Se Busca

Maroto, desde Canada.

La corrupción es un mal que debe ser erradicado totalmente ya que contamina y destruye las bases de nuestras instituciones y sociedad; de la misma manera, los corruptos, sin distinción de ideología, credo o posición de poder deben ser sancionados severamente. Ante los desafíos a los que nos enfrentamos hoy, no podemos claudicar y acceder a bajar nuestros estándares éticos, sino que por el contrario debemos hacerlos aún más exigentes.

Hace ya varios meses que observamos con preocupación que nuestra clase política se ve afectada, muchas veces con razón, por la desconfianza por parte de nuestra sociedad. La mediocridad, la falta de ética y transparencia, la corrupción y los intereses personales y económicos entremezclados con el ejercicio de la función política, etc… le han pasado finalmente la cuenta a la elite política, pagando lamentablemente justos por pecadores.

Y nuestra preocupación es aún más grande porque no se ve una generación de líderes políticos de recambio que puedan re-encantar a la ciudadanía, haciéndoles sentir nuevamente que un Chile mejor, más solidario, justo e igualitario es no sólo posible sino que también alcanzable (y los pocos líderes jóvenes que aparecen son inmediatamente descartados por el establishment por ser muy jóvenes e inexpertos o por cuestiones de género).

Qué hacer, es la pregunta que muchos nos hacemos; necesitamos urgentemente encontrar nuevos líderes para que nos representen en los partidos políticos y movimientos sociales, en los sindicatos y empresas, en las juntas de vecinos y centros de padres, en los clubes deportivos, universidades, municipalidades, intendencias, el congreso y la presidencia.

Que hacer para encontrar estas nuevas mujeres y hombres probos, con profundo sentido de servicio público?

Como primer paso, preguntémonos que esperamos de un político. Una respuesta rápida, pero no por ello sencilla, sería decir que esperamos chilenos interesados en dedicar su vida al servicio público a través de la acción política entendida como el oficio de buscar lo mejor para nuestro país, y usando los mecanismos institucionales democráticamente establecidos.

Sin embargo esta respuesta no me parece suficiente. No solo queremos políticos; en realidad lo que nuestro país necesita son líderes políticos. Y que hace a un líder político? Ensayemos una respuesta.

Para ser un verdadero líder político se necesita: tener vocación de servir y un compromiso absoluto con el servicio público (24 horas al día, de lunes a domingo); poner siempre los intereses del país por sobre los intereses personales o los del partido o movimiento al que se pertenece; tener una vida regida por la austeridad, ética, integridad y honestidad (no es admisible haber cometido delitos, ser proclive a la corrupción, tener nana sin imposiciones, «retocar» la declaración de impuestos, “sacarse” partes o conseguirle certificado médico falso a los hijos); tener una profunda convicción democrática y sólida educación cívica (lo que no equivale a tener títulos técnicos o profesionales); ser confiable (no basta parecerlo); predicar siempre con el ejemplo (todos los días; no solo los domingos en misa); y ser capaz de responder responsable y seriamente por las acciones y errores propios (sin recurrir a la vieja y sobre usada excusa del empedrado).

Creo que esta respuesta va por el buen camino; sin embargo, aún le faltan otros atributos no menos importantes que transforman a un político en líder, a saber: tener el carisma, la empatía y sencillez para identificar, entender y defender las necesidades y derechos de los representados. Tener una acción política que combine adecuadamente el ser apasionado y reflexivo a la vez; idealista para soñar el país que queremos y realista en el camino para lograrlo; paciente para escuchar y decidido para defender los valores fundamentales de la democracia; tener una “visión” de país, manifestada en ideas claras e inspiradoras, que motiven a trabajar por un país mejor, más justo y solidario; y tener la valentía para trabajar abiertamente con la ciudadanía temas complejos, como el modelo educativo que queremos para nuestros hijos, el tipo de sociedad y desarrollo económico que queremos para nuestro país, el rol del desarrollo científico, artístico y deportivo en la construcción de un Chile mejor, la protección del medio ambiente, y la defensa de los derechos de la mujer, los niños, los pueblos originarios y todos quienes tiene una orientación sexual distinta a la nuestra.

Lamentablemente el pronóstico no es muy alentador; y seguirá siéndolo así hasta que no tomemos la decisión como país de cambiar el énfasis en la educación que le damos a nuestros hijos. Obviamente necesitamos niños y jóvenes con buenos conocimientos en las ciencias exactas y ciencias sociales; pero más importante aún, necesitamos jóvenes con una profunda educación cívica y solidos valores democráticos; niños que valoren a nuestros pueblos originarios y que aprendan a temprana edad de los aciertos y errores de nuestra historia; jóvenes formados en el respeto al ser humano y la importancia de la solidaridad y diversidad. Niños y jóvenes que lean y piensen por si mismos, capaces de hacer un juicio crítico y no solo de repetir lo escuchado en la televisión.

Lo anterior será difícilmente posible en un Chile individualista y egocéntrico como el hemos estado construyendo en los últimos años; necesitamos urgentemente repensar el Chile del futuro para reencauzar con decisión el Chile de hoy hacia los ideales de solidaridad, equidad, igualdad y justicia que nos llevaron a recuperar la democracia.

Difícil pero no imposible tarea; ciertamente no veremos los resultados ni en estas elecciones municipales, ni en las próximas presidenciales. Pero si enmendamos el rumbo hoy, podremos ofrecerle mañana a nuestros hijos el Chile que alguna vez soñamos para nosotros.