EDITORIAL. ¿Por qué nos cuesta cambiar?
El pasado 14 de agosto, se hizo público el Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, relativo a nuestro país, documento que nos plantea la interrogante que encabeza este comentario editorial.
Mediante un trabajo de esta naturaleza se busca evaluar la realidad nacional y proponer respuestas en torno a cuatro problemas acuciantes: Poner fin a la pobreza, Reducir las desigualdades, Proteger el medioambiente, y Combatir los efectos del cambio climático.
Si bien tales objetivos parecen obvios y nadie racionalmente pudiera ponerlos en cuestión, el solo hecho de que la pregunta que ha sido escogida para titular el informe, ha causado malestar en los sectores más conservadores de nuestra sociedad.
La casi nula difusión periodística de su contenido, constituye el reflejo irrefutable de la incomodidad que causa en las elites dominantes, hasta llegar al extremo de acusarlo como apoyo a un sector en las próximas campañas presidenciales. Así, el diario El Mercurio, en una conducta que no por ser habitual puede estimarse éticamente correcta, reitera su hábito de no dar a conocer un determinado documento para luego criticarlo calificándolo como “polémico” y, sibilinamente, atribuyendo el juzgamiento negativo a “muchos analistas” o “expertos” seleccionados a dedo.
Los ciudadanos interesados en la cosa pública pueden ver el Informe o una sinopsis de este visitando el sitio digital del PNUD.
El país, como toda nación en vías de desarrollo, enfrenta una variada gama de falencias en las áreas más importantes de su devenir. La salud, la vivienda, la educación, la seguridad pública, la seguridad social, pasan por una etapa particularmente crítica y, si bien puede cuestionarse la gestión del gobierno actual, es innegable que el origen de estos problemas no es de ahora, sino que se trata de situaciones de arrastre que se han ido acumulando en el tiempo.
A partir de esa base, pareciera ser claro que la comunidad nacional está fracturada y su población dividida en dos sectores fácilmente identificables: el de quienes padecen la realidad actual y que, por lo tanto, instan por cambios esenciales, y los grupos conservadores que se aglutinan, como señalara su propia precandidata presidencial, tras “el statu quo paralizante de cierta derecha”.
El documento que comentamos es una invitación al diálogo, para lo cual se hace necesaria una actitud abierta y dispuesta a discutir con fundamentos cada uno de los indicadores y datos que en él se contienen.
Una de las aristas que causó escozor en el mundo de los “poderes fácticos”, es la relativa al ámbito comunicacional en cuanto el Informe señala que los espacios para la discusión sobre temas de esta naturaleza son muy limitados. Al respecto se trabajó sobre el análisis de tres medios (dos de prensa papel, Mercurio y Tercera, y uno digital: El Mostrador). El decano de la prensa nacional, se dio por atacado en particular se defendió editorialmente destacando que en Chile hay amplia variedad de medios, haciendo gala de la pluralidad de sus columnistas. Lo que no reconoció este medio es que la información entregada a sus lectores está burdamente condicionada desde la forma misma de titular, hasta el ocultamiento de ciertos contenidos, la selección de sus especialistas y expertos, la mantención de una alternativa digital plagada en sus “comentarios” de nombres y residencias falsos y de injurias y groserías sin límites.
El Informe PNUD es un trabajo serio, que merece respeto y que, en una democracia madura, debería suscitar un amplio debate. Eludir una discusión seria sobre los diversos aspectos de su contenido es impedir que los ciudadanos tomen debida conciencia acerca de la naturaleza de los problemas de la comunidad y, en consecuencia, se comprometan en el trabajo indispensable para superarlos.
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