
LA TIERRA, UN PLANETA GEOLOGICAMENTE ACTIVO
La Tierra se mueve, y no nos referimos a su movimiento de rotación y traslación alrededor del Sol, sino que a movimientos internos llamados movimientos telúricos, que en sus grados máximos se conocen como temblores o terremotos. Hoy existen instrumentos muy sensibles llamados sismógrafos que permiten detectar y medir la intensidad de los movimientos telúricos. Dichos sismógrafos se instalan alrededor del mundo y son usados por especialistas para explorar el interior de la Tierra. De esta manera se ha llegado a la conclusión de que la Tierra tiene varias partes internas: Un núcleo denso y caliente de unos 3500 km de radio, un manto que se extiende por unos 3000 km y la corteza que es una delgada zona que alcanza un grosor promedio de unos 8 a 15 km bajo los océanos y unos 20 a 50 km bajo los continentes. La alta densidad del núcleo (unos 12000 kilogramos por metro cúbico) hace sospechar que está constituido principalmente de metales como el hierro y el níquel. El manto estaría compuesto de materiales rocosos ricos en oxígeno y silicio. La corteza estaría compuesta en gran parte de granito y en menor medida de basalto. La baja densidad del granito hace que la corteza parezca “flotar” sobre la capa de materia más densa que conforma el manto.
La mayoría en Chile estamos acostumbrados a los temblores, y varios vivimos el último gran terremoto del 27 de febrero de 2010. Sin embargo, solamente desde mediados de 1960 se vino a tener una idea cabal del origen de estos fenómenos. La corteza terrestre y parte del manto superior está “fracturada” en un numero de “placas”. Dichas placas continentales se mueven una contra otra por efecto del calor que proviene desde el interior de la Tierra, que desplaza grandes cantidades de material del manto por efecto del fenómeno de convección. Este es un proceso físico que ocurre cuando un líquido o gas es sometido a una diferencia vertical de temperatura. Las masas se desplazan de las regiones más calientes e interiores a la regiones más frías y exteriores. Los terremotos ocurren cuando las placas continentales se desplazan una contra otra liberando cantidades enormes de energía. Chile se encuentra justo sobre la línea divisora entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana, eso hace que nuestro país sea un lugar muy activo desde el punto de vista sísmico.
Curiosamente, una de las formas más precisas de medir el desplazamiento de las placas continentales es a través de la observación de cuásares, objetos astronómicos muy alejados de nosotros (ubicados a cientos de millones de años luz de la Tierra) que se cree corresponden a núcleos activos de galaxias jóvenes. Estos objetos están tan alejados que cualquier movimiento que tuviesen no puede ser detectado por nosotros. Por lo tanto, cualquier movimiento real que se detecta desde un telescopio en la Tierra debe necesariamente ser interpretado como el movimiento del lugar donde se está observando, en particular de la placa continental en la que se encuentra el telescopio. Una red mundial de radiotelescopios operando en concordancia, como el TIGO ubicado en los terrenos de la Universidad de Concepción, permite establecer el movimiento de las placas continentales. De esta manera se ha detectado que en condiciones normales las placas continentales se mueven a velocidades del orden de unos pocos centímetros por año. Sin embargo, durante un sismo, este movimiento es mucho mayor. Por ejemplo, durante el terremoto del 27 de febrero de 2010, la ciudad de Concepción se desplazó 3 metros hacia el oeste.
Se ha calculado que hace unos 200 millones de años, todos los continentes formaron un solo supercontinente llamado Pangea. En ese tiempo los grandes reptiles podían pasar de Rusia a Norteamérica vía Francia por camino seco.
Simulaciones computacionales permiten vislumbrar cómo serán los continentes en varios millones de años más. Sorprendentemente, el retorno a una gran masa continental es lo que nos espera en el futuro lejano.
Los terremotos nos recuerdan trágicamente que vivimos en un mundo geológicamente activo. Las implicaciones de esta encrucijada natural en la que nos encontramos, son fuertes para todas las sociedades que los han experimentado. El terremoto del 27 de febrero de 2010 le costará a Chile 30.000 millones de dólares, equivalente al 12% de su Producto Interno Bruto. El costo de vidas humanas es quizás la marca más dolorosa de un terremoto, una pérdida irrecuperable desde todo punto de vista.
Los volcanes y sus erupciones son otro resultado de la tectónica de placas. Ellos son chimeneas que conectan el interior de la Tierra con el mundo “de arriba”. Durante las erupciones volcánicas, fluye a través de las chimeneas material incandescente que proviene del manto terrestre.
Erupciones como la del volcán Santa Elena en el estado de Washington el 18 de mayo de 1980 o la del volcán Chaitén en el sur de Chile en mayo del 2008, son eventos catastróficos que pueden liberar más energía que la detonación de miles de bombas nucleares juntas.
El 8 de marzo de 1979 se vio por primera vez actividad volcánica en el sistema solar fuera de nuestra Tierra. Se trataba de las imágenes de la luna de Júpiter Io enviadas por la sonda espacial Vogayer I, que se encontraba ubicada en ese momento a 4.5 millones de kilómetros de distancia de Io. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y demostraron que el volcanismo no es una propiedad sólo de la Tierra y que existen otros mundos geológicamente activos aparte del nuestro.
…La ciencia al día, la ciencia acercándose a la gente.