
Más allá de un sobregiro
El 22 de mayo, conmemoramos el día Internacional de la Diversidad Biológica, instaurado por decisión de la Asamblea de las Naciones Unidas el año 2000, con la finalidad de “informar y concienciar a la población y a los Estados sobre cuestiones relativas a la biodiversidad”. Chile se caracteriza por tener una rica biodiversidad y ser parte de un hotspot, de la diversidad biológica a nivel mundial, tenemos paisajes en zonas remotas del país con flora y fauna única en el planeta, que ha cobrado cada vez más relevancia al menos durante la última década. Cada año tomamos más conciencia acerca del rol que tiene la biodiversidad en nuestras vidas, de las múltiples interacciones ecológicas que cuando están en balance, hacen que nos beneficiemos mutuamente, y que somos parte de estos ecosistemas donde también jugamos un rol, muchas veces inconsciente. Por lo mismo, estar conscientes de que cualquier acción que hagamos tendrá un impacto sobre nuestro propio sistema de vida parece un objetivo urgente. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, el Convenio de Diversidad Biológica, las múltiples leyes locales que favorecen productos más sustentables, menos uso de plásticos, conservar y crear más áreas verdes, son parte de algunos esfuerzos globales y locales por conservarla, lamentablemente aún insuficientes.
Esta misma semana, el 17 de mayo, cuando el país comentaba acerca de los resultados de las elecciones más importantes de los últimos años, fuimos el primer país en Latino América en entrar en sobregiro ecológico y en lugar número 28 en el mundo. Si la población de nuestro planeta decidiese vivir como lo hacemos en Chile, se requerirían 1.2 planetas para lograrlo. Es decir, agotamos nuestros recursos y servicios de la naturaleza antes de que estos se puedan regenerar.
¿Es posible revertir nuestra relación con la biodiversidad y los ecosistemas que nos contienen? Sí, con ciencia y política. Somos un país extractivista, exportamos minerales, cultivos agrícolas y forestales, pero sin debida consideración a los reales impactos que puede generar en los sistemas biológicos y sociales. Estoy cierta que la integración de la ciencia, de la evidencia sólida que puede robustecer el análisis de un problema complejo, como los que nos plantea la sostenibilidad, es clave para el futuro de la biodiversidad y de nosotros mismos. Pero otros conocimientos, como los tradicionales y de pueblos originarios, además de otros actores sociales también debe ser parte de la discusión sobre la ciencia y la biodiversidad en nuestra nueva constitución. Fue una buena noticia que el Proyecto de Ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP) terminó tras casi dos años su tramitación en la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados, luego de 7 años de tramitación. Pero no podemos esperar tanto cuando las urgencias son eso, cuestiones urgentes que requieren decisiones rápidas.
Hoy, cuando ya conocemos a las y los 155 constituyentes que redactarán nuestra nueva constitución, está la oportunidad que lleven las inquietudes de todos y las del mundo natural, para incluir con fuerza y decisión la debida protección de los ecosistemas y su biodiversidad, el uso de energías renovables, tener un balance entre áreas verdes y zonas urbanas y pensar el tipo de desarrollo que queremos para las presentes y futuras generaciones.
Estamos a tiempo de trabajar por equilibrar la producción y el consumo de lo que la Tierra nos provee, es nuestra responsabilidad con las generaciones que heredarán el planeta, esperemos que la nueva constitución nos saque del sobregiro ecológico.
Fotografía: mimicavalerie_photo
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