Editorial. La cuadratura del círculo.

La asunción de un nuevo gobierno ha estado siempre plagada de pequeños y grandes problemas. Configurar el puzzle del poder implica enfrentar una variada gama de desafíos tanto en lo político como en lo humano y, por supuesto, tomar decisiones que garanticen un mínimo de eficiencia en el funcionamiento de las instituciones del Estado.

Hasta ahora, es decir en estas más de tres décadas pos dictadura, las dificultades enfrentadas han sido abordadas mediante diálogos, discusiones, juegos de presión parlamentarios y comunicacionales, entre el mandatario electo y reconocidas elites políticas para concluir en acuerdos que, paradojalmente, dejaban a todos los actores tanto parciamente contentos como parcialmente insatisfechos.

La situación de Gabriel Boric tiene rasgos particulares. La amplia diversidad existente entre los partidos, movimientos y grupos que sustentaron inicialmente su candidatura y cuya característica radica tanto en la juventud como en la inexperiencia de sus cuadros directivos, hace difícil cuadrar una cierta estructura, hecho que se suma a la circunstancia de que la “segunda vuelta” incorporó a los tan vapuleados partidos tradicionales que, se quiera o no, están en condiciones de aportar cuadros técnicos indispensables para asegurar gobernabilidad y, vaya que es importante, los votos indispensables en el Congreso Nacional  para llevar a buen término proyectos legislativos esenciales.   

El presidente electo, en este mes de pre gobierno, ha dado notorias muestras de sensatez, prudencia y buen criterio, sin abrir frentes conflictivos salvo en el caso del litio, terreno en que se ha visto claramente beneficiado por la torpeza de un mandatario que se despide.

Con los antecedentes que se tienen a la vista, Boric deberá conjugar el ímpetu de las fuerzas renovadoras que obviamente tienen la capacidad necesaria para romper la anquilosada inercia de los sectores conservadores con la indispensable pedagogía social que implica que cada una de las políticas y de las acciones sean instaladas en el sentido de los objetivos que se pretende alcanzar.

La siembra desbocada de ilusiones puede permitir lograr rindes en imagen en el corto plazo pero a la larga derivará en frustraciones si no se construye un relato político que sea adecuadamente comprendido por la ciudadanía. El voluntarismo ciego, carente de racionalidad y de responsabilidad, es una amenaza en ciernes pero que estará siempre presente. La realidad, guste o no, fija los límites de lo posible. Lo importante es tener un horizonte determinado de tal forma que las personas puedan constatar que se está trabajando en pro de la construcción de una sociedad distinta, que busca erradicar privilegios y garantizar un piso básico de  respeto a la dignidad y derechos fundamentales.