«El afán de riquezas es una gravísima enfermedad, capaz de corromper no solo el ánimo humano, sino también la sociedad y la vida civil».  Anónimo.

 

 

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Editorial. Crisis en la bolsa de valores.

Equipo laventanaciudadana.cl

Periodismo ciudadano.

Es habitual que suplementos especializados de economía y negocios de los tradicionales medios de comunicación social nos entreguen abundante información sobre la evolución de los precios de acciones o de materias primas en las más importantes bolsas del mundo en que se comercializan estos bienes. Los datos así exhibidos interesan a los inversionistas y, eventualmente, a los gobiernos cuyos ingresos dependen día a día de las cotizaciones que puedan tener el petróleo, el cobre, la soja y otros productos.

Sin embargo, por sobre esos precios que poco interesan a la gente común y corriente (ya sea porque no tienen capacidad de ahorro o porque simplemente no entienden el juego del mercado), hay ciertos valores personales, sociales, culturales e incluso religiosos, que condicionan la vida en común y que constituyen el cimiento sobre el cual se asienta la subsistencia de un grupo humano. Incluso el hampa tiene ciertos códigos de conducta que regulan sus relaciones mutuas y hasta las naciones en períodos de guerra han convenido en sujetar sus acciones a ciertas normas morales sobre armas prohibidas, tratamiento de los prisioneros, etc.

El respeto a los derechos de los demás, la confianza mutua, la fe en la palabra empeñada, constituyen elementos obvios de una convivencia sana que puede proyectarse en el tiempo.

En el tortuoso camino destinado a perfeccionar la democracia, limpiándola de imperfecciones que la corrompían y la alejaban de la voluntad ciudadana, nuestro país estableció legalmente el sistema de “votaciones primarias” destinado a evitar que las nominaciones de los candidatos a cargos de elección popular fuesen hechas por grupos cerrados a espaldas de la ciudadanía.

El sistema, que funcionó con cierta regularidad durante algunos años, hizo explosión en la presente temporada. Quienes participaron en los diversos procesos y sufrieron con resultados que no eran de su agrado, se sintieron con el derecho de desconocer los resultados y emigraron abierta o subrepticiamente hacia caminos distintos. Ejemplo paradigmático ha constituido una senadora de la Región del Bío que hace poco más de un mes declaraba textualmente “me siento absolutamente representada por Sichel” , “tenemos con él una comunión perfecta de ideas”, “nos sentimos súper cómodos con él, mucho más que con Kast” y que hoy, ante la situación electoral de su abanderado, opta por anunciar que se encuentra en “proceso de reflexión” lo que implica, en buen castellano, que se apronta para abandonar el barco como lo han hecho diversos parlamentarios de su colectividad.

Lamentablemente, el problema es generalizado y traspasa las fronteras de los diversos sectores contribuyendo al desprestigio de la clase política y, lo que es peor, generando desconfianza creciente en el sistema democrático.

Nuestro país, qué duda cabe, pasa por una crisis generalizada cuya superación, de seguro, requerirá largo tiempo, pero cuando los intereses individuales y el oportunismo desfachatado llevan a la pérdida del respeto a ciertos principios morales, el daño es muy difícil de reparar.

Chile se merece algo mejor y radica en cada ciudadano la responsabilidad de exigirlo.

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