EDITORIAL. Los combustibles y el cambio climático
De acuerdo con el desarrollo de las tendencias sobre las existencias en los depósitos de combustibles de origen fósil, los observadores y científicos nos indican que aún quedan grandes cantidades en los yacimientos, suficientes para abastecer a la humanidad durante muchos decenios más. Sin embargo, los problemas para extraerlos son cada vez mayores. Por una parte, los yacimientos remanentes están a mayores profundidades y los costos de extracción y procesamiento aumentan, de tal modo que cada vez se requieren un insumo de más barriles de para extraer 1 barril. En segundo lugar, lo que va quedando en los depósitos son petróleos de baja calidad, como las arenas bituminosas, el petróleo de esquisto –que se obtiene mediante un contaminante proceso llamado “fracturación hidráulica” (“fracking”) consumidor de mucha agua y aditivos químicos, con un procesamiento muy costoso–, y petróleos muy pesados no aptos para obtener diésel.
Las esperanzas y fantasías de encontrar un combustible que reemplace a los derivados del petróleo, se desvanecen, el hidrógeno del que tanto se ha estado hablando resultó ser una falacia: es un vector energético de usos muy puntuales solo en pocas aplicaciones industriales, como refinerías.
Analizando lo que sucede con el cambio climático (o crisis climática), vemos que la temperatura media global ha ido aumentando paulatinamente desde los comienzos de la revolución industrial con una aceleración post II Guerra Mundial. Los aumentos de temperatura que esperábamos limitar en +1,5 grados centígrados con el Acuerdo de París de 2015, ya no se cumplieron y seguimos subiendo hacia los +2°C, los que se alcanzarán en no más de dos décadas si nos basamos en las cantidades crecientes de CO2 que emitimos y que no hemos sido capaces de detener porque no hay voluntad tecnológica ni política para logarlo.
Al ritmo que llevamos, el proceso de colapso de la humanidad va a terminar deteniéndose, no por agotamiento de los yacimientos de materias primas fósiles, sino por las alzas de temperatura, la escasez de alimentos por sequías e inundaciones, y la escasez de minerales para abastecer las industrias, como ya lo estamos comprobando. Las esperanzas en un cambio político y acuerdo mundial para mejorar el destino de la humanidad se desvanecen.
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