«No tendremos una sociedad si destruimos el medio ambiente.»

Margaret Mead.

 

Actualmente nos leen en: Francia, Italia, España, Canadá, E.E.U.U., Argentina, Brasil, Colombia, Perú, México, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Chile.

Cuando llueve, todos se mojan.

El refranero popular cobija, con frecuencia, elementos de sabiduría que se han ido acumulando a través de siglos y que constatan, positiva o negativamente, experiencias vividas, ya sea para incentivar ciertas conductas humanas o para alertarnos ante eventuales riesgos o ilusiones. No siempre los refranes tienen visos de verdad. Incluso muchas veces son contradictorios con otros dichos sobre la materia como, por ejemplo, cuando se nos dice “quien temprano se levanta, una bolsa de plata se halla” versus “no por mucho madrugar, amanece más temprano”.

El epígrafe que encabeza este comentario, tiene un cierto sabor a verdad, ya que la lluvia cae por igual sobre ricos y sobre pobres, pero si hurgamos un poco más será fácil constatar que “el riesgo de mojarse” no es igual para pobres que para ricos, para quienes viven en campamentos o para quienes habitan insolentes residencias del barrio alto, para quienes deben caminar o moverse en locomoción colectiva para llegar a su lugar de trabajo que para quienes se trasladan en lujosos SUV 4 x 4.

El lector, de seguro, se preguntará acerca del “porqué” de estas disquisiciones.

Un dato básico a tener presente, es que vivimos, no solo a nivel nacional sino a nivel global, una situación económica crítica. Los factores que la han desencadenado pueden ser múltiples. Por su coincidencia inmediata en el tiempo, resulta fácil culpar a la pandemia de lo que sucede. Los más concretos apuntarán su dedo acusador a la guerra Rusia-Ucrania. Quienes miran el planeta desde una perspectiva más alta, destacarán la gravedad de la crisis climática con sus efectos de sequía y la consiguiente caída en la producción de alimentos. Otros harán hincapié en las migraciones masivas. Y los más ideologizados atribuirán todo a la crisis del sistema capitalista (o al neoliberalismo).

Lo más probable es que todos tengan “algo” de razón.

Aclarado lo anterior, no pareciera desatinado afirmar que nos enfrentamos a una tormenta perfecta y que, en consecuencia, todos debieran mojarse, es decir que todos los sectores de la economía nacional, cual más, cual menos, debieran sufrir los efectos de esta complicada coyuntura.

Sin embargo, hay dos áreas de lo que podríamos calificar como “economía financiera” o “economía monetaria” que han sabido salir incólumes en estos años: el sector bancario y el sistema de seguridad social que opera fundamentalmente en torno a las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFPs).

El tema de los bancos, que han repartido jugosos dividendos entre sus accionistas al término de cada ejercicio, más vale no tocarlo. A pesar de la notoria disminución en el otorgamiento de créditos, en particular de los hipotecarios para la vivienda, sus ganancias han alcanzado niveles insospechados, lo que se explicaría, según se dice, por el volumen y tasas aplicadas a los créditos de consumo (en perjuicio de esa gran masa de chilenos que viven permanentemente endeudados) y, en paralelo por el bajísimo costo del dinero que reciben y destinan a préstamos.

Al frente está el sistema de las AFPs, que en la práctica opera recibiendo el “ahorro forzado” que implica la cotización obligatoria (10%) que se descuenta de las remuneraciones de todos los trabajadores formales del país.

Estas Administradoras que gestionan esa masa ingente de recursos, contratan a “expertos en el mercado de capitales” para asegurar así a los afiliados las mejores rentabilidades posibles, incrementando así sus cuentas con miras a garantizarles una digna pensión al momento de jubilarse. Lo curioso es que estos “magos de las finanzas” (todos, sin excepción) que orientan a las AFPs en sus quehaceres, las han llevado sistemáticamente durante los tres últimos años a una pérdida constante de los ahorros previsionales cualquiera que sea el Fondo (A, B, C, D, E) que el cliente haya elegido. Para engatusar al afiliado, se publicita que su Administradora es la que tiene la mayor rentabilidad “desde los inicios del sistema”, encubriendo con esa frase el hecho indiscutido de que los ahorros de las personas se han reducido y ello afectará a sus ya declinantes aspiraciones a una jubilación aceptable.

Pero, hay algo más. Mientras los fondos de los imponentes se deterioran, mientras el debate público es conducido deliberadamente a la cuestión acerca de quien administraría los eventuales nuevos recursos de una cotización adicional, mientras los afiliados son avasallados por mensajes digitales ofreciendo los mejores servicios on line, los trabajadores ven con impotencia que las AFPs, a las cuales les paga por administrar sus valiosos recursos, deterioran la suma de sus ahorros, en tanto estas entidades, siguen sin ver afectado su negocio ya que aplican comisiones sobre los fondos acumulados en el pasado y no sobre las rentabilidades efectivas.

En el último año, las AFPs (HABITAT, de propiedad de la Cámara Chilena de la Construcción y del consorcio estadounidense Prudential; CUPRUM, del consorcio  Principal; PROVIDA, propiedad de Metlife; CAPITAL, de la colombiana Sura; PLANVITAL, de Generali; MODELO, de Andrés Navarro) distribuyeron entre sus accionistas, la bonita suma de 320.000 millones de pesos. A ninguna de ellas, ni por un momento, se le ocurrió rebajar –aunque fuera transitoriamente –  sus altas comisiones demostrando así su solidaridad.

En la práctica, cuando llueve hay algunos que no se mojan.           

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