¿Vamos por buen camino?
Resulta majadero insistir en que el análisis y evaluación de “la política” va más allá del mundo del Gobierno, del Congreso, de los Partidos, y comprende el amplio campo de las más diversas actividades que se desarrollan habitualmente en el seno de una comunidad y que, de una u otra manera comprometen y afectan el interés general de la sociedad.
Desde esos lejanos días de los comienzos de marzo de 2020 en que se detectaron los primeros casos de COVID – 19 en el país, la pandemia ha ocupado el lugar central en las preocupaciones no solo de las autoridades públicas sino de la población en general. Por supuesto, el grave problema de salud no se ha quedado encerrado en los centros de atención públicos o privados o en la adopción de medidas restrictivas de la movilidad de las personas como acciones indispensables de control sino que se ha ido extendiendo inexorablemente por todos los ámbitos de las vidas personales.
Es relevante destacar que desde el comienzo de los tiempos se ha observado un innegable contrapunto entre las indispensables determinaciones de las autoridades y organismos del sector sanitario, por un lado, y las fuertes presiones de los grupos dominantes de la economía nacional por imponer una sensación de normalidad que no se condice con la realidad.
CIPER, el Centro de Información e Investigaciones Periodísticas, ha dado a conocer durante la semana que concluye un informe señalando cuáles son “los cinco líderes que peor han gestionado la pandemia” en el mundo e indica a Andrés Manuel López Obrador, presidente de México; Jair Bolsonaro, de Brasil; Donald Trump´, de los EE.UU.; Marendra Modi, primer ministro de la India; y Alexander Lukashenko, presidente (dictador) de Bielorrusia.
¿Cuáles son las características comunes del trabajo de estos gobernantes? Se trata en general de regímenes populistas, que sistemáticamente han menospreciado la gravedad de la infección, que de hecho se han burlado e impedido la aplicación de medidas sanitarias básicas, que han recomendado a sus poblaciones el uso de remedios caseros, que sistemáticamente han impedido la divulgación de datos, que se han enfrentado a las sociedades científicas, a expertos y a organizaciones especializadas que han criticado su gestión.
Desde la gripezinha y la hidroxicloroquina de Bolsonaro, pasando por la autorización para una prematura apertura de spas, gimnasios, centros comerciales y religiosos, y para el funcionamiento del comercio de expendio de bienes esenciales (muchos de los cuales no eran tales), se registra una actitud de soberbia política inaceptable. Llamativo es el caso de India, cuyo mandatario en enero de 2021 declaraba que su país “había salvado a la humanidad conteniendo el corona virus en forma efectiva” en tanto que sesenta días después su Ministro de Sanidad agregaba que “la pandemia está llegando a su fin”. Hoy el gigante asiático es el epicentro mundial de la infección con sobre 400.000 nuevos contagios diarios, recintos sanitarios sin camas disponibles, infectados que mueren a la puerta de los hospitales, carencia de oxígeno y medicinas y, siendo el mayor productor de vacunas del mundo, con solo el 1,9% de sus 1.300 millones de habitantes con vacunación completa.
El manejo de la crisis sanitaria es, de por sí, un asunto complejo. Cualquier gobierno, de izquierda, de centro o de derecha, habría estado expuesto a errores y sujeto a críticas diversas. Lo que sin embargo resulta inaceptable es la inexplicablemente errática gestión del problema.
Inicialmente, el ministro sectorial de la época permitió un manejo comunicacional engañoso a través de la manipulación de cifras y desde los centros de poder se buscó relativizar lo que se estaba viviendo. “A lo mejor el virus se transforma en una buena persona”, autoridades que irrespetan las restricciones que ellas mismas han dispuesto (funerales, vinoteca, paseos por la playa sin mascarillas), anuncios irresponsables ( “estamos llegando a la normalidad”, “estamos viendo la luz al final del túnel”), persistentes cambios de normas, autorizaciones de desplazamiento por fiestas patrias, vacaciones, fines de semana, autorización a malls y centros comerciales que no respetan los aforos fijados, ayudas económicas que no llegan a los sectores más vulnerables y afectados, etc.etc., configuran un cuadro preocupante.
El anunciado “pase de movilidad” puede ser una bomba de tiempo. Si para el fin de semana del 21 de mayo decenas de miles de autos se desplazaron hacia el área costera de Valparaíso y hacia el Sur (poco más de 3.000 fueron obligados a volver), al día viernes 28 de mayo 5.000.000 de solicitudes (sí, CINCO MILLONES) se habían recibido para obtener el apetecido pase. Este día, se registraron 8.680 nuevos casos, segunda cifra más alta de la pandemia) y la media de decesos tiende a superar los cien casos diarios pese al significativo avance del proceso vacunatorio.
El Dr. Darwin Acuña, presidente de la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva, coincidiendo con el Dr. Luis Enberg de la Sociedad Chilena de Medicina de Urgencia, ha puntualizado que el incremento del número de contagiados responde a personas no vacunadas infectadas con ocasión del “Día de la Madre”, razón por la cual, si se considera la creciente fatiga de los funcionarios de salud y el estrés de la infraestructura y equipamiento disponibles, el “pase COVID” puede derivar en un desastre.
La tozudez del Gobierno en priorizar justificaciones económicas, tiene consecuencias. Si el arsenal de medidas adoptadas se hubiera aplicado drásticamente en su momento por el tiempo correspondiente, no nos encontraríamos ahora ante un país agotado por interminables restricciones y que naturalmente tiende a desacatar disposiciones cargadas de excepciones para los privilegiados.
Gracias don René.
Hoy, sin fanatismos ni cegueras, la política debe ser lo mas importante para encauzar o re encauzar el país.
su artículo nos da buenas luces para entender las limitaciones y como superarlas. Esto, no sólo en salud…