POSIBILIDADES DE LO COMÚN Y DE UNA EDUCACIÓN ECOSOCIAL COMUNITARIA EN EL CONTEXTO DE LA «HIPÓTESIS COLAPSO»
1. Colapso ecológico y civilizatorio
La hipótesis de un colapso ecológico y civilizatorio como resultado de un modelo de producción y consumo excesivo y depredador es, desgraciadamente, algo razonable. Esta no es una nueva versión del apocalipsis o una nueva distopia, literaria o cinematográfica, en tonos sepia destinada a las audiencias de principios del siglo veintiuno. Son anticipaciones y previsiones que se derivan de cientos de análisis científicos y del propio sentido común. La Tierra tiene límites muchos de los cuales ya han sido traspasados y entramos aceleradamente en una etapa de acciones y retroacciones imprevisibles.
El colapso es el resultado de la interacción, grosso modo, de cuatro grandes desastres: a) caos climático; b) agotamiento de combustibles fósiles y “tierras raras”; c) contaminación generalizada; d) extinción de especies y pérdida de biodiversidad. El colapso aúna crisis ecológica con crisis civilizatoria debido a causas antrópicas. El Antropoceno se muestra suicida y ecocida y no está tan claro que tengamos tiempo para remediar los desastres previsibles.
La inoperancia y/o impotencia institucional internacional es evidente. Desde 1995 a la fecha se han realizado 25 conferencias mundiales sobre el clima. Más o menos en el mismo período, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 60%. El modelo de crecimiento desbocado ha topado con los límites sistémicos del planeta. “El cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando” (IPCC, ONU, Sexto informe 2021).
Hay una abismal distancia entre, por una parte, la información disponible, los escenarios previstos y las urgencias reconocidas y, por otra parte, las medidas de mitigación y adaptación puestas en marcha. La “hipótesis colapso” nos propone el desafío de repensarnos como civilización y como especie. Exige reflexiones éticas y científicas, filosóficas y sociológicas. Hacen falta conocimientos y, en particular prácticas colectivas con autonomía y autosuficiencia, con capacidad pre figurativa en una perspectiva de anticipación a los escenarios por venir.
2. Decrecimiento sostenible
La identificación entre desarrollo y crecimiento económico nos ha llevado al desastre presente. El Decrecimiento afirma que “no es posible un crecimiento económico infinito en una biosfera y en una geosfera finitas”. El Decrecimiento formula una crítica radical a la ideología del “desarrollo sostenible” y sus máscaras como “capitalismo verde” y cualquier otra manera de nombrar los intentos de salvar el productivismo y el consumismo.
“El Decrecimiento esboza los contornos de una sociedad menos consumidora de recursos y modos de vida basados en la austeridad voluntaria, la convivencialidad y una ética de los cuidados” (Orozco, A. 2015. 28). Como afirma Serge Latouche “se trata de abandonar una fe o una religión, la de la economía, del progreso, del desarrollo, de rechazar el culto irracional al crecimiento por el crecimiento” (Latouche, 2009, P17).
La objeción al crecimiento ilimitado implica recuperar la vieja consigna ecologista que llamaba a “pensar global y actuar local”. Las propuestas decrecentistas son esencialmente comunitaristas y de recuperación, federada, de lo local. Esto, significa el rescate y la construcción del tejido orgánico local, impulsando proyectos colectivos enraizados en los territorios de vida común donde tengan cabida economías solidarias y el cooperativismo. Se trata de salir de la economía de la mercancía avanzando hacia la autonomía y la autosuficiencia con visiones y lógicas diferentes al de las clásicas divisiones administrativas y centralistas de los territorios, incorporando conceptos como “biorregiones” u otros más adecuados a las demandas ecológicas.
3. Lo común
Lo común es el “conjunto intersección” entre diversidades igualitarias. No hay común cuando hay jerarquías porque las desigualdades tienden a transformarse en hegemonías a través del dominio de la parte sobre el todo. Lo común democrático es justamente el no-dominio: ni del todo sobre la parte ni de la parte sobre el todo. Las fragmentaciones de la economía nos aíslan y, donde debería haber solidaridad y apoyo mutuo, emerge la competencia y la agresión entre semejantes. Lo común, es una posibilidad: es una potencia por actualizar. Es algo a conquistar y adjetivar en cada situación concreta.
Lo común contiene la gestión de los bienes comunes, pero va mucho más allá de ellos y de cualquier forma de propiedad: “lo común empieza donde lo propio termina” (Espósito, 2012, p. 25). Lo común es algo de lo que se tiene parte, que se comparte y en lo que se participa. Lo común puede y debe, para ganar en potencia y extensión social, contemplar como eje de organización el principio federativo. “El único principio respetuoso de la autonomía de los gobiernos locales es el principio federativo” (Laval y Dardot, 2015, p.623). La federación es la fuerza de los débiles.
4. Lo comunitario: poder, resiliencia y resistencia
Hay muchas definiciones de lo comunitario como fundamento de las comunidades. No todas las comunidades son comunitarias ni producen de la misma manera lo común. Una secta es un ejemplo de una comunidad con un común jerárquico. Las comunidades valiosas son aquellas que están sostenidas por la interacción entre los iguales y diferentes. Las comunidades históricas que, por ejemplo, Gabriel Salazar rescataba en la base de la configuración del Estado chileno y son definidas por este autor como “Agrupaciones o conglomerados humanos que habitan en común un territorio. Una aldea, pueblo villa, ciudad o barrio, en identidad con un paisaje determinado y un conjunto específico de recursos naturales. Un <aquí y ahora> colectivo”. Esta definición, sin embargo, hay que complejizarla incorporando los actuales y extendidos vínculos digitales que configuran comunidades virtuales “conectivas” y no “conjuntivas”, como sugiere Franco Berardi con efectos profundos en nuestros lazos sociales y en nuestra propia condición antropológica.
Frente a la impotencia institucional deberíamos conocer y ampliar el poder y, por lo tanto, la “potencia comunitaria”. En el contexto las macro acciones de mitigación estatales no están resultando, nos quedan las micro acciones de adaptación, es decir, de resiliencia y resistencia comunitarias, aquí y ahora.
5. Educación ecosocial comunitaria
En un contexto de colapso ecológico y civilizatorio, cualquier estrategia de resiliencia y resistencia comunitaria debe contener formas de educación y autoeducación comunitaria. Una Educación Ecosocial comunitaria que, desde nuestro punto de vista, debe tener las siguientes características: para la supervivencia; prefigurativa (prever escenarios de colapso); expandida (más allá de la escuela); adaptativa y exaptativa (aprovechamiento y reciclaje de conocimientos y prácticas); comunitaria (arraigada en los aprendizajes de las comunidades actuantes); colaborativa (basada en “Pedagogías de lo Común”).
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