PERRO, CELULAR, AUTO Y PARCELA
El sistema económico actual, más conocido como capitalismo salvaje, fue impuesto en tiempos de la dictadura pinochetista y en ella, todos los chilenos entramos en una perversa espiral de materialismo egoísta, avariento y depredador, que parece encontró freno a partir del pasado 18 de octubre. Ahí, en medio de la sangrienta represión gubernamental, surgió una pequeña luz en donde el gobierno ha entregado algunos estímulos económicos a los más pobres. Debemos volver al bien común como objetivo social del estado que nunca debió abandonar.
Mientras tanto, en nuestras aldeas pueblerinas, la mayoría se desespera por seguir aumentando sus caudales desde la infancia, cuando lloran por tener “un perrito”, mascota de la cual quedan prendados, sin advertir que el animal comerá, defecara, crecerá y tendrá ganas de reproducirse, pero como se trata de hacer feliz al mal enseñado, nadie se preocupa de eso y cuando ambos crecen, el pobre quiltro es lanzado abandonado, como los que abundan en plazas y calles.
Una vez satisfecho el capricho anterior, los “enanos” ahora van por el otro juguete como es “el celu”, creado para facilitar las comunicaciones importantes, acceder a informaciones o guardar cosas de cierto valor sentimental. Este artilugio como va creando dependencia y el mercado ofrece cada vez más tecnología aplicada, llegan a sus 20 años con varios de esos aparatos, a tal extremo que en la actualidad hay más celulares en nuestro país que habitantes.
Cuando ya llega la juventud, el deseo es tener “un cacharro”, aunque sea de décima mano, porque la sociedad consumista actual impulsa a la mayoría a tener algo para moverse. Es entonces cuando el “cuatro ruedas” adquiere ribetes de necesidad imperiosa de mostrarle al mundo que mi auto es una seria prolongación de una personalidad que debe proyectarse como un profesional exitoso, joven, dinámico, que ha conquistado el mundo. Tanto el celular como el auto, suelen acompañar hasta el fin de sus días.
Finalmente, cuando ya se entra en la tercera edad, es necesario un lugar más reposado para descansar, un espacio para recrear ese niño campesino que alguna vez fue y por eso, la parcela surge como el lugar ideal para los años dorados. Ahí aparece la gran casa, irónicamente para dos personas mayores, que es invadida por familiares y amigos que usan y abusan de las instalaciones, dejando a los dueños de casa con una gran tarea. Algunos se han dado cuenta de esta realidad y varios problemas más, prefiriendo venderlas contra la voluntad de hijos y nietos “carreteros”.
Así las cosas, muchos llegan a la vejez volviendo a su vida natural, sana, campesina, cristiana y simple que conocieron en su infancia de los cuarenta y cincuenta. Ahí empiezan a advertir que deben empezar a despedirse de los bienes adquiridos con sacrificio y volver a los tesoros de una vida sencilla, en donde “la salud es lo principal” y reencontrarse con la naturaleza de una sombra agradable, un agua con harina, un plato de fruta fresca de estación, un agua de hierbas naturales, una lectura amena, una actuación folclórica, un paseo comunitario y en fin; todo aquello que aprendió en su infancia y que la misma vida le puede enseñar a recuperar.
Excelente su artículo señor.
Este es el tema en que nos metió el Neoliberalismo y con estoas aspiraciones nos vendo la vista y los oídos.
Si despertamos, vean entrevista de Rodrigo Mundaca y luchemos por la recuperación de las aguas ahora ya.
Gracias por su comentario Fernando. Estamos en sintonía.