
POR UNA CIUDAD, ESPACIOS Y PRODUCTOS INCLUSIVOS Y SOSTENIBLES
A propósito que el 3 de diciembre fue el día internacional de las personas con discapacidad, entonces pongamos ya en los zapatos de ellas…
Todos vivimos en un cuerpo que se modifica, que cambia y es inherente e inevitable al ciclo biológico. Vivir en un cuerpo cambiante es una parte inevitable del ciclo de la vida humana y a lo largo del tiempo en que crecemos, maduramos y envejecemos, también lo hacen nuestras vitales funciones y tenemos que adaptarnos adecuadamente a las nuevas maneras de vivir y de habitar. Esos cambios significan adquirir discapacidades, es una realidad inevitable del cuerpo humano. No se trata de si nuestras habilidades cambian, sino cuándo y cómo. El envejecimiento no es la única forma en que nuestras habilidades cambian. Las lesiones o enfermedades pueden provocar discapacidades temporales o permanentes en cualquier momento de nuestras vidas. Es menester estar preparados para las diferentes relaciones e interacciones entre nuestro cuerpo y nuestro mundo que nos rodea y la manera en que interactuamos con objetos, productos, espacios y servicios.
Necesitamos planificar, diseñar, normar y regular no solo lo que nuestros cuerpos y nuestro ser necesitan ahora, sino también lo que podrían necesitar en el futuro. Es decir futuro sostenible, un futuro que ha anticipado nuestras capacidades y necesidades cambiantes. Sin embargo ¿discapacidad respecto a qué? O no es acaso que nuestro entorno artificial el que hace incapacitante a las personas.
Imaginémonos que tenemos alguna discapacidad física, auditiva o visual, o simplemente tenemos más de 70 años y así vamos a tiendas de ‘retail.’ ¿Qué percibimos? Por una parte, que tendremos muchas dificultades para el desplazamiento para llegar a nuestro destino, luego para elegir lo que necesitamos, si es que existe aquello que necesitamos, y digo aquello que necesitamos de acuerdo a nuestra situación de discapacidad. Si observamos con detención, veremos que toda la oferta de productos es para personas cuyas características y atributos corresponde a lo que denominaríamos, “personas aptas” y ¿Qué hacemos con los más de 5.600.000 personas en Chile que no son “aptas” entre discapacitados y la tercera edad, es decir el 31,8% de la población de Chile? De hecho, las personas con discapacidades y tercera edad constituyen la población minoritaria más grande: un segmento que atraviesa todos los grupos demográficos y envejecimiento ¿No debería el diseño de las ciudades, hogares, objetos y dispositivos priorizar las necesidades de este segmento significativo de la población? ¿No está mal acaso ignorar las necesidades y experiencias de tantas personas? La verdad es que todo lo que está en escaparates y estanterías considera la mejor forma y función para ciertas personas, pero excluye a muchas otras personas por su capacidad. Queremos y debemos cambiar eso.
Nuestra principal convicción es que todas las cosas, objetos, dispositivos, servicios, espacios y la ciudad misma deben ser inclusivos y atraer a más personas en lugar de excluirlos. Creemos que el diseño no debe discriminarnos ni dividirnos, sino unirnos. Creemos que el problema no radica en que las personas sean discapacitadas, sino que son las cosas y la ciudad, es el entorno artificial que no tiene la capacidad y atributos de ser accesibles ni inclusivos.
Creemos que todas las personas con discapacidades deben tener acceso equitativo e integrado a productos, servicios y estructuras de calidad, que todos tienen derecho a disfrutarlos. Con esto nos referimos a no solo accesibilidad, sino más allá creando el cambio que deseamos ver en el mundo, haciéndonos cargo de una amplia gama de personas y adaptarse a una variedad de experiencias y formas de interactuar con el mundo.
Las necesidades de las personas van cambiando con el tiempo y las circunstancias, por lo que los que todos aquellos que piensan, planifican y diseñan la ciudad, anticipen diferentes formas en que una persona puede interactuar con el mundo a medida que avanza la vida. El envejecimiento, la incapacidad permanente o temporal, tienen el derecho de disfrutar su entorno y realizar sus actividades diarias con calidad y satisfacción. El tener que cargar una gran cantidad de bolsas de comestibles, empujar un cochecito, intentar abrir un envase, ponerse calzado, una persona sorda incapaz de llevar una conversación con un oyente, o una persona ciega incapaz de elegir por sí mismo un producto que necesite comprar, cocinar o sentarse en una reunión son algunos ejemplos de las circunstancias que afectan la forma en que se interactúa con el mundo que lo rodea, circunstancias y prácticas cotidianas que si es posible transformar. Entonces ¿de qué sirve intentar mejorar la ciudad, sus edificaciones, sus plazas, espacios públicos, hogares, si no obstante se continúan discriminando a las personas por su capacidad y se les niegan las oportunidades de participación igualitaria? Aun se siguen construyendo edificios de departamentos solo para “aptos”.
Lo que comúnmente se podría decir como buen diseño o adecuado, no es lo suficientemente bueno si es inaccesible para un gran segmento de la población. Es necesaria una normativa de usabilidad y funcionalidad, que regule con efectividad la accesibilidad e inclusión de todos.
En lugar de suponer una experiencia de usuario única para todos, el diseño inclusivo pretende una diversidad de formas de participación para que todos tengan un sentido de pertenencia cuyas necesidades y niveles de capacidad varían.
Interesante visión, debemos urgentemente ser mas inclusivos y luchar por nuestros derechos de modo integral…
Buen artículo Luis.