«La verdadera grandeza no es tener poder, sino saber renunciar a él.» Gore Vidal

 

 

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Editorial. Causas y cauces.

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Cuando falta solo un par de días para que se cumpla un mes desde el crucial “plebiscito de salida”, es posible observar dos actitudes dentro de la ciudadanía, las que reflejan los juicios y estados de ánimo de la población Frente a un resultado que en sí mismo no fue sorpresivo pero que sí fue impactante por las categóricas cifras logradas por la opción del “rechazo”.

Los grupos elitarios de la política relacionados con la opción derrotada, se han esforzado por encontrar todo tipo de explicaciones a lo sucedido, partiendo por relevar puerilmente argumentos que, si bien no son falsos, solo buscan ocultar lo que simplemente no se quiere ver: la realidad de las cosas. Cuando se destacan factores tales como la gran cantidad de recursos financieros y comunicacionales de que dispuso la vertiente ganadora o se denuncia una masiva campaña de distorsiones, mentiras y fakes news no se está exagerando pero sí se está evadiendo la necesidad imperiosa de enfrentar la verdad y de apuntar a quienes resulten responsables.

Como lo hemos señalado anteriormente, resulta indiscutible que la participación ciudadana fue masiva, factor que de por sí valida moralmente los resultados. Además, el proceso fue impecable sin que se hayan registrado reclamaciones o denuncias de ninguna especie. Finalmente, la mayoría fue categórica y homogénea, no dejando espacio alguno para los cuestionamientos.

Entonces: ¿Es correcto atribuir al ciudadano común y corriente, a ese mismo votante cuyas virtudes y conciencia cívica destacábamos algunos meses antes, una actitud tan simplona como para dejarse embaucar fácilmente?

La democracia, desde un punto de vista meramente formal, puede ser identificada como un rito ciudadano consistente en ir periódicamente a depositar un papelito dentro de una urna. Sin embargo, desde un punto de vista sustantivo significa asumir como valor esencial la comprensión de que la ciudadanía en sí misma es heterogénea, múltiple, tal como los sentimientos, los afectos, las simpatías las creencias, los valores, las formas de vida, las convicciones, los intereses de las personas, los prejuicios, los temores, son diversos y variados. Y, por lo tanto, en la medida en que quienes en un momento pretenden liderar una determinada causa sean capaces de interpretar más fielmente ese mundo tan amplio y variopinto, será posible conquistar su adhesión y avanzar en un determinado sentido.  Por el contrario, la pretensión candorosa de lograr que “los demás” piensen conforme a lo que yo creo que es “la verdad” encubre concepciones dogmáticas y totalitarias tan propias de las experiencias fascistas o estalinistas.

Revisando archivos de julio de 2021, en los albores de la Convención Constituyente, es posible constatar que a esa época ya se expresaba la preocupación por la gestión del organismo que claramente desconocía o no comprendía bien la naturaleza de la misión encomendada proclamando que se sentía con el derecho de asumir tareas que le eran impropias.

Para decir las cosas con franqueza, la Convención persistió día a día en sus afanes y propósitos identitarios confundiendo groseramente los intereses partisanos y grupales con el interés común general, como si los constituyentes quisieran clavar para siempre la rueda de la fortuna y dejar todo “atado y bien atado” como discípulos del ideólogo de la Constitución del 80.

Puede lamentarse el tiempo perdido y los enormes recursos malgastados, pero lo más grave es el daño hecho a la causa de las ideas de cambio que pretendían entronizar en nuestra vida comunitaria valores mínimos de respeto a la dignidad humana, al medio en que esta se desenvuelve, de justicia, de solidaridad.

Lo que ha quedado sembrado es la desconfianza, punto a partir del cual no es fácil moverse. Las personas dudan de que quienes aparecen a la cabeza de los vencedores sean consecuentes con sus promesas de “rechazar para reformar” y cuestionan que el diseño del camino a seguir quede en manos de un Congreso Nacional y de partidos políticos enjuiciados negativamente.

Sin embargo, lo peor que podría pasar sería que ese recelo nos llevara como país a entregarnos en brazos de populismos irresponsables de izquierda o de derecha, concebidos como “movimientos sociales”, pero cuya naturaleza misma nos puede conducir al caos o al totalitarismo.

Es imprescindible que la ciudadanía acepte los canales institucionales establecidos como vía de tránsito hacia una reanudación del proceso, pero no sería aceptable en manera alguna que se pretendiera cerrar las puertas a una participación ciudadana amplia y responsable.   

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1 Comentario en Editorial. Causas y cauces.

  1. Interesante análisis del tema coyuntural post ‘plebiscito de salida’. Sin embargo, mi lectura de la situación es que muchos de los políticos justamente denunciados por sus turbios manejos hacia su propio beneficio, contrarios a las necesidades de las mayorías, quieren seguir con sus malas costumbre, tratando de dejar de lado la participación ciudadana.
    Por otro parte no veo tan claro que los votos de “rechazo” no hayan estado cargados con la propaganda artera y sucia de las élites de la derecha, el ‘amarillismo’ y la ultraderecha.

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