«En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que, por mucho tiempo, se han dado por ciertas y seguras»

Bertrand Russel

 

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Arquitectura para la vida: cómo diseñar ciudades que cuidan la salud y el medioambiente

Daniela Velozo

Arquitecto, académica de Arquitectura – UCSC
Proyectar espacios urbanos sostenibles es un desafío ético y social que impacta directamente en la equidad, el bienestar y la calidad de vida de las personas.

Al margen del Día Mundial de la Salud Ambiental, la reflexión sobre cómo proyectar ciudades que velen por el bienestar humano y la naturaleza cobra más relevancia que nunca. La arquitectura es mucho más que diseñar edificios: es planificar cómo vivimos, nos movemos y nos relacionamos con el entorno. Se requiere una planificación que promueva barrios integrados, con acceso a áreas verdes y buena conectividad, reduciendo la necesidad de desplazamientos y, con ello, las emisiones asociadas al uso de combustibles fósiles.

Un diseño adecuado de la vivienda, con orientación, ventilación y aislamiento térmico eficientes, permite disminuir el consumo energético sin sacrificar confort, una condición clave frente a la pobreza energética, que afecta a hogares que no logran costear calefacción, refrigeración, ni mantener condiciones térmicas adecuadas. Mejorar la envolvente térmica, acercar la vivienda a servicios y transporte público, e incorporar control solar son medidas que reducen la carga energética del hogar, alivian el gasto mensual y aportan equidad y salud a las familias.

Hablar de sustentabilidad en arquitectura es también hablar de ética. Cada decisión, desde la escala urbana hasta la elección de materiales, tiene un impacto social. El primer frente es la pobreza energética: orientar bien, aislar mejor y controlar el sol permite confort térmico con menos gasto mensual, en especial en vivienda social.

Las llamadas mejoras “verdes” deben realizarse con resguardo social. Parques, ciclovías o proyectos de renovación urbana no pueden significar la expulsión de quienes ya habitan los barrios. Además, urge avanzar en movilidad de proximidad, drenaje urbano sostenible, reutilización de agua y vegetación nativa, evitando urbanizar zonas de riesgo como áreas inundables o de remoción en masa.

Otro aspecto clave es considerar el ciclo de vida del carbono, con medidas como la construcción con madera certificada, la reutilización de materiales, la industrialización y el uso de herramientas digitales como el Modelado de Información de Construcción (BIM), para anticipar comportamientos energéticos. Debemos considerar también que la resistencia al cambio, tanto de empresas como de usuarios, sigue siendo un desafío transversal.

No hace falta esperar la norma perfecta: fijemos metas medibles y documentemos los resultados. Bien hecha, la arquitectura reduce desigualdades y hace más habitable la ciudad.

La arquitectura, cuando se proyecta con visión sostenible, puede transformarse en una “política pública silenciosa” que actúa en beneficio de la sociedad, incluso desde las acciones más simples. Desenchufar artefactos cuando no se usan, ventilar para evitar hongos y enfermedades respiratorias o plantar áreas verdes para mitigar islas de calor son ejemplos concretos que mejoran la salud ambiental de las comunidades.

Las iniciativas como la Aldea Laudato Si’, inspirada en la encíclica del Papa Francisco, que invita a hogares, instituciones y ciudades a un itinerario de siete años con objetivos medibles en eficiencia energética, movilidad sostenible, cuidado del agua y biodiversidad, acercan el desafío de la sostenibilidad a cada persona, desde la casa hasta la ciudad, y dejan claro que la responsabilidad es compartida entre políticas públicas, empresas y ciudadanía.

Para finalizar, debemos destacar iniciativas a nivel local e internacional, como la red de ciclovías de Concepción y la recuperación de humedales y lagunas urbanas, como Lo Méndez. Estos bordes renovados mejoran el microclima, mitigan islas de calor, ofrecen educación ambiental y devuelven un espacio público cercano y seguro.

En el plano internacional, resalta el proyecto CopenHill, en Copenhague, una planta de valorización energética que incorpora pista de ski, senderos y muro de escalada. Más que un gesto espectacular, es un argumento: la infraestructura que normalmente escondemos puede volverse espacio cívico y pedagógico. Es una invitación a repensar nuestras propias infraestructuras urbanas en clave de bienestar y comunidad.

N. del E.:

Imagen superior: Vista de Pontevedra, ciudad sustentable de Galicia.

Fuente:       https://ok.pontevedra.gal/es/ciudad-de-premio/

Imagen inferior:

Fuente: https://ciudadesquecaminan.org/blog/panorama/el-modelo-de-la-ciudad-de-pontevedra/

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