«La injusticia en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes».                                        

Martin Luther King

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LA DESIGUALDAD EN CHILE.

Maroto

Desde Canadá.

La desigualdad social es uno de los temas prioritarios en Chile. Es innegable que desde la recuperación de la democracia se han logrado avances importantes en esta materia; sin embargo, aún hoy, la desigualdad sigue siendo una realidad que no es posible negar. La desigualdad está presente en la educación, las oportunidades de empleo, la distribución del poder político y económico y la discriminación que afecta a ciertos grupos de nuestra sociedad, solo por nombrar algunos ámbitos.

El PNUD, en el libro DESIGUALES, Origines, Cambios y Desafíos de la Brecha Social en Chile, ha señalado con claridad que la desigualdad “perjudica al desarrollo, dificulta el progreso económico, debilita la vida democrática, afecta la convivencia y amenaza la cohesión social”. Desde este punto de vista, el PNUD reitera que luchar contra la desigualdad no representa solo un imperativo ético, sino que es también una prioridad y requisito para la sostenibilidad del desarrollo de los países.

Para abordar este tema es necesario primero entender a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de desigualdad. El PNUD, en el libro antes mencionado, nos ofrece un concepto de desigualdad que centrándose en lo social, aporta un marco de referencia de mucha utilidad para esta discusión. Según el PNUD, la desigualdad social debe entenderse como “las diferencias en las dimensiones de la vida social que implican ventajas para unos y desventajas para otros, que se representan como condiciones estructurantes de la vida, y que se perciben como injustas en sus orígenes o moralmente ofensivas en sus consecuencias, o ambas”.

Utilizando esta definición, el PNUD logra identificar “seis nudos” que representan las mayores desigualdades en nuestro país; nudos que debieran estar en el centro del debate político y económico y de cualquier propuesta que intente abordar seriamente este urgente problema que aqueja a Chile.

Una estructura productiva que genera circuitos diferenciados de productividad; la existencia de un pequeño número de empresas altamente productivas cuyos trabajadores reciben buenos salarios y cuentan con estabilidad laboral; y un gran número de empresas de baja productividad cuyos trabajadores reciben bajos salarios y se ven afectados por una inestabilidad laboral permanente.

Un sistema educativo deficiente; si bien los esfuerzos de los últimos años han logrado aumentar significativamente la inclusividad del sistema educativo chileno, han sido insuficientes para generar condiciones que garanticen el acceso igualitario a una educación de calidad y la movilidad social necesaria para que aquellos jóvenes de primera generación de estudios superiores y escasos recursos, puedan acceder a oportunidades de empleo en condiciones de igualdad.

Un Estado que aún no ha asumido a cabalidad su responsabilidad en la resolución de las deudas sociales pendientes; el Estado Chileno se ha auto limitado en su capacidad de tener un rol más gravitante en materia distributiva.

Una clara inequidad en la distribución de los ingresos; lo que se manifiesta en que el capital y los ingresos asociados a éste se encuentran concentrados en un conjunto de grupos económicos, cuya propiedad está en manos de un grupo muy reducido de personas.

Una política controlada por la elite; sin perjuicio de los importantes avances democráticos, la Política se percibe secuestrada por la sobre representación de quienes pertenecen a la elite del país, generando una sensación de distancia y falta de empatía con la mayoría de la población.

Un conjunto de normas y patrones culturales que justifican o critican la desigualdad existente; la tensión entre aquellos que exacerban el valor del mérito y las credenciales educativas y los que critican el abuso de los contactos y privilegios de clase, agudizan la existencia y percepción de la desigualdad.

En tiempos de elecciones y candidaturas presidenciales, es importante preguntarse qué opinan sobre este tema quienes aspiran a ocupar el sillón presidencial. ¿Quiénes de ellos reconocen la desigualdad social como un problema prioritario en Chile y quienes la niegan o simplemente la ignoran?

¿Cuál es la posición de Sebastian Piñera, Beatriz Sánchez, Alejandro Guillier y Carolina Goic, frente a cada uno de los seis nudos identificados por el PNUD? Tienen sus programas de gobierno propuestas concretas para avanzar en cada uno de estos temas o se conforman con simplificar burdamente este problema argumentando que la teoría del chorreo y las dinámicas del mercado aportarán una suerte de solución mágica para ellos?

¿Cuáles de los candidatos antes mencionados tienen la suficiente preparación y capacidad de formar equipos, coherentes desde el punto de vista ético y altamente capacitados desde el punto de vista técnico y profesional, como para hacer frente a problemas de tamaña complejidad?

Y, finalmente, ¿quién de ellos tiene mayor libertad de acción e independencia respecto de los poderes fácticos políticos y económicos, como para tomar las decisiones necesarias que permitan seguir avanzando en los cambios requeridos, sin tener que responder a compromisos que benefician agendas particulares y no a todos los chilenos y chilenas?

Las respuestas a estas preguntas no son obvias, pero no por ello debemos dejar de buscarlas. Hacerlo, es parte de nuestra responsabilidad ciudadana.

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