OTRA REFLEXION POLITICA. JAPON.
En 1945, la industria y el capital humano del Japón estaban destruidos. Pero, en menos de dos décadas después, fue sede de los Juegos Olímpicos de Tokio. Se mostró al mundo como una potencia.
La nación del Sol Naciente.
Solo dos décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial, Japón le demostró al mundo que las heridas habían sanado. Las dos bombas atómicas que redujeron a cenizas a por lo menos 100.000 de sus habitantes y la destrucción de su industria y economía, se habían superado. En 1964 el país fue sede de los Juegos Olímpicos y aprovechó la atención internacional para inaugurar el primer tren bala del planeta. Su velocidad: 300 kilómetros por hora.
Japón ¡líder en innovación tecnológica!
Como un milagro calificaron muchos la reaparición de Japón en el escenario internacional. Sin yacimientos mineros o de petróleo y con menos del 11 por ciento de sus tierras cultivables, supo aprovechar un capital aún más importante: el humano.
Después de la guerra, los japoneses se dedicaron a reconstruir su país y desarrollar nuevas tecnologías. Rápidamente la nación avanzó en innovaciones para el sector automotor y comenzó a brillar en grupos como el de la informática, la electrónica y la robótica. Sus productos competitivos comenzaron a ser muy demandados en los mercados internacionales y esto fomentó la circulación de moneda extranjera dentro del país e impulsó la reactivación de la infraestructura y la economía.
¿Cómo Japón dejó de ser una nación aislada para convertirse en potencia?
Los japoneses incorporaron un concepto novedoso que se convirtió en una meta nacional: la calidad total. Gracias a ella han sobresalido en los mercados extranjeros y superado las crisis y cambios macroeconómicos.
“El nivel de su educación, la dedicación y disciplina para trabajar y alcanzar metas a largo plazo, la calidad de vida, longevidad de su población y los bajos niveles de desempleo terminaron por convertirlo con los años en un referente en innovación tecnológica y en la tercera potencia económica del mundo”. (Manuel Guerrero).
La sobrepoblación, un medio hostil, un complicado relieve, amplios y frecuentes riesgos ambientales, dependencia alimentaria exterior, ausencia de minerales y escasez de otras materias primas y fuentes de energía. Estas son las condiciones de muchos países subdesarrollados, que limitan el avance de las sociedades que los habitan, y obligan a destinar una gran cantidad de recursos a la mera supervivencia.
¿Cómo con estas condiciones Japón, es el segundo país más rico del mundo? ¿Es posible copiar su modelo de desarrollo? ¿Se pueden superar las limitaciones ambientales en nuestros países, al igual que en Japón?
El modelo de desarrollo nipón parte de la restauración pragmática de la nobleza japonesa para hacer frente a las potencias occidentales que a mediados del siglo XIX estaban imponiéndose en Asia oriental, a base de tratados comerciales desiguales, gracias a su superioridad militar. Se trató de una auténtica revolución que cambió el sistema económico, territorial, político y, en parte, social. Este hecho histórico único marcó los puntos claves del modelo nipón.
El Estado empezó a intervenir en la economía protegiendo la producción y dirigiendo la industrialización. El objetivo era evitar que las mercancías occidentales inundaran el mercado y desviaran la riqueza del país a Occidente y mantener el honor del Estado.
Para ello se requería modernizar, es decir, industrializar el país para autoabastecerse. Pero Japón es un país pobre en materiales industriales y fuentes de energía; por tanto, no tenía ninguna capacidad para hacerlo. La solución fue importar estas materias primas y fuentes de energía de otros Estados asiáticos, transformarlos mediante la industria y aportarles un valor agregado para después abastecer Japón y protegerse de las importaciones extranjeras, si bien acabó vendiendo también en los mercados orientales, lo que permitiría sufragar los costos de las importaciones con el valor añadido de las exportaciones.
El mayor problema era que se carecía de una clase industrial con iniciativa emprendedora. En consecuencia, el Estado expropió la tierra a la alta nobleza y les pagó con bonos para destinar a la industria. El Estado se hizo cargo de invertir en las industrias, adquirir la maquinaria y tecnología occidentales y formar a técnicos, bien enviando estudiantes a Occidente o atrayendo occidentales cualificados. Cuando estas industrias eran rentables, las ponían a la venta por debajo de su valor, lo que evitaba la necesidad de la iniciativa empresarial y generaba directamente una rica burguesía que se estaba beneficiando de una industrialización que no había iniciado, pero que disponía de bonos para destinar a su continua modernización o al desarrollo de nuevas fábricas. Las elites del país acabaron haciéndose con numerosas industrias de diferentes sectores y generaron grandes conglomerados empresariales.
Japón se había sumado a la Revolución Industrial.
La clave: EL HONOR.
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