
¿Para qué sirve la Historia?
Para algunos la pregunta puede parecer inoficiosa y hasta intrascendente, sin embargo, el estudio y cultivo de la Historia no se reduce a un mero ejercicio memorístico de acumular datos, fechas y anécdotas o bien la descripción o narración de acontecimientos; aquello que Benjamín denominaba como el cronista que detalla los acontecimientos sin discernir entre grandes y pequeños; por el contrario, la Historia conlleva un profundo ejercicio de reflexión y (auto) crítica, que entre otras cosas significan superar la tradicional narración (preferentemente de sucesos políticos y militares) por una Historia analítica orientada por un problema. En segundo lugar, una Historia que logre comprender toda la gama de las actividades humanas, y en tercer lugar, un diálogo entre la Historia y otras disciplinas. En otras palabras, se trata de una Historia que logre superar aquellos “ídolos de la tribu” de ciertos historiadores o estudiosos de la historia: El ídolo político, el ídolo individual y el ídolo cronológico. Todos ellos constituían, incluso siguen constituyendo hoy, el quehacer historiográfico de algunos centro y programas de estudios o de divulgación.
Entonces ¿para qué sirve la Historia? Esta nos permite analizar las transformaciones de la vida humana, tanto colectiva como individual, pero no solamente aquello, también nos ayuda a comprender los éxitos, fracasos, sueños, utopías, desilusiones y derrotas de hombres y mujeres en el tiempo, así como la vida cotidiana de estos. De ahí que la historia no se reduce al mero estudio del pasado, ojalá lo más alejado (cronológicamente hablando) que este sea, sino que se convierte en una herramienta para analizar el presente, con lo cual permite a la sociedad su autocomprensión y explicación de ciertos procesos o fenómenos.
A partir de lo anterior, si bien la Historia es una disciplina que se desarrolla y promueve de preferencia en la academia o en centros de estudios, la Historia también se construye en la vida cotidiana misma; es decir, cada uno de nosotros en el día a día hace Historia, construye sus propias historias, pero no solos o aislados, sino que en conjunto con otros; de ahí entonces la importancia de concebir la Historia como un instrumento o puente que no solamente permite unir el pasado con el presente sino que por sobre las cosas ayudas en la comprensión de los procesos y acontecimientos históricos. Pero no es solo aquello, también sirve al ciudadano para dar cuenta de su propia existencia, dónde está situado, de dónde venimos, hacia dónde vamos; es una forma de reflexionar y construir colectivamente, donde lo central no es lo que está por venir, sino lo que está por erigir; por eso, la Historia, como “maestra de vida”, nos enseña que son los hombres y mujeres, con sus propias contradicciones y tensiones, quienes construyen la historia y la hacen día tras día.
Por lo tanto ¿para qué sirve la Historia?, precisamente para eso, para preguntarnos constantemente qué sociedad estamos construyendo, qué lugar ocupo yo en ese proceso, cómo el estudio y comprensión del pasado me ayuda a tomar las mejores decisiones del presente. Entonces, la Historia es crítica a lo establecido o lo asumido como verdadero, es construcción de autonomía, es vivencia, es subjetividad, es memoria, es presente, por eso todos de una u otra manera somos y hacemos Historia.
Como le digo a mi hijo (12 años), la Historia sirve para tratar de entender dónde estamos parados y porqué estamos aquí parados. También para tratar de entender para donde vamos, ya que, si hay algo claro, es que a la Historia le gusta autoparodiarse.