
Herramientas para discernir (II)
Las elecciones, sobre todo en su etapa de segunda vuelta, nos obligan a elegir entre opciones bastante limitadas. No se trata solo de que el ciudadano elija un nombre, por simpatía o por temor, sino que deliberemos fríamente acerca de las consecuencias prácticas, para cada persona o para el colectivo social, de la alternativa que escojamos.
En un comentario anterior, nos referimos a un punto clave del debate actual: Cuál de los candidatos que estarán en la papeleta implica un mayor riesgo real de totalitarismo.
Ahora la cuestión clave tiene que ver con aspectos programáticos. Cuando un candidato concentra su discurso en solo tres ideas – gobierno de emergencia, seguridad y migración – claramente estamos mostrando una fragilidad conceptual impropia de un aspirante a la Presidencia. Esos tres puntos encubren un secreto propósito represivo como lo refleja la amistad, rayana en la admiración, con regímenes autocráticos o claramente totalitarios.
Si analizamos, por ejemplo, el caso de los inmigrantes, todas las expresiones del candidato muestran un claro sesgo xenófobo que busca atemorizar “a quienes son bien chilenos” y, por lo demás, el discurso constituye un símbolo de demagogia irracional. La expulsión inmediata de 330.000 personas, sustituida ahora por “la invitación a salir” es tan inviable que luego de tres semanas, el candidato no logra explicar cómo lo hará. ¿Un vuelo diario durante nueve años? ¿Tres vuelos diarios de 300 personas, durante un año?
¿Cárceles en el desierto o en un barco? Si se sigue analizando, es fácil constatar cuán irrealizables son estas promesas.
Los problemas del país, de todos los países también, son bastante complejos y resulta ilusorio ofrecer solucionarlos a través del autoritarismo y la represión. Muchas de las medidas propuestas generarán descontento y protestas sociales, si las eventuales reformas no son aplicadas con criterios de equidad y justicia.
Por lo demás, resulta extraño, casi sorprendente que el discurso en boga, no contenga una palabra en materias relevantes como la educación y la seguridad social. La oferta de reducir en 6.000 millones el gasto público en 18 meses al tiempo que se pretende rebajar las de impuesto vigentes para las grandes empresas, es algo que simplemente no cuadra a la vista del ciudadano común y corriente.
Si Chile quiere salir adelante frente a los múltiples requerimientos y demandas actuales, necesita un esfuerzo común que solo puede ser motivado si se ve un gobierno impregnado efectivamente de un sentido de equidad y justicia social que garantice las condiciones básicas de respeto a la dignidad de las personas.







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