
BORDES
Me preguntaron un día “¿Qué significa la palabra borde?”. Pensando que quien me formulaba la pregunta hubiera visto alguna película española, le respondí que “Depende del contexto. Los españoles califican de ‘Bordes’ a los mal educados, a los molestosos, a los pesados”. No recordé que en Chile, los políticos a menudo utilizan términos que ponen de moda arbitrariamente y los transforman en sinónimos para darle gusto a su propia conveniencia.
Los “Bordes”, según me dice un amigo sobre en la actualidad política “Son los límites comunes, hasta dónde podemos correr la cerca. Avanzar con una determinada realidad, por sobre los deseos”. Otro, más certero, me señala que “los bordes son los límites que el poder constituido quiere ponerle al poder constituyente”.
En definitiva, creo entender que los famosos “bordes” son límites que quieren poner unos a los otros en su tarea política. En simple, y recordando los resultados del plebiscito de salida, se trataría de limitar por parte del Congreso a los futuros Constituyentes en su futura propuesta sobre la nueva Constitución.
He leído que hay unos acuerdos entre parlamentarios de distinto signo durante las reuniones que se realizan para encontrar una solución al tema de la elaboración de la nueva Constitución. Acuerdos sobré qué puntos debe contener la nueva Carta Magna, los límites, los benditos “bordes”.
Siempre me he declarado partidario de los consensos, de la negociación inteligente para llegar a acuerdos que vayan en beneficio de todos, de las grandes mayorías. Pero no me gusta lo que está ocurriendo ahora, fijando “bordes” para que no se “desborde” la cascada de propuestas que brotaron en la rechazada propuesta de la anterior Convención Constitucional. Pienso que los hechos que ya son historia deben servir de lección y que lo inteligente es moderar –unos y otros- nuestras acciones generales. En síntesis, debemos aligerar el lenguaje buscando los necesarios consensos, sin límites, sin cortapisas, sólo con el necesario sentido común.
Una Constitución es un marco jurídico en el cual todos nos debemos cobijar. Por lo tanto, nos debe acomodar a todos por igual, porque todos tenemos cabida en nuestra sociedad. Entonces, debemos ser prácticos y aplicar el posibilismo político para avanzar. ¿Qué esto nos obligará a dejar de lado el principismo? Pues, seguro que en algún momento así debe ser. Pero más vale retroceder un par de pasos para avanzar cuatro. Lo que no es de recibo es mantenerse en la rigidez, sin la tolerancia suficiente para encontrar las salidas que permitan construir un Estado fuerte, cohesionado, respetado, que camine hacia el progreso con solidaridad y en paz.
Hasta ahora, hemos conseguido en democracia cosas importantes y por mayoría significativa. Hemos decidido tener una Constitución nueva, acorde con los tiempos modernos, lo que tranquiliza y abre la esperanza a las grandes mayorías populares. Y también que debemos abrirnos a la participación paritaria en la elaboración de este importante documento, con representantes que elijamos nosotros en un proceso democrático responsable. Lo intentamos una vez, pero el resultado de la experiencia fue rechazado por significativa mayoría. En consecuencia, debemos corregir los errores. Lo importante es que el compromiso sigue presente.
Ahora es el Parlamento es el que debe legislar para que se retome el camino de la redacción de una nueva Carta Magna. Y es allí donde se realizan las conversaciones, los intercambios de ideas y los debates en torno al “cómo” debe hacerse esta nueva Constitución. Unos han inventado el sinónimo de “borde” a los límites que deben regir algunos temas contenidos en el trascendental documento. Otros insisten en ir más allá del simple cambio. Ni unos ni otros.
Insisto que se debe aplicar el sentido común, la experiencia y la inteligencia para dejar de lado la rigidez del interés personal, minoritario. Tenemos que ver el futuro con visión superior, para interpretar lo que anhelan las grandes mayorías nacionales. Debemos avanzar hacia un Chile mejor, más justo, de mayor progreso y en paz.
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