«El mayor problema ecológico es la ilusión de que estamos separados de la naturaleza.»

Alan Watts.

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10 de Enero del 2018/VALPARAISO Jacqueline Van Rysselberghe,durante la sesión donde se analizo los proyectos de acuerdo internacionales Senado. FOTO : PABLO OVALLE ISASMENDI/AGENCIAUNO

Merezco Respeto

Maroto

Desde Canadá.

“Merezco respeto” ha señalado recientemente una senadora de la República; lo anterior ante el comentario de uno de sus correligionarios, que con ironía se refería a la expresión acerca de “los patipelados” a los que ella sólo unos días atrás había hecho alusión.

“Merezco respeto”. Interesante afirmación que escuchamos a menudo por parte de quienes se encuentran en posiciones de poder, ya sean autoridades de gobierno, políticos, jerarcas de la Iglesia, intelectuales del mundo académico o miembros de la élite empresarial.

La mayoría de las veces, está expresión es usada como respuesta al cuestionamiento de que son objeto por sus dichos o acciones. Generalmente, estas personas exigen este “merecido respeto” con un tono altanero y soberbio, como quien, desde un pedestal se dirige al pueblo.

Por la liviandad con que algunos reclaman “merecer respeto” parece apropiado destinar la columna de hoy a desmenuzar esta expresión para encontrarle su sentido mas profundo.

Tenemos en primer lugar el respeto esencial que cualquier ser humano merece; respeto a sus derechos fundamentales, a su libertad de pensar, opinar y ser escuchado. Este respeto constituye un pilar primordial de nuestra sociedad y de nuestro sistema democrático, ya que garantiza, como hemos afirmado en columnas anteriores, el fomento de una coexistencia pacífica y la promoción de una convivencia dialogante entre los seres humanos.

Está también la idea de un respeto que parece pertenecer en forma casi natural a la investidura de un cargo, concepto que hoy en día resulta parcial y de alguna manera anacrónico. Es correcto; hay ciertos cargos y funciones que están imbuidos de un cierto halo y de ritualidades que se asocian al respeto. Estas formalidades son evidentemente un reconocimiento a la categoría y solemnidad del cargo, pero ni obvia ni necesariamente representan una señal de respeto a la persona que lo ejerce.

Sin embargo, cuando analizamos esta expresión con detención, encontramos un tercer tipo de respeto que parece relacionarse con el reconocimiento que la sociedad da a quienes aportan activamente al progreso social y moral.

Merecer, según el diccionario de la Real Academia Española significa hacerse digno de un reconocimiento, alcanzar un cierto grado de admiración o ser digno de premio. Para merecer entonces se requiere de un conjunto de méritos u obras que por su naturaleza y esencia hacen a quien las llevó a cabo digno de reconocimiento.

Respeto, según el diccionario de la Real Academia Española significa veneración o acatamiento, miramiento, consideración o deferencia que se hace o da a alguien. El respeto es entonces el reconocimiento, apreciación y valoración que se hace de una persona.

En este contexto entonces, es merecedor de respeto aquel que, mas allá de las funciones o cargos que ejerce u ocupa, se ha hecho digno de un reconocimiento por parte de la sociedad, producto de la valía de sus méritos, obras y acciones. ¿Que ha hecho una persona para merecer respeto? ¿Como ha conducido su vida? ¿Cuales son los valores y principios que han guiado sus acciones? ¿Ha estado acaso la preocupación y respeto por el prójimo como fuente inspiradora de su obrar?

La investidura de un cargo o función puede hacer a alguien merecedor de solemnidades; sin embargo, es la trayectoria de vida la que, a los ojos del prójimo, puede hacerlo merecedor de respeto. No basta con ostentar un cargo para exigir respeto; es necesario ganárselo.

¿Merecen respeto quienes no saben respetar? ¿Merecen respeto quienes han privilegiado los intereses personales o de un sector empresarial determinado por sobre los intereses de la comunidad? ¿Merecen respeto quienes han abusado sin tapujos de los privilegios asociados a sus cargos y posición de influencia? ¿Merecen respeto quienes aprovechándose de su situación de autoridad y poder eluden sus responsabilidades ciudadanas? ¿Merecen respeto quienes sintiéndose dueños de la verdad pretenden imponer a rajatabla sus credos o ideologías? ¿Merecen respeto quienes pregonan la honestidad y transparencia pero, desconociendo el valor de la ética y la moral, viven al limite de la legalidad?  

Aquellos que así lo exigen, adolecen de una ceguera propia de la soberbia, que les impide ver la pequeñez y mezquindad de sus acciones. Sin lugar a dudas gozan ellos y ellas del respeto esencial a todo ser humano y podrán también ufanarse de las solemnidades y ritualidades asociadas a sus cargos y funciones; pero no podrán ellos y ellas sentirse sincera y humildemente merecedores del respeto y reconocimiento que la sociedad otorga a quienes, con un compromiso de vida, se lo han ganado.

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