CHILE EN LA ENCRUCIJADA

Llegó la hora de la verdad para Chile, parafraseando a Mario Waissbluth (Educación 2020), “se acabó el recreo”, a lo que agregaría: se acabó la chacota. Ahora el gobierno y el parlamento podrán saber, por fin (eso se espera), ‘cuántos pares son tres moscas’.

Esto se veía venir (es vox populi) desde el triunfo del NO y la gran mayoría ciudadana del simbólico ‘arco iris’, cuando creímos que la alegría había llegado y todos celebrábamos felices. ¿Qué pasó?, pues que el modelo neoliberal implantado en el gobierno de la dictadura cívico-militar fue mantenido durante el primer gobierno ‘democrático’ -el de “la medida de lo posible”- y posteriores, y nos quedamos dormidos como en la fábula de la rana en la olla con agua que se iba calentando poco a poco y se fue acostumbrando al cambio de temperatura y adormeciendo hasta que quedó profundamente dormida, terminando sus días cocida. La diferencia es que los chilenos, felizmente, no se quedaron dormidos como la rana y saltaron a tiempo, cansados de los abusos y vejaciones provenientes de la casta política y de los que detentan el poder desde la época de la colonia, la casta terrateniente-latifundista-industrial o aristocracia castellano-vasca.

La juventud (divino tesoro) saltó a las calles de las ciudades de Chile desde Punta Arenas a Arica, a protestar en multitudinarias, pacíficas y bulliciosas marchas organizadas desde cada barrio, portando banderas, coloridos paraguas, pancartas y carteles con breves e ingeniosas frases expresivas de sus denuncias y esperanzas. Se juegan el futuro en esta gesta impresionante, me atrevo  afirmar, jamás vivida en Chile. También se sumaron los adultos, los sindicatos, grupos mapuches, familias, ONG defensoras ambientales y de los humedales urbanos, juntas de vecinos, en fin, mucha, mucha gente variopinta.

Los mayores, de la tercera y cuarta edad, en grupos de amigos se reúnen para discutir los sucesos, las opciones alternativas de gobierno y elucubrar ‘cómo vamos a salir de esta’, plasmando las ideas consensuadas en pautas escritas.  

El Poder Ejecutivo está anonadado, los ministros balbucean frases entrecortadas y confusas, con caras de ¿qué vamos a hacer ahora? y su soberbia se va apagando poco a poco. Los demás poderes del Estado están más o menos en las mismas.  No quisieron oír (o entender) -bajo la influencia del ‘Síndrome de Casandra’ ^[1] – lo que muchos ciudadanos, de todas las edades, con mentes más abiertas les venían advirtiendo desde hace muchos años y que se pueden sintetizar en dos conceptos irrefutables, el primero: “sin respeto por el medio ambiente y pisoteándolo a mansalva, ¡no puede haber progreso!”; el segundo -lo repetido tantas veces en esta ventana- la sentencia de Edgar Morin: “Debemos rechazar el concepto subdesarrollado del desarrollo que convierte el crecimiento tecno-industrial en la panacea de todo desarrollo antropo-social, y renunciar a la idea mitológica de un progreso que se acrecienta hasta el infinito.”

Esperemos que este golpe democrático asestado al mundo de “bilz y pap”, sirva de lección y para soñar que algún día no muy lejano aparecerán de verdad mejores tiempos.

Que estos acontecimientos sirvan también de advertencia a los señores políticos, de la administración pública del gobierno y de los gremios empresariales que si no se abortan o modifican perniciosos, fraudulentos y destructivos proyectos “privados-públicos” que se vienen gestando en el país y en la Región del Biobío –y que son parte de las causas de todo esto-, la situación del país empeorará sin lugar a dudas; nombro algunos, a modo de botones de muestra: Loteos Inmobiliarios y PACyT  en la Universidad de Concepción, Puente Industrial y Ruta Pie de Monte, Ciudad del Parque, Minería de Tierras Raras, GNL Talcahuano y Penco, Vía Elevada Ruta 9 en Punta Arenas y Minera Dominga.

Finalmente, y relacionado con la delicada situación en que está Chile, es bueno recordar un pensamiento del gran filósofo judío-polaco Zigmunt Bauman:

«Hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente.»

¿Seremos aún capaces de romper esta impotencia para no sufrir el “Efecto Séneca”? ^[2]

REFERENCIAS

[1] https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/03/18/el-sindrome-de-casandra-y-los-limites-del-planeta/

[2] http://www.armandobronca.com/el-efecto-seneca-y-el-colapso-de-la-civilizacion-industrial_9232/