
La paz de papel
Aún no se cumple un mes, desde el día en que el Presidente de los EEUU. Donald Trump, anunció con bombos y platillos que había logrado un acuerdo de paz entre el Gobierno de Israel y el grupo Hamas y, en presencia de diversos personeros de países árabes, del Presidente de Francia y del Secretario General de la Naciones Unidas Antonio Guterrez, se autoproclamaba como garante personal de del cumplimiento de cada uno de los puntos considerados en el plan de paz.
Dos elementos eran claves en este programa, tanto por su necesaria inmediatez como por la significación que uno y otro tenían para la evaluación de la situación post bélica. Uno de ellos consistía en el canje de prisioneros y rehenes (vivos o muertos) entre ambas partes contendientes. El otro, más o menos obvio el cese del fuego. Habiéndose cumplido estos dos puntos, el mundo pudo respirar profundamente al vislumbrarse el pronto término de una guerra que tenía características que, por la desigualdad de fuerza y ferocidad en el ataque al enemigo, causaba espanto a toda la humanidad.
Sin embargo, en ese momento no se tuvieron a la vista dos consideraciones importantes. Hamás no constituía un Estado en forma, sino una organización guerrillera cuyo campo de acción se expresaba en túneles y edificios en ruinas en el territorio de Gaza, con milicias difícilmente controlables por una autoridad superior, y por otra parte, el gobierno de Israel, comandado por el primer ministro Benjamín Netanyahu no dejaría de reiterar que la mera existencia de un Estado Palestino era una amenaza para la subsistencia de Israel por lo que jamás permitiría su existencia.
En la devolución de rehenes, vivos o muertos, Israel denunció que restos de un cadáver entregados por Hamás, correspondían a una víctima ya identificada y recibida anteriormente, por lo que consideraba que no se estaba cumpliendo lo acordado.
Mientras tanto, y teniendo presente el “alto al fuego”, centenares de familias gazatíes habían retornado al territorio de su residencia anterior a la ocupación por parte del ejército israelí. Con sus viviendas destruidas por los bombardeos, se instalaron en carpas y campamentos.
Según las agencias de noticias, el ejército israelí lanzó el martes 28 una serie de ataques sobre la Franja de Gaza, con bombas y drones, violando así la frágil tregua. En palabras de Netanyahu, él ordenó a su ejército la realización de “ataques contundentes y poderosos” contra el grupo islamita. El resultado del operativo fue contundente y trágico: 103 muertos civiles, de los cuales 30 eran niños. Una sola familia palestina, la de Abu Dalal, sufrió el asesinato de 20 personas, los cadáveres de 15 de ellas fueron llevados a la morgue y los restos mortales de las otras 5 víctimas permanecían entre los escombros.
Donald Trump, el garante personal del acuerdo de paz, mientras tanto viaja por Asia. Su vicepresidente J.D. Vance tranquilizó al mundo afirmando que “el alto al fuego se mantiene a pesar de estas escaramuzas” (sic). La enorme liviandad existente en el tratamiento de estos hechos queda reflejada en sus palabras. ¿Cuántos muertos serán necesarios para tratar en serio este problema?
Lo claro, sin duda, es que nos encontramos ante un “tratado de papel”.
La relegación a un segundo plano del Secretario General de las Naciones Unidas es el símbolo representativo de la frsgilidad del acuerdo. La única forma de garantizar una paz impuesta con fórceps se daría si se acepta la instalación en la zona fronteriza, de una fuerza de paz de la ONU o incluso de los EEUU. evitando así que las acciones genocidas de Israel se mantengan y perpetúen. Las grandes potencias integrantes del Consejo de Seguridad ¿darán luz verde a alguno de estos caminos?
Nota: Al cierre del prsente comentario, la cifra de muertos durante el príodo de “cese del fuego” se elevó a 226, la mayor parte mujeres y niños palestinos.







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