
EDITORIAL. Pelando la cebolla.
Günter Grass, Premio Nobel de Literatura, en una novela con el título señalado, fue develando, capa por capa, los detalles de su vida, en una autografía que reveló detalles que hasta ese momento permanecían ocultos. En verdad, tanto la existencia de las personas como la de los pueblos, se ha configurado por sucesivas etapas que se sobreponen unas a otras configurando un presente que está lleno de pasado.
El reciente 21 de junio, Día de los Pueblos Originarios, el Presidente de la República presentó en el Palacio de La Moneda la “Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento”, esfuerzo político que logró concitar la adhesión de diecinueve partidos (desde el Comunista hasta el Republicano) y que busca promover iniciativas de justicia hacia el pueblo mapuche, de reparación integral a las víctimas del conflicto, y proponer soluciones relativas a la reivindicación de los territorios en su caso.
La propuesta del Ejecutivo, que merece sin duda el más amplio apoyo ciudadano, constituye un desafío mayúsculo ya que se trata de un problema ancestral que reúne una serie de aspectos históricos y presentes que los ocho comisionados deberán tener en consideración para lograr eficacia en su trabajo.
La Comisión en cuestión deberá tener a la vista las diversas “capas” que, superpuestas, configuran el meollo del asunto.
Si bien el problema del acceso a la propiedad del suelo aparece como uno de los puntos álgidos del conflicto, es uno de los más complejos. En el siglo XIX, y particularmente durante el proceso curiosamente llamado de “pacificación de la Araucanía”, los sucesivos gobiernos capitalinos emprendieron una dura guerra en contra el pueblo mapuche, con el fin de arrinconarlo en pequeñas comunidades y apoderarse de sus territorios para asignarlos a inmigrantes de origen europeo o a familias políticamente vinculadas al gobierno del momento. El conocido relato “Un soldado de tres guerras” es absolutamente claro a este respecto.
Sin embargo, una gran parte de los propietarios actuales han adquirido lícitamente estos inmuebles y, por tal razón, defienden lo que consideran su legítimo derecho, La presencia de las grandes empresas forestales, que mediante presiones han comprado innumerables propiedades para quitarles su destino agrícola y dedicarlas a los monocultivos de su interés, ha adicionado un condimento que ha agravado la situación. La política de adquisición de tierras por parte de la CONADI para su asignación a las comunidades indígenas, si bien tiene una buena dirección es absolutamente limitada en sus efectos.
El panorama del momento presenta tres puntos destacados en el área: la delincuencia, la pobreza y las demandas identitarias.
El combate a la delincuencia expresada en el robo de madera, ha tenido un significativo éxito. Al determinarse la relación existente entre los delincuentes y los grupos mapuche radicalizados, se asestó un fuerte golpe a la causa que defendían estos últimos.
El combate a la pobreza, emprendido bajo el gobierno de Sebastián Piñera bajo la conducción de Alfredo Moreno y que comprometía importantes inversiones privadas y públicas en el área, ha registrado lentos avances siendo sus horizontes de muy largo plazo.
Las demandas identitarias, que significan el reconocimiento a este pueblo en materia de dignidad, idioma, religión y creencias, costumbres y cultura en general, han tenido progresos que son notorios.
Lo anterior, demuestra la insuficiencia de las políticas desplegadas hasta ahora.
El nudo gordiano, que no puede eludirse, radica en el hecho de que los grupos radicalizados y violentistas buscan la autonomía total, creando un Estado propio, el Wall Mapu, que supera los deslindes políticos tanto de Chile como de Argentina. Ellos constituyen una minoría que en modo alguno representa a los 38 loncos reconocidos. Su animadversión al diálogo quedó de manifiesto desde la asunción al poder de Gabriel Boric y se ha traducido en el expreso rechazo a la Comisión calificando a los personeros de su etnia que la integran, como yanaconas al servicio del Estado chileno. Las palabras de los voceros de la Coordinadora Arauco – Malleco y de la Alianza Territorial Mapuche al respecto, son elocuentes.
Su propósito de constituir un territorio autónomo es claramente inviable, ya que, a todas luces, el Estado chileno no lo permitiría y el propio pueblo mapuche lo rechaza.
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