«Lo que le ocurra a las bestias, pronto le ocurrirá al hombre. Todas las cosas están relacionadas.»

Jefe Seattle.

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EL AGOTAMIENTO DE LOS BIENES NATURALES DE LA TIERRA

Carlos Bonifetti Dietert

Ingeniero C. Mecánico UdeC. Ambientalista.

Los bienes naturales, como prefiero nombrar a los “recursos naturales” según se los denomina en el lenguaje universal, se están agotando o se están hundiendo o se están fundiendo en todo el planeta Tierra, y esto, que otrora parecía una tontería hoy es ya una verdad indesmentible. Y por qué me gusta más la palabra ‘bienes’ que ‘recursos’, pues por una razón muy simple: con ‘recursos’ la impresión que dan es que están ahí para usufructuar de ellos casi sin control ni límites; en cambio, al decir ‘bienes’ aflora el concepto de bondad de cosa más querible, más amable, que podemos tomar pero con mucho más cuidado y respeto. Y el respeto lo debemos ejercer de modo muy serio porque esos bienes no nos pertenecen a los humanos ya que debemos compartirlos con nuestros compañeros de viaje: el resto de los seres vivientes del planeta, tanto del reino animal como del reino vegetal. El vocablo es mucho más delicado, en cambio, el tradicional es rústico y más áspero de paladear. Y este nuevo término y concepto es el que en el campo del Ambientalismo (o Terrorismo Ecológico, como les gusta decir de modo burlesco a los ‘negacionistas’) estamos introduciendo cada vez con más profundidad y divulgando.

Dicho esto, volvamos a esto del agotamiento, con un conteo sucinto de las evidencias. Los glaciares de todas las cordilleras y montañas del mundo, que son las fuentes de agua dulce para la vida en la Tierra, se retraen y pierden masa a altas tasas; ya casi no hay nieve (hielo) en las cumbres del Kilimanjaro, Tanzania, la montaña de 5.892 m s.n.m., la más alta del continente africano y la más aislada del planeta. Se calcula la desaparición total del hielo entre 2020 y 2050. 

La velocidad del deshielo en todo el planeta  aumenta continuamente. Según las recientes investigaciones en las últimas tres décadas la Tierra ha perdido 28.000 millones de toneladas de hielo. Lo que equivale a un volumen que resulta de multiplicar la superficie del Reino Unido por una altura de 100 [m]  de hielo, el equivalente a la masa de hielo que ha perdido nuestro planeta en el período.

El 50% de  las pérdidas se debieron al deshielo terrestre: 6.100 millones de toneladas de glaciares de montaña, 3.800 millones de toneladas del hielo de Groenlandia y 2.500 millones de toneladas de hielo de la Antártida, han ido a parar al mar en los treinta últimos años, lo que ha provocado un aumento global del nivel de los océanos de 3,5 cm. Se estima que por cada centímetro de aumento del nivel del mar, aproximadamente 1 millón de personas están en peligro de ser desplazadas.

Estamos revisando primero que todo estos bienes fundamentales: el hielo y el agua, porque son los más importantes para la sostenibilidad de la vida en el planeta. Todos sabemos que sin agua no hay vida.

Así, durante los últimos años, la idea de que el agotamiento de los bienes naturales era un grave problema para la humanidad, se hizo completamente indesmentible. Las cosas están yendo cada vez peor, sin embargo las mayorías no quieren reconocerlo, buscando evasivas y esperanzas en la aparición de algunas tecnologías de cuarta, quinta y enésima generación para sostener la vida de la humanidad. Pero son todas meras ilusiones. Ni siquiera podemos ya pensar en energías alternativas, renovables, no convencionales o como se las quiera llamar, porque no hay energías limpias ni de color verde.

Y en Chile ha surgido ahora otro de los repentinos y esporádicos entusiasmos,  que entran en las mentes simplistas de los políticos y tecnócratas, que piensan que hemos encontrado “el vellocino de oro” o la gran panacea: el hidrógeno verde. Ya se han publicado en las recientes semanas otros artículos sobres esto en este semanario. No hay energías limpias, ni la solar ni la eólica lo son, ni tampoco es dable pensar que el mundo se podrá sostener reemplazando los combustibles de origen fósil para producir energía por energías renovables. Ello no es posible. Por tanto, lo único que le queda por hacer a la humanidad es comenzar ya a consumir muchísimo menos energía, y no de manera desganada o cachacienta, sino con entusiasmo, siguiendo el planteamiento de Amory Lovins: el camino correcto es el de la Eficiencia Energética, pero de verdad, no de aquella publicada en trípticos de seminarios livianos sobre el tema que poco y nada aportan y a nada conducen. Lovins acuñó la frase, que pongo en mi versión libre así: “El MW,…el Mega Watt más importante es en realidad el NW, el Nega Watt, es decir el Watt que no se usa”.

Para no agotar más a los lectores con tantos ‘agotamientos’, repasemos brevemente los otros que nos están golpeando durísimo, acá en nuestra propia casa, nuestro Chile, que lo estamos transformando en un Gran Territorio de Sacrificio, ya no solo zonas aisladas y acotadas, sino destruyendo todo el territorio, con enormes pérdidas de humedales, intermedios, urbanos, estuarinos y costeros; disminución y pérdida de reservas naturales urbanas por extensiones de las ciudades sin planificación territorial de modo desaforado e irresponsable; extensión  de la actividad forestal, agrícola y frutícola, sin control y a expensas de la destrucción de más y más hectáreas de bosques nativos de todo tipo que aceleran la desertificación del territorio.

Vamos ahora al mar y a sus peces, bivalvos, crustáceos, equinodermos, etcétera; no quiero entrar en detalles porque ya sabemos lo que está pasando ahí: depredación desaforada con los productos marinos de consumo y exportación -“edulcorados” con el sello de sustentabilidad MSC- y contaminación sin control ni límite.

Sin embargo, crecen y se multiplican las organizaciones y ONG ambientalistas en todas las regiones y provincias de Chile que estudian la situación, analizan y advierten. En este punto, ya podemos preguntarnos: ¿Por qué comenzó este nuevo ciclo de entendimiento? ¿Qué hizo que se reconociera el agotamiento de los bienes (recursos) como un problema? Las ideas comienzan con los datos disponibles, y el reconocimiento (a regañadientes para muchos) de la finitud de nuestro planeta, que no formaba parte de la cosmovisión mayoritaria hasta tiempos relativamente recientes. Ya hubo economistas, como el británico William Stanley Jevons, quien comenzó a anunciar que podríamos quedarnos sin algún recurso importante a mediados del siglo XIX, y que pensó en el posible agotamiento del  carbón. Pero sus posturas no prosperaron y el primer mundo de la época siguió adelante con su gran y entusiasmante Revolución Industrial.

Posteriormente surgió la posibilidad de que eventualmente nos quedemos sin petróleo u otros minerales, pero nunca ello llegó a ser parte de las opiniones dominantes. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar en la década de los ’60. Tal vez las exploraciones espaciales de esos años, al mostrarnos las impresionantes fotografías de un planeta Tierra esférico y limitado nos hizo cambiar la posición del conmutador mental para comenzar a pensar en la finitud de los bienes. Kenneth Boulding fue uno de los primeros economistas científicos que lo advirtió, y lo condensó acuñando su conocida frase: «Cualquiera que piense que el crecimiento económico puede continuar para siempre es un idiota o un economista«.

El adormecimiento de la humanidad sobre su futuro se debió muy probablemente a las novelas y películas de ciencia-ficción que nos entregaban visiones fantásticas de los modos de vida imaginados por sus autores. Isaac Asimov, por ejemplo, en una de sus publicaciones declaró que estaba preocupado por la sobrepoblación humana, pero no planteo el concepto de ‘agotamiento de los bienes o recursos’. En fin, debe haber sido difícil para los escritores de fantasías imaginar o considerar ‘límites al crecimiento’ en una cosmovisión inmersa en el apogeo de la energía atómica y de los viajes espaciales, lo que estaba moldeándose como una característica de un futuro que parecía obvio.  Sin embargo, ninguna de las novelas del género ficción exploró el tema del agotamiento de los bienes, al menos no hasta finales de las décadas de 1990 y de 2000. Da la impresión que las mismas reglas de la economía se aplicaran a la ciencia-ficción: el agotamiento es un concepto incómodo y tan duro de aceptar que se tiende a ignorar. Es así,  un defecto de nuestra visión sesgada de las cosas que nos impide ampliarla a formas holísticas de pensar y analizar.

Es muy lamentable, pero es la  forma en que estamos afrontando el futuro. Seguimos hablando hasta por los codos del inefable crecimiento económico y “huyendo hacia adelante”.  ¿Hasta cuándo?

Fuente de figura:
https://www.forbes.com.mx/se-acabaron-los-recursos-renovables-del-planeta-para-2019/

Otras lecturas:
https://thesenecaeffect.blogspot.com/2021/03/running-out-of-ice-on-moon-path-of.html

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