
MITOS SOBRE LA ENERGÍA Y LA MATERIA [*]
Transcribo este texto de 1979 por su aporte a la discusión sobre el tema de la energía ante la declinación de las materias primas energéticas fósiles y los poco atinados e irracionales sustitutos, como es el caso del hidrógeno ‘verde’, que se están planteando desde el Norte opulento en este Siglo de la Gran Prueba.
[*] “Myths about energy and matter”, Growth and Change, enero 1979 pp. 16-22. Texto de Nicholas Georgescu-Roegen. Traducción de Óscar Carpintero (N. del E.) |
El progreso tecnológico nunca ha proporcionado a la humanidad fuerzas físicas tan milagrosas como en las décadas pasada 1. Ahora podemos viajar a la Luna. Podemos ver a todo color lo que está ocurriendo incluso en las antípodas de donde nos encontramos. Para hacerlo posible, la información debe ser transmitida de un lugar a otro a la velocidad de la luz, y las personas poder viajar a una velocidad comparable a la del sonido. La moderna tecnología ha reducido, efectivamente, los límites de nuestra morada terrestre. Ahora podemos contemplarla como si sólo fuera un pequeño patio trasero. Pero a pesar de los maravillosos logros de la ciencia y la tecnología modernas, el cuadro del mundo que tal descripción conjunta ofrece nos revela que la humanidad nunca ha estado en una situación más crítica que en toda su historia conocida. Hablamos de esta o aquella especie amenazada, pero no parece que nos demos cuenta de que, quizás, nosotros somos la más amenazada de todas.
La tecnología también nos puede calcular, en unas pocas horas y con la ayuda de un ordenador, un millón de decimales para el número π o incluso más si quisiéramos. Leibniz, el hombre que descubrió la fórmula sobre que se basa el trabajo del ordenador, habría necesitado no menos de 30.000 años para realizar la misma operación. Pero ni siquiera todos los ordenadores del mundo nos pueden ayudar a hallar lo que ocurrirá con la especie humana durante las próximas décadas, por centrarnos sólo en la duración probable de la vida humana. ¿Cuánto tiempo podemos creer que durará la vida de la especie? ¿Será más o menos larga que la de los dinosaurios, que duraron 120 millones de años?
Intentar proporcionar una respuesta a esta pregunta, incluso tentativa, es una tarea imposible. El hecho es que no sabemos qué es lo que ha causado la desaparición de otras especies ni incluso por qué algunas especies se van a extinguir mientras las estamos viendo. Si podemos predecir de manera aproximada cuanto vivirá un perro en promedio y en qué momento terminará muy probablemente su vida, es únicamente porque hemos observado en repetidas ocasiones la vida de un perro desde el nacimiento hasta su muerte. Pero no hemos tenido -y nunca tendremos- la oportunidad de observar otra especie similar a la nuestra que ya haya nacido, envejecido y se haya extinguido, incluso aunque exista un número inmenso de ellas en la vastedad del universo. Ésta es la dificultad para cualquier estudioso de la evolución, ya sea en la biología, la sociología o la tecnología 2.
Podemos alardear del poder de la ciencia tanto como queramos, y no sólo tanto como deberíamos propiamente hacerlo. Sin embargo, todo lo que la ciencia puede hacer ante este problema particular es permitirnos adoptar una visión sobre nuestra existencia que no sea a vista de pájaro, sino a vista de lombriz, a ras de suelo. Como una lombriz, sólo podemos ver extremadamente poco de lo que hay frente a nosotros, y con frecuencia ni siquiera eso.
En este momento, tal verdad es quizás más importante que en cualquier otra época de la historia. Ya seamos optimistas o pesimistas, actualmente todos reconocemos que no es algo ocioso la cuestión de si la humanidad será capaz de mantener por mucho tiempo el nivel de confort industrial al que ahora somos irremediablemente adictos. Testigo de ello son los aparentemente innumerables expertos en energía con pasión sobre el problema con mayor o menor frecuencia, contribuyendo así a la confusión del público en general.
El papel de los recursos naturales
La gente de todas las épocas ha sabido que los recursos son agotables. Las minas de hierro y cobre han sido abandonadas continuamente debido que al final las leyes del metal no eran lo suficiente ricas. Tomemos como ejemplo los famosos yacimientos de petróleo de Ploiesti en Rumanía, que constituyeron un objetivo estratégico importante durante las dos últimas guerras mundiales y que, en una ocasión, situó a Rumanía en el tercer lugar del ranking de países productores de petróleo. Hoy están completamente agotados. Y lo que ocurrió con aquellos yacimientos pasó también en muchos otros casos (los yacimientos de Pensilvania son también un buen ejemplo), y ocurrirá al final con todos los yacimientos de petróleo.
La importancia de los recursos naturales en la vida de nuestra especie está escrita sobre la faz de nuestra historia. La gran migración que desplazó tribu tras tribu desde Asía a Europa durante los primeros mil años de nuestra era se desencadenó por el agotamiento de los nutrientes del suelo después de miles de años de pastoreo y sobrepastoreo. Todas las guerras han sido libradas por la posesión y el control de recursos naturales, incluso aunque el grito de combate fuera ideológico. Las guerras “limitadas” que en la actualidad se desencadenan en un lugar y luego se abandonan en otro no ponen en tela de juicio esta verdad.
A pesar de todo esto, la economía moderna no ha prestado atención al papel que desempeñan los recursos naturales en el proceso económico. Sus servidores han estado influidos por el dogma mecanicista que dominó el pensamiento científico hasta casi fines del siglo pasado. Conviene recordar que W. Stanley Jevons afirmó orgulloso su objetivo de erigir una ciencia de la economía como una “mecánica de la utilidad y del interés propio”. Sin embargo, los economistas convencionales pueden haber estado cegados también por la singular opulencia de los últimos cien años; opulencia que fue posible gracias a un avance tecnológico sin parangón apoyado, a su vez, por una fantástica bonanza de riquezas minerales. Pero mientras que los economistas pueden invocar tales circunstancias atenuantes para justificar su orientación en el pasado, nada puede absolverlos de persistir en la misma posición y defenderla con argumentos sin sentido que bordean el mito.
Fuente:
Nicholas Georgescu-Roegen. ENSAYOS BIOECONÓMICOS, pp. 127-
Edición de Óscar Carpintero. 2ª Edición, 2021
Clásicos del Pensamiento Crítico.
Editorial CATARATA
[*] “Myths about energy and matter”, Growth and Change, enero 1979 pp. 16-22.
Texto de Nicholas Georgescu-Roegen. Traducción de Óscar Carpintero (N. del E.)
1 Me gustaría que este artículo fuera tomado como una muestra de mi gratitud por William H. Myernik y de mi simpatía intelectual hacia él.
2 N. Georgescu-Roegen, Energy and Economic Myths; Institutional and Analytical Economic Essays; Nueva York, Pergamon, 1976.
3 https://www.ecologiapolitica.info/wp-content/uploads/2016/05/035_Murray_2008.pdf
4 Videos relacionados:
https://www.youtube.com/watch?v=REMT6qzc5-A
Gracias Augusto por tu comentario. Debo reconocer que tu observación sobre el párrafo final es acertada y concuerdo contigo en eso de la calificación de la opulencia (opulencia claro, pero solo reservada para una reducida élite, a costa de mantener a centenas de miles de pobres en el mundo para contribuir a ella).
Cabe sí remarcar que ese ensayo (o parte de un ensayo) fue escrito por el gran economista, «no convencional ni crematístico», Georgescu-Roegen, en 1979. Está inserto en el muy recomendable libro compilado por Óscar Carpintero, que hace poco terminé de leer. Son destacables los grandes aportes a la ‘verdadera economía’ de ese gran estudioso.
(Comparto una entrevista al economista español ‘Oscar Carpintero: https://culturaenlatierra.com/oscar-carpintero-redondo/).
Muy bien que sea recordado hasta el cansancio este tipo e asunto de crucial importancia para la humanidad.
Claro que en algunos puntos el articulista, para mi gusto, debería ser menos «neutro» y más explícito para referirse a los conflictos interminables de intereses que están detrás de todo esto, inclusive detrás de la supuesta «ceguera» de los economistas y autoridades diversas.
También es discutible aceptar que el mundo todo ha pasado por épocas «de opulencia», mientras hay millones de miserables y hambrientos en todos los países (incluso en los más ricos y «opulentos»), cuando no en países y continentes casi enteros (P. ej. África). Qué opulencia es esa, con aumento permanente de injusticias y concentración de renta, respaldado por teorías y dogmas económicos genocidas, como es el neoliberalismo ?
Obviamente, como paño de fondo y oculto por el cotidiano infernal de los más sufridos, está en juego la conservación de la Naturaleza, la extinción de diversas especies y la sobrevivencia de la propia humanidad.