«La soberanía popular no se debe transar… Nos llaman a validar la carta hecha por los «poderosos de turno». Ni los partidos ni los parlamentarios con sus expertos y adláteres del sistema Neoliberal, podrán imponernos, una vez más,  una constitución antidemocrática. Digamos NO.»

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¿Es posible construir la paz?

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Para gran parte del común de los mortales, los conflictos y problemas del Cercano Oriente constituyen un crucigrama difícil de descifrar. La tendencia generalizada es a visualizarlos como acontecimientos remotos que solo ocupan nuestra atención durante los minutos que duran los reiterativos noticieros de la televisión para, luego, emitir algunos comentarios críticos, lamentando el horror expresado en las imágenes cruentas que nos han sido exhibidas.

Pero los hechos acaecidos en territorio israelí y en la palestina Franja de Gaza en las últimas dos semanas, no son sucesos de la naturaleza, sorpresivos e inevitables, sino que son acciones humanas ejecutadas deliberadamente por sujetos, por personas, que dispusieron del tiempo necesario para medir las consecuencias de sus actos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con su secuela de millones y millones de muertos, más civiles que militares, la naciente Organización de las Naciones Unidas, el 29 de noviembre de 1947 aprobó el Plan de Partición de Palestina con el fin de crear un nuevo Estado de Israel que acogiera a la población judía que había sufrido la persecución implacable del nazismo, con cientos de miles de víctimas asesinadas y cremadas especialmente en Alemania, Austria y Polonia. El holocausto quedó grabado para siempre en la historia y conciencia de la humanidad como uno de los episodios masivos más crueles e infames de la sociedad moderna.

La solución, trabajada con un mapa sobre un escritorio por expertos especialmente del Reino Unido, tenía un problema no menor: implicaba disponer de un territorio ajeno, sin el consentimiento de sus habitantes y desplazar a estos hacia otros territorios. El “nuevo Estado”, amparado en la resolución de la organización mundial y sostenido por la asistencia técnica y financiera de la comunidad judía estadounidense, procuró consolidarse y en sus setenta y cinco años de vida se transformó en una potencia económica, tecnológica y militar. Israel no solo consideraba la necesidad de defenderse frente al pueblo palestino, al cual había privado de gran parte del suelo que históricamente había sido suyo, sino que ahora era el alfil de los EE.UU. en su tarea de proteger sus propios intereses económicos y políticos en el Medio Oriente.

Se configuró, así, en la región, un cuadro político y territorial muy complejo, cuestionado por ambas alas del conflicto. Por un lado, Israel, posicionado sobre una superficie de 22.145 km2. con una población actual de 8.014.885 habitantes y, por otra parte, una Palestina dividida entre la zona de Cisjordania (5.860 km2.y 2.747.943 habitantes) y la Franja de Gaza (365 km2. y 2.000.000 de habitantes). Israel se negó a aceptar la existencia de un Estado Palestino y mantuvo a Cisjordania bajo su administración militar y toleró un nivel de gestión burocrática ejercida por la Autoridad Nacional Palestina. En tanto, en Gaza el poder fue asumido por el grupo islamista Hamas, radical opositor a la existencia del Estado de Israel, considerado invasor y ocupante ilegítimo del territorio palestino.

En 1993, tras una incesante serie de conflictos armados, en la ciudad de Oslo. ambas partes suscribieron los Acuerdos de Paz que implicaban el mutuo reconocimiento de ambos Estados y que significaban el triunfo en ambas partes de los sectores moderados. Yasser Arafat, por Palestina, e Isaac Rabin, por Israel, quienes recibieron el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, los sectores más extremistas y radicales de ambas naciones, rechazaron los acuerdos y, en 1995, fue asesinado el primer ministro Rabin.

A partir de entonces, se hizo imposible avanzar por los senderos de la paz. Israel se transformó en una nación desarrollada ( US 56.000 anuales per capita), implementó un sofisticado complejo militar, organizó avanzados sistemas de inteligencia, todo ello a la par con avances tecnológicos significativos. Los ínfimos territorios palestinos quedaron sometidos al dominio israelí hasta el extremo que la Franja de Gaza ha sido calificada como la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.

En Israel, han triunfado electoralmente los grupos de más extrema derecha capitaneados por Benjamín Netanyahu y aparece clara su pretensión de erradicar  de la región definitivamente al pueblo palestino. El Primer Ministro ha impulsado una reforma de la institucionalidad que somete al Poder Judicial a la voluntad política del Ejecutivo, lo que ha suscitado masivas manifestaciones de rechazo por parte de la población. Muchos analistas incluso han opinado que las garrafales fallas de la inteligencia israelí que hicieron posible que el sorpresivo y mortal ataque de Hamas se concretara, habrían sido deliberadas para justificar el estado de guerra.

El balance es trágico. La cifra de víctimas fatales se acerca a 4.000, tanto por el atentado mismo como por las represalias. Al cierre de este comentario, las fuerzas de Netanyahu se aprestaban para invadir la Franja, con el fin, dicen, de rescatar los rehenes en poder de Hamas. Gaza ha sido privada de alimentos, agua y energía, lo que conducirá inexorablemente a la muerte de niños recién nacidos y de pacientes electrodependientes. Mientras tanto, millares de civiles indefensos huyen desesperados hacia países fronterizos procurado salvar sus vidas y las de sus familias. La ONU, en un estéril llamado a un cese de las agresiones mutuas ha reconocido que es imposible prestar ayuda alimenticia y sanitaria a dos millones de personas sitiadas por la guerra.

Parece absurdo y sin sentido, entretenerse en tratar de encontrar culpables. Lo claro es que las actitudes extremistas e irracionales solo conducen a la perpetuación de una guerra cuyas víctimas son civiles (especialmente mujeres y niños) que solo quieren la paz y el respeto a su dignidad de seres humanos.

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