Algunas observaciones en torno al proceso de elección de rector UdeC.

Rodrigo Pulgar Castro, Departamento de Filosofía-UdeC.

En los meses que vienen hasta la celebración de la elección del rector en marzo del año 2018, esperamos ser invitados a participar en un modo de pensar la Universidad desde una mirada íntima a una realidad que nos  cautiva  en la paradoja que nos libera para el mundo. Esta invitación implica contemplar el espacio en donde  se ejerce responsablemente la  intención de mejorar la realidad social en fidelidad a una cultura construida dinámicamente, y en donde el rol de la comunidad universitaria es esencial.

Para quienes haremos uso del derecho a elegir rector  importa   conocer la visión de Universidad de cada propuesta, sus componentes y los medios adecuados para cumplir programas. En mi caso, todo relato del ser Universidad lo contrastaré  con mi propio sentir asociado a la percepción sobre el presente y futuro desde el dato que aporta la  historia, de una historia social y política de la cual la Universidad es parte principal. Pero,  además,   importa saber quiénes los acompañan, pues si bien la elección es respecto de un o una elegible entre varios, es sabido que se termina escogiendo un equipo de trabajo. Asunto muy propio del hecho que la Universidad se hace en colaboración. Entonces, ¿por qué no tener claridad respecto de quienes son los elegidos por los candidatos para ocupar los más altos cargos  de gobierno universitario. Eso permite un mejor discernimiento? Se evitan las sospechas, los malos entendidos y se actúa en consonancia con la transparencia que la sociedad exige. Ésta ya no es una mera demanda, es un valor que le otorga legitimidad al principio de autoridad, a un modo de gobierno me imagino original en cuyo eje de desarrollo se recojan las múltiples percepciones humanas sobre el bien, la verdad y la belleza.

El cambio de figura en el sillón rectoral, después de un gobierno de tantos años, implica un desafío mayor. Se esperan giros en las ópticas de gestión y propuestas de desarrollo universitario, de uno vinculado a la demanda por mayor equidad. De suyo, no es menor que cuando asuma el nuevo gobierno universitario, lo hará en un Estado que tendrá también un nuevo gobierno. En fin, son muchos los factores que deben ser considerados.  Por ello,  la Universidad debería declararse este  año en situación  de discernimiento, puesto que debemos deliberar en conciencia algunos asuntos en un cuadro de preocupación que proyecta la Universidad en fidelidad a lo que es su estatuto fundacional del año 1919. De hecho, más que nunca la reflexión será sobre el sentido de Universidad, de aquel sello que la caracteriza desde sus inicios, es decir: ser un espacio de desarrollo libre del espíritu, y por ello como Universidad  volcada al servicio del desarrollo de la comunidad.

El tiempo que se nos viene, es uno en donde estaremos inmersos en el ejercicio de discernir la realidad, las percepciones particulares y las variables propias de un programa de gobierno universitario: respuestas a demandas y proyecciones de desarrollo. Con ello  la materia de contenido de cada propuesta pasará del plano de la publicidad hasta la comprensión y adhesión. Lo cierto es que estamos obligados a asumir  el desafío de reflexionar la viabilidad de cada componente de las propuestas. Pero ¿es suficiente lo anterior? Al menos para mí no lo es. Creo que se debe responder sobre la personalidad de cada candidato, la resonancia en términos de incidencia social que conlleva cada propuesta y el candidato que la sostiene y, por sobre todo, qué significado tiene cada propuesta para la unidad de base en donde de modo efectivo se realiza el ser universitario por cada integrante de esa realidad basal.  Estas y otras preguntas me imagino serán discutidas en paneles, mesas, etc. En fin: de cuerpo presente y de cara a la comunidad.