la razón de ser. Nos estamos refiriendo a los kioscos de diarios y revistas.
En otros países, recuerdo Buenos Aires y Barcelona, por ejemplo los kioscos son una de las mejores tribunas y vitrinas para observar el acontecer de los países, no solo por la variopinta cantidad de revistas y diarios que existen, algo de lo cual carecemos en Chile, es decir, de pluralidad de voces, sino también por el nivel de información que domina el dueño del kiosco o los que circulan a su alrededor y se acercan para intercambiar opiniones.
Acá en Chile, y por supuesto en Concepción, son cada día menos los kioscos que existen. La irrupción del Internet ha mermado la circulación de la prensa escrita y con ello su venta. Lo anterior no va necesariamente de la mano con un mayor nivel cultural, conocimiento o dominio de los temas, por el contrario, parece que ha mayor acceso a la información a través de internet y redes sociales, se acrecienta el analfabetismo entre la población. Es que una cosa es leer con la respectiva y necesaria crítica y otra leer sin saber lo que se lee, peor aún, no entender nada; de ahí entonces la masificación o reproducción de los analfabetos funcionales (al sistema).
Por eso el kiosco era o es tan importante, ya que en ese lugar, que va más allá de lo físico se da toda una cultura que representa una época marcada por el diálogo y el encuentro entre personas, el intercambio de opiniones entre los allí presentes. Al kiosco no se iba solamente a comprar diarios o revistas, también se aprovechaba de conversar e intercambiar experiencia de vida, recuerdos, añoranzas o simplemente aprovechar para encontrarse con los amigos o los viejos conocidos de infancia, trabajo, pueblo/ciudad.
De esta forma los kioscos se han convertido en los últimos refugios o bastiones de resistencia ante la hegemonía neoliberal. Algunos permanecen el tiempo a muy mal traer y malolientes, otros vendiendo lo justo y necesario para sobrevivir y no faltan los que se han reinventado para hacer frente a las “bondades” de un sistema en el cual los mejor sería que los kioscos fueran despareciendo o convertidos a su mínima expresión.
En consecuencia, lo cierto es que más allá de las dificultades, penurias y sobresaltos, los kioscos de revistas y diarios, vienen a constituir ese espacio imaginado y simbólico que busca concatenar lo mejor de una época que se resiste a morir, en la cual los ciudadanos se encuentran para dialogan personalmente, se miran a la cara, se estrechan en un abrazo, se dan la mano, evocan, se emocionar, ríen y sobre todo dan vida a una sociabilidad la cual se convierte en el mejor escudo o resistencia ante la cultura del neoliberalismo.
Último refugio de una sociedad rica en comunicaciones y relaciones humanas, hoy ya es una sola «Rememoraza»