«El mayor peligro para nuestro planeta es la creencia de que alguien más lo salvará.»

Robert Swan.

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

Fea la actitud

La crisis sanitaria que se avecina sobre nuestro país, debería contribuir a que abramos bien los ojos frente a una realidad que es bastante preocupante.

Las cantidades que cada día nos entregan las agencias internacionales de noticias, no pueden dejarnos satisfechos. Si cotejamos los números de otras naciones con los nuestros, comparando la relación entre las cifras de población y el número de personas contagiadas, probablemente nuestro resultado como país puede considerarse estimulante. Si cotejamos las cifras de contagiados con el número de víctimas letales, también el coeficiente puede considerarse aceptable. Una mirada objetiva a países como España, Italia y el inquietante avance de la pandemia en los Estados Unidos causan espanto y alarman.

Por supuesto, en casos como estos no escasean las críticas a la gestión gubernativa sobre la materia pero, si queremos ser francos, es poco probable que otro gobierno, de otra tendencia, lo hubiese hecho mejor en la línea gruesa. De seguro, habría actuado de manera diferente y habría comunicado su accionar de forma diversa, pero de ninguna manera habría alcanzado resultados sustancialmente diferente.

Pandemias como la que nos ataca, son útiles para develar nuestra realidad.

El virus que se presenta tan agresivo, tiene una gran virtud. No es el caso de que haya mutado a “ser una buena persona” (como imaginó puerilmente el Ministro Mañalich) sino que carece de “sentido de clase”. Los sectores más vulnerables de la sociedad enfrentan en cada momento situaciones de riesgo, ya sea por las condiciones en que habitan, ya sea por las condiciones en que se desplazan, ya sea (entre muchas otras causas) por la carencia de recursos elementales para adquirir los insumos básicos de prevención y autocuidado. En la vereda del frente, el acomodado sector ABC1, que tuvo la oportunidad (como todos los años) de pasar sus vacaciones en Europa, ha sido sin duda un vector importante en el transporte del “bicho” hasta nuestro territorio. Por lo menos, en ese aspecto el corona virus asegura ciertos niveles de equidad.

En otro aspecto, cabe destacar que el problema de la salud en Chile se aborda, desde el reinado de los Chicago boys, a dos bandas. La inmensa mayoría del país se atiende a través de la institucionalidad del Estado (FONASA, Municipios, hospitales públicos) sufriendo a diario todas las carencias que son de sobra conocidas: personal médico y paramédico, disponibilidad de pabellones y camas, exámenes, listas de espera, medicamentos, entre otros). Una minoría selecta, porcentualmente no significativa, se atiende a través de las Instituciones de Salud Previsional (Isapres) y de su red de recintos hospitalarios de alta gama (Clínicas Las Condes, Alemana, PUC- Christus) que operan como un negocio y persiguen la rentabilización máxima de su inversión. Prácticamente la totalidad de los egresados de Medicina de las universidades “cota 1000” encuentran allí su destino y no se conocen casos de profesionales de esta formación que tomen la opción de servir en la salud pública.

La crisis ha sido una clarinada de advertencia, ¿Hasta cuándo el país soportará esta dualidad aceptando que, aunque la Constitución asegura igualdad de todas las personas, tengamos salud para ricos y salud para pobres?

Las medidas adoptadas por la autoridad tienen por objeto preciso controlar la difusión del agente patógeno. Limitar el derecho de reunión y la circulación y contacto entre las personas, establecer cuarentenas y cordones sanitarios, identificar y evitar conductas sociales que favorecen el contagio, son disposiciones simples pero que exigen toma de conciencia y, sobre todo, responsabilidad y disciplina social.

Dicho lo anterior: ¿Es concebible que en el primer fin de semana de vigencia de estas normas, (sí, tal como se lee) miles de autos, procedentes de las comunas del sector Oriente de la capital, se hayan desplazado a la costa para surfear o gozar de un fin de semana estival? ¿Puede tolerarse que, como lo denunció el propio alcalde de Vitacura Raúl Torrealba), se hayan multiplicado las fiestas y celebraciones y se haya elevado el consumo de alcohol a niveles extremos. Estamos hablando de personas, jóvenes y adultos, que generalmente presumen de haber estudiado en los mejores colegios y tener los mayores niveles de cultura. Una actriz, Evangelina Lilly, desfachatadamente declara que no cumplirá la cuarentena porque “prefiere la libertad por sobre la vida”. En la prensa (El Mercurio 26.03.2020) la psicóloga Solange Anuch opina: “El mecanismo social de la generosidad y la solidaridad se ha visto empobrecido en las últimas décadas por la cultura del consumismo e individualismo porque ya no se educa sobre lo que significa la convivencia social y el bienestar del otro”.

Resulta admirable la opinión del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo: “No sé qué parte es la que no entienden. Es insensible, es arrogante, es autodestructivo, es irrespetuoso con otras personas y esto tiene que parar. Esto no es una broma”. Se trata de un político que no tiene temor en enfrentar a sus ciudadanos.

El análisis de Solange Anuch frente a los infractores es duro: “Se trata de personalidades inmaduras, extremadamente egocéntricas y pobres en empatía que muestran indiferencia y displicencia con el otro y, en estas situaciones, esto se hace mucho más evidente. Es la actitud del pedante que considera cobardes y temerosos a quienes respetan las normas y que, probablemente, no estén muy sanos psicológicamente.

Al cierre de este comentario, el pastor Richard Faúndez, de la Iglesia Evangélica del Nazareno, en San Pedro de la Paz, justificaba la realización de cultos con alto número de asistentes, y en Los Ángeles, el polémico obispo católico Felipe Bacarezza alzaba su voz para desconocer las disposiciones de la autoridad al respecto.

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