Migración: Fronteras Simbólicas e Identidad Otorgada
(Racismo Cotidiano)
En Chile, durante los últimos 30 años de vida democrática, se han ido estableciendo leyes y decretos coyunturales de corto plazo ante el fenómeno de la inmigración, acordes a las necesidades político-ideológicas del modelo de desarrollo dominante, sobre la base de un marco legislativo constituido históricamente, en relación a dos hitos principales: La idea positivista del blanqueamiento de la raza, asociada a la migración selectiva, y la política de seguridad interior del Estado, asociada al decreto de ley 1094.
La idea positivista del blanqueamiento de la raza comprende, al igual que en el resto del continente, al período de modernización de América Latina, y a las construcciones de Estados-naciones, donde se atraían a inmigrantes que provenían de diversas partes del mundo, pero principalmente inmigrantes europeos, como parte de la política de atracción selectiva. Dicha política tenía un claro contenido racista que buscaba dotar al país de una estructura social, económica, política y cultural superior. Y la política de seguridad del estado establecida en el periodo dictatorial de 1973, el cual restringía la entrada de extranjeros, principalmente por características político-ideológicas.
Ambos ejes paradigmáticos dan forma a un marco regulatorio de orientación racista y policial, que ha devenido en procesos sistemáticos de discriminación, exclusión y segregación, hacia un visitante sospechoso, que no porta las características del chileno deseado. A su vez, constituyen una identidad otorgada en esta doble dimensión, un estigma, visualizado a partir de significados en torno a su origen racial, representado como una amenaza al orden, la seguridad y la identidad chilena.
Para cualquier Estado y para cualquier sociedad, la presencia de un otro diferente, en este caso los inmigrantes, pone de relieve la presencia de innumerables representaciones sociales, políticas y simbólicas, a la vez que abre el debate sobre el alcance de los derechos políticos, civiles y sociales
La identidad otorgada hacia la población inmigrante latinoamericana, en la doble dimensión, tendrá una repercusión fuerte en el plano de los derechos ciudadanos, y en el ejercicio participativo pleno de la sociedad en que se insertan. De igual manera, la segregación y/o exclusión laboral, deviene en una ruptura de los vínculos sociales y, en consecuencia, en una restricción de las posibilidades de acción en el entramado social. Todos estos elementos, van a obstaculizar la ejecución plena del ejercicio ciudadano de la población inmigrante latinoamericana y del Caribe.
Cuando se habla de ciudadanía, se hace alusión no solo a los mecanismos estructurales de carácter jurídico, social, económico o político que determinan quienes poseen o no dicho estatus, sino que también, a la participación plena en la vida pública y de la comunidad, y a las formas culturales arraigadas que impiden a sectores de la población el disfrute real de esta condición de ciudadanía plena.
Es la negación del rol, del ser y pertenecer a la categoría de ciudadano, la que determina una constante tensión y “asimismo, y puesto que la ciudadanía no es simplemente un estatus legal (sino) también una identidad, [es] la expresión de una pertenencia a una comunidad política” (Kymlicka y Norman 1997: 27, citado en, Caggiano 2005: 41).
En este sentido, la inmigración de origen latinoamericano y caribeño que comienza a darse en la década de los 90’, va a representar una nueva diversidad cultural, racial y social y, en consecuencia, un conflicto simbólico. Dichos símbolos, materializados en rasgos fenotípicos propios de los pueblos indígenas y afrodescendientes, negados históricamente en los procesos de construcción de la identidad chilena, se hacen visibles en los espacios cotidianos de interacción, primero con la llegada masiva de inmigrantes peruanos, bolivianos y ecuatorianos en los 90’, y luego, con la llegada masiva de inmigrantes colombianos, dominicanos y haitianos durante la primera década del siglo XXI.
Según el SERMIG en conjunto con el INE publican una nueva estimación de las personas migrantes en Chile. Según los datos, el total estimado es de 1.625.074 personas extranjeras residentes al 31 de diciembre de 2022. Respecto a 2021, el aumento absoluto de la población fue de 60.914 personas, y el relativo de 3,9% (SERMIG, 2023).
El crecimiento exponencial de la comunidad migrante, no sólo se expresa en cantidad, sino que también en nuevas expresiones culturales, formas de habitar la ciudad y nuevas formas de relacionarse con los chilenos. Dichas relaciones están cargadas de percepciones negativas, por parte de chilenos y chilenas, percepciones que se circunscriben en la discriminación, por raza, por idioma, por trabajo y por ser diferente, lo que principalmente configura un racismo cotidiano, el cual encontramos en las prácticas y discursos del sentido común de la población chilena, donde se pueden encontrar actos, percepciones y criterios que aluden a la comunidad inmigrante. Es en esta vida cotidiana más común, desde las interacciones con los chilenos y entendiendo que: “La cotidianeidad es por definición lo que fluye, lo corriente. En ese fluido de normalidad la conciencia observadora ni pregunta ni interpreta. Todo ya está situado en su lugar y entre ellos, el sujeto transcurre sin hacerse presente como el que soporta todas las distinciones que estructuran esa realidad” (Canales, 1995, pág. 3). Esto es relevante, considerando que las representaciones sociales, no son de carácter inmanente, sino por el contrario, emergen desde una lógica de poder, en el cual los grupos dominantes legitiman su poder a través de la construcción de los otros, en este caso entendidos como “inferiores”. En este sentido, entender la forma en la cual se ha construido socialmente al inmigrante en Chile, nos lleva a entender la forma en la cual históricamente nos hemos concebido a nosotros mismos como sociedad, la cual se presenta como una nacionalidad chilena superior, europeizada y enmarcada en procesos históricos e institucionales que han ido configurando estructuras cognitivas y de significado hacia “el otro”.
Sin embargo, usted ¿cómo percibe la migración?, ¿somos conscientes realmente de las conductas de discriminación que ejercemos sobre otros?
Fuente de figura:
Déjanos tu comentario: