COLOMBIA NOS NECESITA

Desde Madrid, España.

Me disponía a escribir sobre septiembre, el llamado Mes de la Patria, de sus fiestas, de sus excesos, de las celebraciones por el grito de libertad que estremeció a nuestra América Morena, pero no lo puedo hacer. Hay un urgente llamado desde la cintura de este continente y no podemos quedarnos en silencio.

Quería ser positivo en estas fechas, pero la amenaza de la guerra y de la muerte me obligan a dirigir mis palabras hacia Colombia, tratando de aportar un granito de arena a la construcción de una paz estable, duradera, tan necesaria y tan justa para aquel país.

Varios comandantes de las FARC-EP, liderados por Iván Márquez, han anunciado su vuelta a empuñar las armas y su regreso a la sierra, rompiendo el acuerdo de paz conseguido con tantas dificultades por el gobierno y la guerrilla de nuestro hermano país.

Después de más de 50 años de lucha clandestina y sangrienta, con más de 9 millones de víctimas, en su mayoría civiles, los tambores de la violencia cesaron en el país cafetero. La gente salió a las calles a celebrarlo, aunque en un principio con temor y cierta desconfianza.

Luego, el proceso acordado comenzó a rodar con lentitud, con lo cual los colombianos levantaron la mirada y empezaron a caminar sonriendo hacia un nuevo horizonte, más grande, más luminoso, más justo.

Sin embargo, parece ser que este proceso de pacificación y de reencuentro, como toda obra humana, no avanza con la velocidad necesaria ni con la contundencia que el hecho necesita. Se producen incongruencias, inequidades, injusticias con quienes dejaron las armas y tratan de reinsertarse en la sociedad.  Y en vez de buscar las suficientes vías de diálogo para retomar el camino correcto, han aparecido comandantes que anuncian por vía clandestina que vuelven a la lucha armada.

Es lamentable, sin duda alguna. Quienes hemos seguido desde sus comienzos los esfuerzos por conseguir la tan anhelada paz en Colombia, ahora nos sentimos desorientados por el nuevo rumbo que amenaza la vida de los hermanos cafeteros.

Y qué podemos hacer?…  Desde afuera, debemos ayudar a que en Colombia se retome el sendero de la paz. Lo podemos hacer alzando nuestra voz para que la comunidad internacional retome las campañas solidarias en beneficio de aquel proceso pacificador, apoyando a los actores de la sociedad colombiana que trabajan por la implementación del acuerdo de paz, exigiendo a los organismos internacionales que ejerzan su influencia en las partes en conflicto para que no vuelva el tronar de las armas.

Más de 50 años de conflagración, más de 9 millones de víctimas, nos deben conmover. No debemos abanderizarnos más que con la paz. Las balas no solucionan estos conflictos, sino que los agravan.

El tronar de las armas debe ser reemplazado por la palabra, por el diálogo, por el argumento cargado de solidaridad y del sentimiento de  hermandad. Es la forma en que Colombia puede y debe salir adelante, abrazándose al progreso y construyendo su futuro con mayor confianza e igualdad. Es también la forma de alcanzar la libertad que todos soñamos para que nuestra América Morena se desarrolle en la armonía que merecemos.