«Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe»

José Luis Sampedro

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LA INCOMUNICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN

2014

Frecuentemente nos admiramos de los espectaculares avances en los sistemas y tecnología de comunicación. A un invento se sucede otro y otro, y así sucesivamente. La incorporación de nuevos sistemas, aparatos y técnicas sigue creciendo, y en forma exponencial. Pero no hay que olvidarse que las nuevas tecnologías de comunicación nacieron para fomentar el conocimiento, el acceso a la cultura, a la ciencia, a la tecnología, a la información, para posibilitar el intercambio entre personas.

No cabe la menor duda que el avance ha sido espectacular. Hace un o dos decenios atrás nadie hubiese pensado que se llegaría al desarrollo actual. Las redes formales e informales, la incorporación de bibliotecas y archivos, los desarrollos para la comunicación científica y tecnológica, ponen a disposición de cualquier persona un cúmulo de información jamás pensado. Paralelamente, se ha desarrollado todo tipo de aparatos que posibilitan acceder a emails desde celulares y similares, en gran parte del mundo.

Pero da la impresión que para muchas personas estas tecnologías incomunican, aíslan y ponen barreras. Se ha demostrado que un gran porcentaje de llamadas son absolutamente innecesarias y producto del “vicio” adquirido a través de la ocupación constante de los celulares. La hipertrofia de llamadas tiende a interrumpir diálogos presenciales, a alterar la concentración en el trabajo, y a distraer cuando se realiza una determinada actividad. Aumenta día a día la mala educación de ponerse a atender una llamada interrumpiendo un diálogo, con la excusa de “puede ser algo importante”, cuando una inmensa mayoría de esas llamadas son absolutamente intrascendentes. Es muy común ver a participantes en reuniones chateando o transmitiendo mensajes. Incluso con frecuencia en el cine se observa que hay espectadores que paralelamente miran la película y usan uno de estos aparatos.

Aunque aparentemente esas personas se están comunicando, lo que logran mediante esa exacerbación de comunicados es aislarse cada vez más. Rompen diálogos, fracturan acercamientos, impiden encuentros, evitan concentraciones.  Cada vez con más frecuencia se ve a gente sumida en este estado catatónico de nebulosa cibernética; en el trabajo, en los buses, en los cafés y también en las calles. En todas partes se vive esta trampa de la “comunicación”.

Junto a esta patológica forma de entender la comunicación, se desarrollan otros males que se van convirtiendo también en vicios. La pantalla del computador empieza a tener un efecto hipnótico que atrae la vista para ver si llegó un comunicado o un correo. Los ojos se ponen turnios: uno para la persona con quien se está conversando y otro para la pantalla del computador (todo amparado en la excusa de mantener la concentración en el trabajo). A ello se suma la necesidad de incorporar uno más de esos ya 3.553 o más “amigos” hechos a través del Facebook. Y de enviar recados o jugar con el Twitter, o tal o cual nueva maquinita recién creada.

En las oficinas, en los trabajos, son cada día más las señales, instrucciones u órdenes que se envían a través del computador. El intercambio de puntos de vista, las tertulias laborales, los análisis espontáneos cara a cara, son reemplazados, en función de la sacrosanta “eficiencia” por escuetas órdenes, muchas veces al más puro estilo de los antiguos telegramas.

Obviamente que todo este estado de incomunicación, esta folía de ondas que pasan de los aparatos a las neuronas, va dejando a un lado otras neuronas tan importantes para la vida. Cada vez usamos menos la memoria. No retenemos un solo número telefónico, y el día que perdemos el celular o un virus entra en el computador, no recordamos ni el número personal.

Ya no redactamos, porque no sabemos redactar. La ortografía la manda el diccionario que tenemos incorporado en el computador.  Cuando éste no está, el desamparo es patético, pues el uso de determinadas letras, las reglas de la acentuación, etc., pasaron hace mucho tiempo al olvido. Por falta de práctica hemos perdido nuestra habilidad de escribir.

Por otra parte, creemos que desarrollamos nuestra democracia a través de los “medio de comunicación” al tener la posibilidad de la manifestación en redes sociales, sin analizar que allí se escribe cualquier estupidez muchas veces en un lenguaje soez. También aquí es necesario detenerse a pensar cómo a futuro se podrá canalizar la opinión responsable de la ciudadanía. Vociferar, insultar, combatir sin argumento, no construye democracia. Tener la oportunidad de la comunicación a través de un aparatito a veces puede convertirse en anarquía.

Nos comunicamos para incomunicarnos. ¿Es el pago del progreso o corresponde a esta etapa de pérdida de cultura y de valores en que no sabemos tamizar lo que nos conviene de lo que no nos conviene?  El tiempo dirá…

NGV

2014

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