«Condenar toda acción criminal contra policías y ciudadanía es una responsabilidad indiscutible. Combatir el narcotráfico y la delincuencia, también. Del mismo modo nos obliga a reconocer que, si hoy, estas lacras sociales  «campean» en chile, es por las incapacidades e insuficiencias de las instituciones policiales para combatirlas y derrotarlas. Su fracaso, va , de la mano del estado, pues, hasta aquí no han estado a la altura para vencer este flagelo social.»

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La penúltima crisis

Nuestro país ha completado hartos meses sumergido en una crisis sin precedentes. Es posible que en su historia republicana haya habido situaciones más graves o más complejas pero nunca como ahora se ha visto una elite gobernante tan carente de ideas, tan falta de capacidad para entender lo que está pasando, tan inepta para tomar decisiones políticas indispensables.

Hace poco tiempo el señor Presidente relevó al partido más chico de la coalición de gobierno a un lugar preponderante entregándole carteras clave del gabinete: Interior, Hacienda y Desarrollo Social, y abriendo con los nuevos secretarios de Estado un horizonte aparentemente más liberal y más dialogante. Obviamente, el malestar de los hermanos mayores (UDI y RN) fue expreso e incontenible. Ahora, sin decir agua va, se deshace de ese equipo y opta por una línea dura cuyas consecuencias están por verse.

En los momentos que se están viviendo, cuando todo Chile espera respuestas y la necesidad de un cambio de rumbo era exigida a gritos por la propia prensa oficialista, el Presidente opta por hacer oídos sordos al clamor ciudadano y opta por un incomprensible cambio de gabinete que no está orientado a enfocarse en el abordaje de los requerimientos de la gente sino a tratar de dar solución a la resquebrajada coalición en que se sustenta.

Más allá de un malherido Evopolis, la gran víctima del ajuste ministerial es el diputado Mario Desbordes. Su liderazgo crítico como presidente de RN, que lo había perfilado con una fuerte aprobación en las encuestas, desaparece de un golpe al instalársele en la cartera de Defensa, sitio desde el cual por razones obvias carecerá de toda tribuna pública y de toda oportunidad de hacer presente al Mandatario su juicio sobre la contingencia cotidiana.  Además, por su condición de ex funcionario de Carabineros, el ejercicio de su autoridad sobre Ejército, Marina y Aviación, en el mismo orden, no será fácil.

Para empatar el permanente enfrentamiento entre Desbordes y Allamand, designó a este último en Relaciones Exteriores, secretaría de Estado de gran importancia pero que ha carecido de una orientación clara por parte de la única autoridad a la que, conforme a la Constitución, corresponde la responsabilidad pertinente. El vergonzoso desaguisado de Cúcuta sigue penando en el Edificio Carrera ya que las relaciones internacionales concebidas como una política de Estado fueron dejadas de lado al optar por un torpe alineamiento ideológico que no responde a los intereses del país.

Al comité político de Gobierno, se incorporaron el ahora ex diputado UDI Jaime Bellolio  (que creyó que se todo se trataba de una fiesta familiar y llegó a La Moneda hasta con su guagua de pocos meses) y el ex senador UDI Víctor Pérez. Se repite, así, la experiencia del 2016 cuando para solucionar los problemas de la época se recurrió también a parlamentarios abriendo paso a que una cifra no despreciable de congresales sean designados, no elegidos por los ciudadanos, los que se suman a otros cuantos que accedieron al cargo con una mínima cantidad de sufragios. Al margen de los hechos, resulta curioso constatar que Evelyn Mattei, Alberto Espina, Juan Antonio Coloma, Teodoro Ribera entre otros, rechazaron uno tras otro el Ministerio de Interior.

Se ha anunciado que con estas medidas se inicia “un nuevo ciclo”, expresión carente de todo sentido si se considera que no ha existido el ciclo anterior salvo que se quiera identificar como tal las variopintas promesas de campaña que jamás se han aterrizado. En términos generales, la victoria de 2017 – que correspondió más a la feble alternativa presentada por la centroizquierda que al entusiasmo por la opción de derecha – recogió en gran medida a los anhelos de mayor control del orden y seguridad públicos (delincuencia) y de crecimiento económico, campos ambos en que la gestión ha estado marcada por el fracaso, independientemente de estallidos sociales y pandemia.

La pregunta ciudadana concreta es: ¿En qué consiste este “nuevo ciclo”? Las señales hasta ahora detectadas son dos: endurecimiento político y alineamiento con los partidarios del “rechazo” para el plebiscito constitucional de octubre.

Sin duda, el problema contingente más fuerte (excluyendo el sanitario) es el relativo al llamado “conflicto mapuche”. Ingenuamente se ha pretendido enfocarlo mediante un alto nivel de inversión privada en la zona (que por lo demás no tiene viso alguno de concretarse en un plazo razonable) y con medidas policiales que han traído aparejados mayores problemas que soluciones.

El nuevo Ministro del Interior y Seguridad Pública ha tenido por largos años en su territorio senatorial el sur de la provincia de Arauco, área de reiteradas acciones reivindicativas legales e ilegales. Sin embargo, hasta ahora no se le ha conocido propuesta alguna sobre la materia que no sea pedir a sus antecesores mano dura contra los manifestantes. Ahora, a partir del 29 de julio, la guitarra está en sus manos no siendo suficiente el viajar a Temuco a reunirse con sus subordinados o con los representantes de los intereses forestales para crear un clima de diálogo. Si la opción ministerial va por el lado de la represión, las consecuencias pueden ser graves y tener repercusiones urbanas inimaginables.

En suma, nos encontramos ante un presidente desencajado, rodeado de un círculo de yes-men sin capacidad alguna para criticar sus determinaciones y solo preocupado de salvar las vituallas indispensables para subsistir más allá del plebiscito. Al parecer, de su parte no existe comprensión de que todo se trata de un problema político (en el mejor sentido de la palabra) y que ese abordaje político debe recoger el sentido de lo que requiere el Chile real, más equidad, más participación, más solidaridad.

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