De dignidad y seres humanos
¿Es posible concebir una dignidad humana más allá de la pura áspera y compleja abstracción? Si, por cuanto la dignidad es fundadora de derechos, haciendo al ser humano un soberano de sí mismo. Son la libertad y la igualdad encarnados en nosotros, reconocidos como una especie que se desenvuelve en un medio ambiente determinado al que hay que proteger y respetar, tanto como nos debemos respeto a nosotros y a otras especies que conviven en nuestro entorno. Esto la hace no sólo individual, sino que también de carácter social. Es un reconocimiento de la condición humana en todos los ámbitos, como el trabajo que debe ser decente, como el económico que exige no puedan desarrollarse iniciativas que atenten contra la seguridad, la salud y la libertad, o en el marco jurídico que obligan a la institucionalidad a no actuar de manera discriminatoria, debiendo ser racionales las políticas públicas que se implementan, para no permitirle que se arrase con las libertades civiles, siendo un límite para la autoridad.
Nos exige forjar un sistema social que asegure la subsistencia digna de todos sus miembros, en la que cada uno pueda desarrollar su personalidad sin dañar a otros. Una sociedad en la que se supere la concepción del individuo como un mero consumidor, instaurándose una razón solidaria y fraterna.
El ser humano debe ser considerado un ciudadano, no un mero consumidor; el ser humano es un fin en sí mismo y no un medio que pueda ser instrumentalizado para alcanzar otros objetivos; el ser humano merece un trabajo decente.
La dignidad no es indeterminada, ya que se encuentra en cada ser humano, permitiéndonos escoger nuestro proyecto de vida. Esto significaría poder exigirle al Estado y a los particulares remover todos los obstáculos que impidan su materialización, así como actuar de modo de poder lograr su consecución.
Stefano Rodotá señalaba: “Así pues, el homo dignus vive en un sistema de relaciones y adquiere la dignidad social que la Constitución prescribe. Y esta reconstrucción nos permite sobrepasar las contraposiciones entre dignidad subjetiva y objetiva, entre dignidad como poder o como límite, por la compartida presencia en el mismo principio de estas diferentes dimensiones que sacan a la luz los criterios sobre los que se pueden delimitar las situaciones en las que el principio de dignidad es el límite de autodeterminación misma”.
Es en un modelo socioeconómico, como el neoliberal, que se construye sobre la segregación y la mera capacidad adquisitiva de cada individuo en el que impera la indignidad. En la que hay personas que por su condición no son considerados como iguales y son menos libres. Seres humanos que son verdaderos muertos civiles al restringirse que tomen decisiones y participen, al estar socialmente excluidos, en cuyo extremo podemos encontrarnos con llegar a legitimar cualquier agresión en su contra.
La vida digna de ser vivida, entonces, es aquella que la persona autónomamente se construye, sin afectar al prójimo. No hay vidas “indignas”, salvo aquellas que otros pretenden construir en nuestro lugar, violando así el derecho de auto-determinación para orientarnos en el mundo, imponiéndonos como vivir.
Dignidad, esto, esto es lo que requiere La gente!