
Carlos Marx y los desafíos presentes (Parte 2)
La revolución china de 1949 en una primera etapa, se movió entre la modernización del populoso país, el estalinismo y la utopía igualitarista de Mao, pero intentando un camino propio[1]. Luego del enfrentamiento con la URSS y el término de la revolución cultural, Deng en 1978 cambió el rumbo hacia lo que denominan “socialismo de mercado”, es decir, hacia un desarrollo económico mixto insertado en la globalización, que ha ido asumiendo las reglas universales del comercio[2]. Se trata de un giro copernicano, que ha llevado a China a ser la segunda potencia económica, y ha sacado de la pobreza a millones de personas. Este camino no ha estado exento de conflictos en la sociedad y en el Partido Comunista, como demuestra la represión de la Plaza Tienanmen en 1989[3]. En China se ha interpretado a Marx según los cánones de su cultura con una fuerte componente sincretista, lo que ha ido variando al compás de los acontecimientos políticos: hoy se habla del pensamiento de XI (Presidente) sobre “el socialismo de características chinas para una Nueva Era”. El PCCh sostiene que la principal contradicción en China es la que hay entre la creciente demanda del pueblo por una vida mejor y el desarrollo desequilibrado e insuficiente. El énfasis se ha puesto en el consumo interno. Siguiendo el camino de las metáforas Xi señala: “No sabremos si los zapatos encajan o no, hasta que nos los podamos probar”. Esta perspectiva ha influido también en Vietnam.
Marx y el populismo en América Latina
En América Latina se ha dado la paradoja que en los países donde ha habido pensadores marxistas de gran estatura como Mariátegui en Perú o Juan B. Justo y con posterioridad Aricó en Argentina, los movimientos socialistas han sido débiles. En cambio en países como Chile donde las fuerzas de izquierda han sido gravitantes, no se ha desarrollado una teoría que les sirva de orientación. Así aparece, por ejemplo, de la historia del Partido Socialista escrita recientemente por Ricardo Núñez[4]. El proletariado industrial y minero era minoritario en casi toda América Latina. Las principales revoluciones tuvieron una fuerte componente campesina: México, Bolivia y Cuba. El movimiento aprista de Haya de la Torre en Perú pronto entró en polémica con Mariátegui y el marxismo.
La Revolución Cubana de 1959 y la acción del Che Guevara tuvieron una fuerte influencia en las izquierdas de América Latina. Al principio generaron la esperanza de una superación del subdesarrollo por una vía no capitalista; luego, fomentaron movimientos guerrilleros rurales y urbanos que fueron devastados por dictaduras militares. Al asumir Cuba la ideología soviética y reprimir el pensamiento crítico y a muchos artistas e intelectuales, la isla perdió su halo idealista. Hoy luego del impacto producido en su economía por el término de la URSS, cuando Cuba intenta una apertura económica hasta ahora sin cambios sustanciales del régimen político, terminado el poder de Fidel y Raúl Castro, la sociedad cubana aparece entrampada en un laberinto.
En muchos países de la región los movimientos sociales nacieron, se organizaron o derivaron hacia el populismo, que ha encontrado expresión teórica en los aportes de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau[5]. Partiendo del estructuralismo marxista, plantean una crítica a la democracia liberal o deliberativa, proponiendo una radicalización de la tradición democrática que institucionalice el conflicto permanente, y atribuyen a los movimientos sociales una capacidad de transformación más allá de las instituciones republicanas. Es lo que A. Rouquié en un libro reciente llama régimen hegemónico de democracia electoral autoritaria[6], que ahoga el Estado de Derecho, manipula sus instituciones y rechaza la globalización. Este esquema Rouquié lo aplica no sólo a experiencias como las de los países del ALBA y el PRI en México, sino también a las nuevas formas de autoritarismo tras un líder carismático como Putin en Rusia o Erdogan en Turquía.
El populismo, tanto en su expresión política como teórica, se aleja de Marx.
La interrogante del futuro
Hobsbawm se pregunta si el pensamiento de Marx seguirá inspirando los esfuerzos por una sociedad más justa en el siglo XXI. La respuesta no puede ser sino dubitativa. Si se asume el pensamiento de Marx como parte de una historia y una herencia cultural, la contestación puede ser afirmativa; pero será claramente negativa, si se simplifica su legado convirtiéndolo en una ideología dogmática[7]. Su pensamiento seguirá vigente en la medida que permita descubrir en nuestra sociedad los gérmenes de un mundo diferente, allí donde se expande el ámbito de lo gratuito y compartido (como las comunicaciones gracias a internet), donde tiende a disminuir el costo marginal de la energía y del transporte (internet de las cosas), donde el avance de la robótica presagia una mayor flexibilidad en las relaciones laborales y la posibilidad de los trabajadores de disponer de mayor tiempo libre[8] y, en general, donde la ciencia permite un desarrollo más equilibrado, respetuoso de la naturaleza e inclusivo.
Lo importante al reflexionar sobre estos 200 años, como diría Tony Judt, es no olvidar el siglo XX con sus luces y sus sombras.
Publicado en Revista Mensaje N°218 julio 2018.
[1] Mao Tse-Tung, “Note su Stalin e il socialismo soviético” Laterza , Roma-Batri 1975.
[2] Deng sostenía que mercado y planificación no son sinónimos de capitalismo y socialismo, liberalizando la economía. Pero la Constitución mantiene que la propiedad pública debe ser dominante.
[3] Zhao Ziyang, “Ménmoires. Un réformateur au sommet de l´État chinois” Éditions du Seeuil, Paris 2011.
[4] Ricardo Núñez, “El gran desencuentro. Una mirada al socialismo chileno. La unidad Popular y Salvador Allende” Fondo de Cultura Económica México 2017.
[5] “Hegemonía y estrategia socialista” de 1985 y de E. Laclau, “La razón populista” del 2002.
[6] A. Rouquié, “El Siglo de Perón. Ensayo sobre las democracias hegemónicas” Edhasa, Argentina 2017.
[7] Esta disyuntiva se aprecia en algunos de los exponentes de la Teología de la Liberación en su relación con Marx: hay quienes dialogan creativamente con su pensamiento, mientras que otros asumen una versión simplificada del “marxismo”, lo que explica en parte la polémica que se ha suscitado a esta corriente teológica, que es sin duda el principal aporte cultural de América Latina en el siglo XX.
[8] Pierre Bigo SJ concluía su libro “Marxisme et Humanisme” señalando una disyuntiva frente al pensamiento de Marx: integrarlo rígidamente, construido como está sobre la base de la industria moderna, o aprovechar su aporte para manejar de mejor manera un mundo de relaciones complejas propias de una sociedad libre. El movimiento sindical de los países desarrollados ya habría elegido el segundo camino.
El único y gran desafío que tenemos todos los chilenos decentes es olvidarnos de toda esta canallada gigantesca llamada «»»políticos»».
Usted y todos sus iguales son los que siempre nos han mantenido lamiendo las sobras del desarrollo mientras se llenan los bolsillos, ustedes que nos tienen llenos de leyes vetustas e incongruentes, hechas al favor de los angurrientos y avariciosos.
Retirense de una vez por todas gatopardos indecentes, nuestra sociedad ya se hastío de sus mentiras y ofensas.
No vengan otra vez a apañarse de Marx o a inventar vericuetos históricos para esconder la realidad dura y cruda…next.
POSTDATA:
https://laventanaciudadana.cl/de-jarabes-y-charlatanes/
Es Usted un político serio, que sabe y que hoy nos aporta con una segunda parte respecto de un tema que tiene una discusión pendiente en la Izquierda Chilena y Latinoamericana.
Felicitaciones por su trabajo.
Sólido, Contundente!
Tan bueno e ilustrativo como la primera parte.
Felicitaciones