
El Declive de la Ficción, el declive del mito [*]
| Otra película fallida: «1917» |
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«El tigre caza, el pájaro vuela; el hombre se sienta a preguntarse “¿por qué, por
qué, por qué?”» (Kurt Vonnegut), “1917”
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En última instancia, el fracaso de “1917” es de índole moral. Cabe destacar que no retrata a los alemanes como los villanos habituales, sino que los muestra empeñados en matar a los británicos en cualquier circunstancia, como cuando un piloto alemán derribado asesina a uno de los soldados británicos que lo ayudaron a escapar de su avión en llamas. Al final, los protagonistas son retratados como héroes. Hay un dejo de «anti heroísmo» en su desesperado intento por cumplir con su deber en una tarea casi imposible, pero no dejan de ser héroes. Y nos quedamos con la pregunta del porqué. Seguiremos preguntándonos esto hasta que, como dice el capitán McKenzie al final de la película, «solo terminará cuando quede un único hombre en pie».
Las civilizaciones en decadencia comparten muchas características. Una de ellas es su incapacidad para lidiar con sus mitos fundacionales. Sabemos que quienes desconocen la historia están condenados a repetirla, y lo mismo ocurre con quienes desconocen sus mitos: están condenados a repetirlos sin comprenderlos. Este efecto se observa con mayor claridad en los últimos poetas del Imperio Romano: poemas refinados, pulidos, profesionales, pero totalmente insulsos. Los romanos pasaron a la historia sin comprender lo que les sucedía, y lo mismo nos ocurre a nosotros.
Con las guerras civiles del siglo I a.C., el Imperio Romano perdió su impulso expansionista e inició su declive. Toynbee afirma en su obra «El estudio de la historia» (1961) que, con las guerras civiles, el Imperio Romano se infligió heridas tan graves que jamás podría recuperarse. Las heridas no eran físicas, sino que afectaban al alma misma de una civilización que había perdido su razón de ser.
Y así sucede con la Primera Guerra Mundial. En muchos sentidos, representa un punto de inflexión en la historia occidental. Un acontecimiento en el que los occidentales volvieron contra sí mismos las armas que habían usado para conquistar el mundo. Y un acontecimiento en el que Occidente se infligió heridas tan profundas que jamás recuperará su esencia. Aún hoy las vemos. Son heridas en el alma misma de la civilización, pero ni siquiera podemos comprender su existencia, y aún sufrimos sus consecuencias.
Un buen ejemplo de nuestra ceguera ante la fuerza mitopoética de la Primera Guerra Mundial es la reciente película «1917». Posiblemente concebida como un reflejo de lo que fue la guerra, resultó ser poco más que una versión dramatizada de las aventuras del Gato Silvester; dicho sea de paso, quizá una mejor interpretación ficticia de la violencia sin sentido que nos rodea hoy.
¿Por qué es mala “1917”? Si bien posee cierta elegancia en sus imágenes y un buen ritmo narrativo, su trama falla en todos los aspectos. Hay muchos detalles que se podrían calificar de «errores garrafales». Por ejemplo, cuando uno de los protagonistas, Schofield, resulta herido en la mejilla derecha por una bala que le provoca una hemorragia abundante, unas horas después, en la película, aparece completamente curado: sin herida visible. El tipo de errores garrafales de los que uno se burlaba en las películas de serie B de los años 50.
Hay varias otras incongruencias que sería inútil detallar. Permítanme mencionar solo un par: cerca del final de la película, vemos a las tropas británicas saltando de sus trincheras sin haber visto ni rastro de preparación artillera previa por parte británica. Impensable.
Y luego está la icónica carrera del protagonista en tierra de nadie, paralelo a la línea de trincheras. ¿Por qué haría eso? Se exponía al fuego de la artillería alemana y chocaba varias veces con los soldados británicos que atacaban. Podría haber entrado a la trinchera sin peligro o, si eso no era posible, haber caminado al otro lado, lejos del fuego alemán. No se trata de insistir en pequeños errores, sino de respetar la inteligencia de los espectadores, algo de lo que carece esta película.
Pero es la premisa misma de la trama la que no tiene sentido. Los dos protagonistas, dos soldados británicos, deben explorar las trincheras alemanas para comprobar si los alemanes fingieron una retirada para tender una trampa a las tropas británicas que atacaban. Pero a estos dos pobres soldados también se les entrega una carta para el comandante del regimiento de Devon, en la que se le ordena no atacar. Esto se debe a que el alto mando ya sabía, gracias al reconocimiento aéreo, que los alemanes se habían marchado, como se nos dice claramente al principio de la película. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué el alto mando envía el mensaje solo a través de dos personas, que se supone que deben embarcarse en una misión casi suicida en tierra de nadie? Podrían haberlos enviado simplemente a caminar tranquilamente a lo largo de la línea de trincheras: más rápido y seguro. Como digo, es la lógica del Gato Silvester. Mucho movimiento, persecuciones, peleas y demás, pero no sabemos por qué.
En última instancia, el fracaso de “1917” es de índole moral. Cabe destacar que no retrata a los alemanes como los villanos habituales, sino que los muestra empeñados en matar a los británicos en cualquier circunstancia, como cuando un piloto alemán derribado asesina a uno de los soldados británicos que lo ayudaron a escapar de su avión en llamas. Al final, los protagonistas son retratados como héroes. Hay un dejo de «antiheroísmo» en su desesperado intento por cumplir con su deber en una tarea casi imposible, pero no dejan de ser héroes. Y nos quedamos con la pregunta del porqué. Seguiremos preguntándonos esto hasta que, como dice el capitán McKenzie al final de la película, «solo terminará cuando quede un único hombre en pie».
N. del E.:
Sinopsis de la película “2017”: https://youtu.be/gZjQROMAh_s
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UB
14/10/2025
Fuente: 14.10.2025, desde el substack. com de Ugo Bardi “Quimeras” (“Chimeras”), autorizado por el autor.




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