
¡TU MUSA SE ESCAPÓ ESTA NOCHE!
Te extrañaba tanto que fui en búsqueda de la canción que un día desde el espacio azul me enviaras.
Mis pensamientos vagaban desordenados debía encontrar un lugar para sosegar la
ansiedad de recibir tus palabras.
Quizás por esa mezcla de temor, de distancia, de saber que vuelas y a veces enfrentas
terribles fantasmas que hacen peligrar tu vuelo.
Escuché esas voces, la melodía que suavemente me fueron llevando con calma a un lugar donde en soledad me transforme en alguien que también cantó esa melodía murmurando
en el pasado ese “Quiéreme”.
Y desaparecí…y me vi reflejada en una pequeña fuente de Valenza do Miño, refrescando mis manos, humedeciendo mis labios.
Eché hacia atrás los cabellos y me miré…durante largo tiempo.
Sí, era yo pero tan distinta ardiente la mirada, temblorosas las manos, agitado el pecho como una ola que necesita tomar fuerza para poder llegar a la orilla.
Levanté la cabeza y vi sobre mi cuerpo cientos de estrellas, tan cerca que podía jugar
con ellas.
Se habían pegado a la falda, vaporosos hecha de nieblas, destellos de luna cubrieron mis brazos mi cara y de mi boca humedecida brotaron jazmines de plata.
No caminé las callecitas empedradas de grises horas de tiempo e historia.
Las levitaba, miraba mis pies que estaban cubiertos por suaves escarpines de gasa.
Con giros de bruma me acerqué a la muralla del siglo XIII, con sus cañones dirigidos
hacia la nada.
La noche palpitaba como mis ansias, te buscaba en la oscuridad, profunda como un sueño.
Descubrí que la luna se había enganchado en el campanario de la iglesia, entonces corrí
para ayudarla, subí los escalones agitada, le hacía señas que me esperara pues necesitaba pedirle que iluminara la espesura.
Me senté en una de sus sombras, esa que parece una sonrisa, me anidé deslumbrada y desde allí en su recorrido agudicé el oído para comprobar el audaz aleteo que se desplazaba sobre el rio Miño y venía a mi encuentro en esta vieja ciudad portuguesa dónde me sentía reina.
Como Pegaso te vi sortear unas nubes que quisieron atrapar tus alas, tomaste altura y desde ese espacio azul que nos anida susurraste por el hilo conductor que nos enlaza
¡Estoy Vivo!
¡Oh! sortilegio de los sueños, me despedí de la luna que me dio cobijo mientras te buscaba, me dejé deslizar por el espacio con suavidad sin apuro, ya sabía dónde estabas.
Descendía aleteando con los brazos, con las manos, me paraba en alguna estrella, la acariciaba, respiraba hondo, sonreía.
Igual que las mujeres de Valenza do Miño que durante el día cuelgan sus puntillas, manteles y todo lo blanco que ofrecen al visitante, preciosuras que salen de sus manos y el vientecillo menea a su antojo, pues así me deslizaba, a mi aire, libre.
Las murallas no eran impedimento, los balcones eran un juego a sortear, el silencio era en ese momento la más bella melodía esa que al comienzo me trajo de la mano hasta este pequeño paraíso.
Los jazmines se los dejé a la luna.
Volví a la fuente a buscar mi cara, el miedo se había marchado, mi bata no era de niebla
pero era blanca.
Regresé al presente con una canción y dos palabras.
Fuente de figura:
http://mitosleyendascriaturas.blogspot.com/2017/04/musas.html
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