
Las uvas de la ira
El actual Gobierno llegó al poder sobre la base de dos promesas que difícilmente podrán ser olvidadas por la ciudadanía: seguridad ciudadana (“delincuentes: se les acabó la fiesta”) y un horizonte de muy buen manejo de la economía (“vendrán tiempos mejores”).
El tema de la delincuencia y la seguridad ciudadana no es materia de nuestra competencia, así que lo que nos corresponde es dejarlo de lado. Cada persona en dieciocho meses ya se ha formado su opinión y sería un poco abusivo echarle gasolina al fuego. Ahora bien, como cualquier habitante de este país, tenemos el derecho de destacar que todas las medidas administrativas y legales que se han implementado responden a lo que podríamos denominar como “ideología de la represión”: más penas, más controles, más cárceles, para el delincuente común y corriente; clases de ética, penas en libertad, multas irrisorias, para el delincuente de cuello y corbata que se colude, que evade impuestos, que cohecha y soborna. Ni una sola medida que ataque el fondo del problema, que vaya a dónde están las causas del delito, que busque rehabilitar personas y no empujarlas a repetir y reproducir malas conductas.
Todas las encuestas y todos los estudios de opinión (también los pagados por el Ejecutivo con fondos públicos), coinciden en diagnosticar que en la sociedad chilena hay un ambiente de frustración y pesimismo, factores de los cuales no es fácil sacudirse.
Los empresarios simplemente no invierten porque no tienen confianza. Prefieren llevar sus capitales a otra parte ya que ni siquiera la tan cacareada “reforma tributaria” les es suficiente para tomar decisiones de “inversión productiva” en el país. Sin embargo, no mezquinan destinar recursos a “inversiones comunicacionales” pues viven aferrados a la convicción de que el control de los medios les permite crear “climas de opinión” favorables a la sustentación perenne del “modelo”.
Los datos disponibles no dejan de ser preocupantes para los expertos de siempre.
“El Mercurio” (13.09.2019) sorprendió con la información obtenida de Clapes (centro de investigación de la U. Católica y que dirigiera el actual Ministro de Hacienda Felipe Larraín. “Incertidumbre económica alcanza record histórico en agosto”, titula el diario de Vitacura. Atribuye esta situación a la guerra comercial entre los EE.UU. y la República Popular China, a la crisis económica que desató en la Argentina el resultado de las elecciones primarias realizadas el mes pasado (y que prácticamente condenó a la derrota al gobierno derechista de Mauricio Macri) y a la discusión interna en torno a la jornada laboral. “A eso se suma la debilidad en las proyecciones de crecimiento”, factor este último ligado a las decisiones de inversión trabadas por el ambiguo manejo de la economía.
Mientras Larraín procura levantar el ánimo nacional con anuncios sucesivos de “brotes verdes” o con llamados a “rezar”, la realidad golpea con fuerza su optimismo.
El poderoso banco de inversión estadounidense JP Morgan, sumándose a diversos organismos internacionales, recorta su proyección de crecimiento para Chile rebajándola del 2,6 al 2,4%, fundando su vaticinio en el casi nulo crecimiento de la actividad no minera en julio (0,1%), para concluir que no valida la proyección oficialista de un crecimiento del Producto Interno Bruto entre 3 y 3,5% para el año 2020, ya que sus expertos, aun con los estímulos monetarios determinados por el Banco Central, no se aventuran más allá del 2,3 al 2,8%.
Por su lado las ventas de vehículos nuevos, registraron en agosto una caída inédita superior al 14,6% lo que significa que la clase medio-alta no ve con buenos ojos el porvenir como para endeudarse a largo plazo.
Sectores económicos poderosos hacen explícitos sus temores en cuanto a que la realización en el país de la 25° edición de la Cumbre de las Partes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 25), programada para el 2 al 13 de diciembre, nos arrastrará a asumir compromisos medio ambientales que afectarán las decisiones de inversión y limitará la expresión crítica de nuestros empresarios.
Pero, todos los hechos comentados ¿a quién le importan?
La realidad efectiva del trabajador chileno está muy lejos de estos datos que preocupan a elites que se mueven en un mundo superestructural. Quienes rigen nuestro destino, para bien o para mal, no han sido capaces de elaborar un relato que sirva para que cada chileno se convenza de que todos estamos arriba de una misma barca que nos debe llevar a un desarrollo justo y equitativo. Si todo lo que hacemos va en beneficio de los mismos de siempre, entonces ¿para qué remar?
Muy buena Columna, claro que hay decepción con el gobierno, claro, pero también hay decepción con los que se dicen de oposición .
Acaso la DC, El PPD, El PS… Son oposición, o bien funcionales al sistema.