«No podemos resolver la crisis climática sin cambiar nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.»

Naomi Klein.

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LA AMENAZA DEL "POPULISMO"

Editorial

Un somero análisis de la realidad política, concluye necesariamente en  un panorama bastante desalentador.

A la coalición de Gobierno, fracturada  por la carencia de conducción, el exceso patológico de personalismos y la incapacidad de sus partidos para  diseñar una carta de navegación clara hasta el 2018 con lealtades profundamente comprometidas, se la ve desanimada y volcada hacia un juego electoral que no atina a darse cuenta de  la crisis política que se vive.

Al frente, una Derecha política que persiste en su relación incestuosa con los grandes centros de poder económico y financiero, que es absolutamente incapaz de construir un relato alternativo que motive a la ciudadanía y refleje sus aspiraciones y cuyos dirigentes y parlamentarios juegan a la construcción de eslóganes e instantes de fama en los medios de comunicación en una línea que, según reflejan sus propias encuestas, hasta ahora no les ha aportado ni un ápice de mayor apoyo, credibilidad y confianza.

Entre los dos bloques mayoritarios, pulula una significativa cantidad de nacientes referentes políticos que no logran aún definir ni su identidad ni el cuadro de sus relaciones, que muestran, en general, un claro afán electoral pero que evidentemente no están para esperar, consolidarse y madurar.

Al mismo tiempo, las otrora promisorias aventuras personales se han ido diluyendo paulatinamente afectadas por situaciones respecto de las cuales, hasta ahora, no han podido dar justificaciones fiables.

Por otro lado, el movimiento social se mueve en el campo de la repitencia insistente de sus reclamos y aspiraciones sin dar visos de seriedad  e innovación en sus formas de actuar. Como ejemplos,  saltan  a la vista la conducta de los trabajadores de la salud (que pretenden defender la “salud pública” paralizando sus actividades en perjuicio de millones de usuarios vulnerables que ven postergadas por meses sus demandas de atención en las cuales a veces se les va la vida) y la conducta de los estudiantes de nivel medio y superior que solo piensan en sí mismos y cuyo ingenio no va más allá de las tomas eternas, de los desfiles y protestas vociferantes, de la destrucción de bienes públicos “para defender la educación pública”, y que jamás han mostrado ni un mínimo de preocupación por los problemas de párvulos e infantes excluidos o carenciados.

La comunidad, hoy por hoy, reclama nuevas formas de conducta.

La democracia no es un campo de Marte al cual llegan los actores sociales y políticos a enfrentarse, sino un terreno en el cual los sectores en conflicto son capaces de definir sus requerimientos, de fundamentarlos, de construir propuestas de solución  racionales y de avanzar por caminos que impliquen marchar hacia mayores niveles de equidad, justicia y solidaridad.

El desorden político puede llevar, perfectamente, a comicios presidenciales en cuya primera vuelta confluyan quince o veinte postulantes para que luego, en el balotaje, el país se vea enfrentado a decidir entre dos  “primeras mayorías” muy minoritarias una de las cuales asumirá el poder sin sustento ni social ni programático ni parlamentario.

Las dirigencias sociales y especialmente las elites políticas, embriagadas en sus  vanos y egoístas apetitos, parecen no darse cuenta de la realidad antes descrita y no perciben que con su irresponsabilidad, están incubando probablemente el “huevo de la serpiente”, El itinerario es claro: del desorden al caos, del caos eventualmente al populismo, y del populismo ¿al “autoritarismo”?

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